Investigadores de la Universidad de Twente revelan la huella hídrica de la bioenergía
Sáb, 20/06/2009
Una nueva investigación realizada en Holanda ha evaluado la huella hídrica de la producción de bioenergía, es decir, la cantidad de agua necesaria para producir cultivos de los que extraer biomasa. Los descubrimientos realizados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) Early Edition.
Partiendo de dos estudios anteriores que habían calculado la huella hídrica de los productos alimentarios y de fibra y la del calor obtenido a partir de biomasa, los investigadores de la Universidad de Twente se marcaron como objetivo obtener una idea general de la huella hídrica por unidad de bioenergía (por ejemplo, por unidad de electricidad, de bioetanol y de calor).
El estudio ha sido desarrollado por el profesor Arjen Hoekstra del Departamento de Ingeniería y Gestión Hídrica de la Universidad de Twente. Hoekstra introdujo el concepto de huella hídrica en el año 2004. Una de sus colaboradoras, Maite Aldaya, investigadora especializada en la huella hídrica de las naciones y que trabaja en el Centro del Agua de Twente, participó recientemente en la Conferencia Internacional sobre la huella hídrica celebrada en Madrid. Aldaya señaló que “los impactos en los sistemas hídricos pueden estar relacionados, en ultima instancia, con el consumo humano y que temas como la escasez o la contaminación del agua pueden ser mejor entendidos y gestionados si se considera la producción y cadenas de distribución en su totalidad”.
Según los investigadores, pese a que la huella hídrica de la bioenergía es mucho mayor que la de otras formas de energía, en la producción de bioelectricidad se ahorra más del doble de agua que en la producción de biocombustibles. “La huella hídrica de la bioelectricidad es menor que la de los biocombustibles debido a que es más eficiente utilizar el total de la biomasa (por ejemplo para generar electricidad o calor) que una parte del cultivo (su contenido de azúcares, almidón o aceites) para la generación de biocombustibles”, señala el artículo.
El equipo averiguó la huella hídrica de trece cultivos: cebada, yuca, maíz, patata, colza, arroz, centeno, sorgo, soja, remolacha azucarera, caña de azúcar, trigo y jatropha, cultivo éste último válido para producir energía. Estos cultivos representan el 80% de la producción de plantaciones mundial. El estudio concluyó que los cultivos más adecuados para la producción de bioelectricidad son el maíz, la remolacha azucarera y la caña de azúcar, mientras que los más inapropiados son la colza y la jatropha, cuya eficiencia hídrica es diez veces menor.
Para la producción de bioetanol, la remolacha azucarera y la patata ocupan las dos primeras posiciones, mientras que la caña de azúcar se sitúa en tercera posición. Sólo se necesitan 1.400 litros de agua para fabricar un litro de bioetanol a partir de remolacha azucarera, indicaron los científicos. El sorgo es el cultivo que peor parado sale en este análisis.
En lo referente al biodiésel, los cultivos que más se adecúan a su producción son la soja y la colza, mientras que la jatropha queda al final de la lista. Los investigadores indicaron que son necesarios 14.000 litros de agua para producir un litro de biodiésel a partir de soja o colza, mientras que la cantidad media de agua necesaria para producir la misma cantidad de biodiésel a partir de la jatropha asciende a 20.000 litros.
En el estudio se incluyeron en total cuatro categorías de biomasa: cultivos tuberculosos y del almidón; azucareros; oleaginosos y arbóreos. Los investigadores indicaron el efecto de los cultivos sobre el consumo de agua. Afirmaron que es factible elegir el emplazamiento más favorable para cada cultivo si se relaciona el consumo de agua con datos climatológicos y geográficos. De esta forma se puede controlar el cultivo de biomasa y proteger mejor la producción de alimentos en zonas que carecen de suficientes recursos hídricos, afirmaron.
“En caso de que se aumente la cantidad de bioenergía empleada en el total del suministro energético, los resultados de este estudio pueden servir para seleccionar los cultivos y países más adecuados para la producción de bioenergía desde el punto de vista de la eficiencia hídrica”, indicaron los autores.
“Durante las próximas décadas, la humanidad se enfrentará a retos de gran envergadura. No sólo deberá cubrir las necesidades hídricas básicas, sino también asegurar que la extracción de agua de ríos, arroyos, lagos y acuíferos [depósitos o capas subterráneas que proveen de agua a pozos y fuentes] no afecta a ecosistemas de agua dulce que desempeñan funciones ecológicas”, se indica en la investigación.
Los investigadores advirtieron que “Si se cumplen las previsiones de Naciones Unidas sobre la población mundial, que llegaría a 9.200 millones de habitantes para 2050, existen razones para dudar de si se podrán cubrir las necesidades de alimentos y fibras de las futuras generaciones en las regiones con recursos hídricos limitados”.
Partiendo de dos estudios anteriores que habían calculado la huella hídrica de los productos alimentarios y de fibra y la del calor obtenido a partir de biomasa, los investigadores de la Universidad de Twente se marcaron como objetivo obtener una idea general de la huella hídrica por unidad de bioenergía (por ejemplo, por unidad de electricidad, de bioetanol y de calor).
El estudio ha sido desarrollado por el profesor Arjen Hoekstra del Departamento de Ingeniería y Gestión Hídrica de la Universidad de Twente. Hoekstra introdujo el concepto de huella hídrica en el año 2004. Una de sus colaboradoras, Maite Aldaya, investigadora especializada en la huella hídrica de las naciones y que trabaja en el Centro del Agua de Twente, participó recientemente en la Conferencia Internacional sobre la huella hídrica celebrada en Madrid. Aldaya señaló que “los impactos en los sistemas hídricos pueden estar relacionados, en ultima instancia, con el consumo humano y que temas como la escasez o la contaminación del agua pueden ser mejor entendidos y gestionados si se considera la producción y cadenas de distribución en su totalidad”.
Según los investigadores, pese a que la huella hídrica de la bioenergía es mucho mayor que la de otras formas de energía, en la producción de bioelectricidad se ahorra más del doble de agua que en la producción de biocombustibles. “La huella hídrica de la bioelectricidad es menor que la de los biocombustibles debido a que es más eficiente utilizar el total de la biomasa (por ejemplo para generar electricidad o calor) que una parte del cultivo (su contenido de azúcares, almidón o aceites) para la generación de biocombustibles”, señala el artículo.
El equipo averiguó la huella hídrica de trece cultivos: cebada, yuca, maíz, patata, colza, arroz, centeno, sorgo, soja, remolacha azucarera, caña de azúcar, trigo y jatropha, cultivo éste último válido para producir energía. Estos cultivos representan el 80% de la producción de plantaciones mundial. El estudio concluyó que los cultivos más adecuados para la producción de bioelectricidad son el maíz, la remolacha azucarera y la caña de azúcar, mientras que los más inapropiados son la colza y la jatropha, cuya eficiencia hídrica es diez veces menor.
Para la producción de bioetanol, la remolacha azucarera y la patata ocupan las dos primeras posiciones, mientras que la caña de azúcar se sitúa en tercera posición. Sólo se necesitan 1.400 litros de agua para fabricar un litro de bioetanol a partir de remolacha azucarera, indicaron los científicos. El sorgo es el cultivo que peor parado sale en este análisis.
En lo referente al biodiésel, los cultivos que más se adecúan a su producción son la soja y la colza, mientras que la jatropha queda al final de la lista. Los investigadores indicaron que son necesarios 14.000 litros de agua para producir un litro de biodiésel a partir de soja o colza, mientras que la cantidad media de agua necesaria para producir la misma cantidad de biodiésel a partir de la jatropha asciende a 20.000 litros.
En el estudio se incluyeron en total cuatro categorías de biomasa: cultivos tuberculosos y del almidón; azucareros; oleaginosos y arbóreos. Los investigadores indicaron el efecto de los cultivos sobre el consumo de agua. Afirmaron que es factible elegir el emplazamiento más favorable para cada cultivo si se relaciona el consumo de agua con datos climatológicos y geográficos. De esta forma se puede controlar el cultivo de biomasa y proteger mejor la producción de alimentos en zonas que carecen de suficientes recursos hídricos, afirmaron.
“En caso de que se aumente la cantidad de bioenergía empleada en el total del suministro energético, los resultados de este estudio pueden servir para seleccionar los cultivos y países más adecuados para la producción de bioenergía desde el punto de vista de la eficiencia hídrica”, indicaron los autores.
“Durante las próximas décadas, la humanidad se enfrentará a retos de gran envergadura. No sólo deberá cubrir las necesidades hídricas básicas, sino también asegurar que la extracción de agua de ríos, arroyos, lagos y acuíferos [depósitos o capas subterráneas que proveen de agua a pozos y fuentes] no afecta a ecosistemas de agua dulce que desempeñan funciones ecológicas”, se indica en la investigación.
Los investigadores advirtieron que “Si se cumplen las previsiones de Naciones Unidas sobre la población mundial, que llegaría a 9.200 millones de habitantes para 2050, existen razones para dudar de si se podrán cubrir las necesidades de alimentos y fibras de las futuras generaciones en las regiones con recursos hídricos limitados”.