Desafíos de la ingeniería

Dom, 29/03/2009

El Mundo

La virulencia con la que se derrumba el agua del río Paraná en la falla de las cataratas de Iguazú da idea de cómo una de las grandes maravillas del mundo, además de una belleza indescriptible, puede también ofrecer al mundo otro atractivo de gran valor, sus recursos hídricos.
Muy cerca de las cataratas de Iguazú y del hito de las tres fronteras desde el que se divisan Brasil, Argentina y Paraguay, se erige, impresionante e inabarcable, la represa hidroeléctrica de Itaipú.Además de ser el mayor complejo hidráulico del mundo, Itaipú es también un símbolo del sueño de integración entre los países de Latinoamérica.
Dos de ellos, Brasil y Paraguay, firmaron, en 1973, el Tratado de Iguazú para explotar los recursos hidroeléctricos del río Paraná, uno de los más grandes y caudalosos de Latinoamérica.Aquel tratado fue el germen de lo que hoy es un complejo capaz de generar la electricidad que consume todo el planeta en dos días, la que necesita Argentina en un año o la que se gasta en Paraguay en 11 años. «Es la mayor empresa de Paraguay y todo un símbolo de integración energética», presume Carlos Mateo Balmelli, director paraguayo de Itaipú, de visita relámpago en Madrid para ofrecer a inversores españoles oportunidades de negocio en el sector energético paraguayo.
Itaipú es una empresa compartida al 50% entre Brasil y Paraguay y cuenta con un director por cada país. El abogado Mateo Balmelli llegó al cargo por la parte paraguaya en agosto del pasado año, después del histórico triunfo del ex obispo Fernando Lugo en las elecciones presidenciales del país. Se encontró con una empresa opaca y corrupta, que los anteriores gobiernos del país habían convertido en «una caja para financiar campañas electorales».«Levantamos los blindajes con la idea de dotar a la empresa de transparencia y abrirla a la sociedad civil. Pusimos en marcha investigaciones y hemos presentado una denuncia penal contra Víctor Bernal, ex director de Itaipú, mano derecha del ex presidente Nicanor Duarte, y actual senador».
Pero además de limpiar Itaipú de corrupción, Lugo encomendó a Mateo Balmelli otra gran misión, afrontar las negociaciones con el Gobierno brasileño para revisar el tratado fundacional de la represa. «Itaipú es un ejemplo de integración energética, pero a medias. Paraguay y Brasil generan energía juntos, pero los paraguayos no podemos vender nuestro excedente energético en Brasil. Si somos socios parar generar, por qué no somos socios para vender», se queja el ingeniero paraguayo en una entrevista con EL MUNDO.
El Tratado dice que la energía que no es consumida por uno de los países tiene que ser vendida al otro a un precio fijo. Y la producción de Itaipú abastece el 19,5% del consumo de todo Brasil. De este monto total, un 9,5% proviene de la Itaipú paraguaya, que no puede comercializarla en Brasil porque esta competencia la tiene la compañía brasileña Electrobras. Y Paraguay, a través de su compañía estatal Ande, quiere comercializar en el país vecino esa energía que le pertenece y «a su justo precio, un precio de mercado», defiende Mato Balmelli.
Pero Brasil, por ahora, se niega a revisar el tratado, que da por bueno hasta su año de expiración, 2023. «La integración energética va a ser la clave para lograr la integración total en América del Sur. Y Brasil tiene que optar por un liderazgo político en la región de forma asociada con sus vecinos o ejercer un papel de dominación hegemónica con relaciones satelitales», afirma el director de Itaipú, que lógicamente se decanta por la primera y pide a Lula da Silva que dé ejemplo comenzando por una integración energética con respeto a los derechos de soberanía paraguayos y demuestre su buena fe dando la posibilidad de negociar el tratado.
El escollo entre los dos países podría desactivarse en la cumbre que Lula da Silva y Fernando Lugo celebrarán el próximo 28 de abril.
Mientras tanto, Itaipú sigue, día a día, acumulando récords de producción eléctrica, siendo la mayor central del mundo por delante de las Tres Gargantas chinas, que aunque tiene mayor tamaño y potencia instalada, produce menos. «El Paraná es un río muy caudaloso y predecible, con agua los 365 días al año, lo que no ocurre en China», afirma Mateo Balmelli. A finales de 2008 obtuvo el récord histórico mundial: sus 20 turbinas, con una potencia total instalada de 14.000 megavatios (a razón de 770 megavatios cada una), produjeron 94.684.781 megavatios/hora.
Itaipú es una maravilla de la ingeniería, comparable al puente Golden Gate de San Francisco o al Eurotúnel anglofrancés. Para su construcción, a finales de los 70 y primeros 80, se utilizó tanto hormigón como el necesario para construir 210 estadios de fútbol como el mítico Maracaná. La altura de la represa es equivalente a un edificio de 65 pisos y en su construcción trabajaron 40.000 personas.
El embalse cuenta con un volumen de agua de 29.000 millones de metros cúbicos abarcando un área de 1.350 kilómetros cuadrados de superficie. Su tamaño es tan descomunal que en 1979, Argentina, Brasil y Paraguay firmaron un acuerdo para compartir los recursos del Paraná. Los tres países estaban sometidos a dictaduras militares y Argentina temía que si entablaba un conflicto con Brasil, este país podría abrir las compuertas de Itaipú e inundar la ciudad de Buenos Aires.