Preocupación en las marismas. "El Guadalquivir tiene mala pinta"

Mar, 26/08/2008

El Mundo

El arroz con pato, típico de Isla Mayor, encabeza la lista en la pizarra del bar. Le siguen la paella de marisco y el arroz al estilo de Doñana. Más abajo, tortillitas de camarones y aliño de pimientos asados con camarones. «Las tres cuartas partes del pueblo viven del río», explica el alcalde. Directa o indirectamente, del arroz o de la pesca. Francisco Murcia no oculta en su rostro la sombra de un fantasma: «Esto puede ser peor que lo del Guadiamar».
«El río» del que habla es el Guadalquivir, el Betis romano, el río grande de Al Andalus, el que aparece en el Estatuto de Andalucía como vertebrador de buena parte del territorio andaluz. Las causas de la extraña y prolongada turbidez que presentan sus aguas desde Sevilla hasta la desembocadura en Sanlúcar de Barrameda desde noviembre no están aún claras para los técnicos. Pero las consecuencias son cada día más evidentes: está afectando de manera importante a la fauna -y, por ende, al negocio en torno a la cría de peces y la pesca- y ya veremos qué pasa el próximo año con el arroz.
Francisco Murcia apura un café mientras explica las razones de su temor. «Lo del Guadiamar se ha podido recuperar. Pero el Guadalquivir...Algo le han hecho, no sabemos qué, pero se ha alterado en algún punto su cauce natural. Y eso puede ser catastrófico». La turbidez en que se vieron envueltas las aguas tras las lluvias del pasado invierno aún no ha desaparecido. Lo normal es que en pocos días tras las lluvias, los sedimentos sólidos que se han removido con éstas terminen decantando, que el cauce recupere la normalidad y que las aguas vuelvan a correr limpias. Pero esta vez no ha sido así.
Salvador Algarín es biólogo y director técnico de Pistresa (Piscícola de Trebujena, S.A.), que tiene su granja marina en el llamado Codo de la Esparraguera, donde entre enero y febrero se midió una media de 6,3 gramos de partículas en suspensión por litro de agua -33 veces la media de los dos últimos años- con picos de hasta 32 gramos por litro en los momentos de desembalse. «Llevo treinta años alrededor del Guadalquivir, y el río ha cambiado», afirma Algarín.
Para la Junta, el problema es sólo una cuestión «estética». Con ello, los responsables de la Agencia Andaluza del Agua, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, tratan de dejar claro que las partículas en suspensión que arrastran cauce abajo las aguas del Guadalquivir desde Alcalá del Río no suponen contaminación de ningún tipo del río grande, que no es un problema de toxicidad.Y ahí, precisamente, radica el miedo de quienes dependen de sus aguas.
«Si fuera un problema de contaminación», explica el alcalde de Isla Mayor, «se localiza el foco, se limpia y punto». Costaría más o menos dinero y esfuerzo, llevaría más o menos tiempo devolver la normalidad al cauce, pero tendría solución, explica el alcalde de uno de los municipios más afectados. «El problema es que ha cambiado el cauce».
¿La prueba? La velocidad del agua en marea alta, que ha pasado de dos nudos, antes de las precipitaciones, a siete nudos. Ello implica, por una parte, un grave riesgo de seguridad para las pequeñas embarcaciones de pesca, y por otro, una continua erosión de las márgenes, que vuelven, como en un círculo vicioso, a llenar de partículas en suspensión las aguas del Guadalquivir. Y no sólo eso, sino que también la fuerza del agua está destruyendo los taludes, lo que está provocando un aumento de la salinidad de las aguas hasta niveles no conocidos, lo que afecta directa y gravemente al cultivo del arroz.
Salvador Algarín calcula que el fango «no contaminante» que se ha depositado en el cauce del Guadalquivir desde noviembre supera en más de diez veces la cantidad de lodos tóxicos que se vertieron al Guadiamar tras la rotura de la balsa de Aznalcóllar. Este fango, además, ha ido reduciendo al mismo tiempo el cauce del río, lo ha ido estrechando, lo que explicaría también el aumento de la velocidad del agua en coincidencia con las mareas, cuyo caudal, sin embargo, no ha disminuido.
«Ese fango sigue ahí», según Algarín, «porque en estos años de sequía no ha habido una riada lo suficientemente fuerte para llevárselo». Pero ¿por qué tanto fango?, se pregunta el biólogo, que tiene una teoría: «Que el lodo se ha liberado en el cauce alto del río es un hecho. Concretamente, de la presa de Alcalá del Río para arriba. Con el paso del tiempo se han incrementado las explotaciones agrícolas en sus márgenes y eso ha tenido que afectar, sin duda».
El presidente de Asema, la Asociación Andaluza de Acuicultores, Antonio Concepción, está convencido de que junto a las razones históricas de la turbidez, puede haber otras «recientes». «Tenemos sospechas, temores... pero las causas últimas, por qué este año el agua está como está, eso no lo sabemos».
Antonio Concepción explica que hay tres empresas, básicamente, entre las dedicadas a la acuicultura, que se están viendo muy afectadas por la situación. La mencionada Pistresa, Pimsa, la de Isla Mayor, y Acuinova, del grupo Pescanova. La turbidez está afectando a estas empresas de dos maneras. Primero, porque los tanques en los que decanta el agua que utilizan en sus granjas se han llenado de lodo hasta quedar inutilizados, y retirar el fango tiene un coste muy elevado. Pistresa calcula en 2 millones de euros el coste que tendría recuperar las dos lagunas de decantación que han quedado inutlizadas sólo en sus instalaciones.
«Las empresas están preparadas para cerrar la entrada de agua del río un tiempo determinado, pues cada año tras las lluvias surge este problema. Pero no pueden estar así indefinidamente», afirma Concepción.
La otra forma en que está afectando la cantidad de sólidos en flotación en el agua a la acuicultura es, precisamente, a la calidad del agua. «Los peces no se van a morir, pero tendrán mayor vulnerabilidad, no es igual que la turbidez haya cogido a falta de dos meses que en el inicio del crecimiento. La cosecha va a ser de peor calidad». El coste económico de esta faceta aún no se ha podido valorar. Pero, según Antonio Concepción, para tratar de minimizar las consecuencias negativas, algunas empresas han optado por reducir su producción. «Los negocios se diseñan para un determinado volumen. Por debajo de ese volumen no es negocio», señala Concepción.
En la piscifactoría de Veta de la Palma, la de Pimsa, se ha perdido este año todo el camarón, según cuenta el alcalde de Isla Mayor.La turbidez está asfixiando a la fauna del agua. No a todas las especies les ha cogido en la misma fase de crecimiento. En las aguas del Guadalquivir se crían doradas, lubinas, corvinas, langostinos y hasta lenguados.
Pero no sólo la fauna acuática se está viendo afectada, también las aves que acuden a esta zona del entorno del parque de Doñana a alimentarse. Si la situación no cambia pronto, podrían dejar de hacerlo.
También los lodos tienen efecto directamente sobre la actividad turística y de ocio. No sólo las playas de Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir, han mostrado buena parte del verano un aspecto bastante poco apetecible para los bañistas.En el puerto deportivo de Gelves, junto a Sevilla, se han extraído ya 30.000 metros cúbicos de fango acumulado en las instalaciones y que impedían el normal funcionamiento de las mismas, y ya se han decantado otros 30.000 metros cúbicos para proceder a su extracción.
Después de muchas presiones, la Junta de Andalucía accedió en mayo a constituir una comisión de seguimiento del problema, presidida por el director gerente de la Agencia Andaluza del Agua, Jaime Palop, para analizar sus causas y diseñar posibles soluciones.«Se están barajando muchas hipótesis», explican en la Junta de Andalucía. «Pero que quede claro que los lodos no son contaminantes», insisten: «Es algo estético. Los arroceros están más preocupados por la salinidad que por la turbidez». Eso es así, relativamente.Porque los caños en la marisma se están llenando de tierra, lo que impide que el agua circule como debería. Pero sí, es cierto que la salinidad -que llega más y más lejos por el incremento de la fuerza del agua en marea alta- preocupa más a los arroceros.
La comisión de seguimiento tiene casi terminada una batimetría del lecho del río, que va a permitir, según fuentes de la Junta, conocer las causas de la turbidez. La Agencia Andaluza del Agua ha convocado a los afectados a una reunión técnica esta misma semana en la que se podrán empezar a esclarecer las circunstancias que rodean a este fenómeno.
Las mayores concentraciones de sólidos en suspensión se han medido justo tras los desembalses posteriores a las lluvias de noviembre, y, sobre todo, del pasado abril, en Alcalá del Río. Los datos del Servicio Automático de Información Hidráulica (SAIH), accesibles a través de Internet, no dejan lugar a dudas.
Algunos de los afectados, por ejemplo la empresa Pistresa, ha presentado denuncias contra la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), a la que considera responsable de la conservación del río y que, ante la situación que presentan sus aguas desde hace meses, «no sólo no dice nada, sino que ni responde a nuestras llamadas ni contesta nuestros escritos», se queja Algarín.
El responsable técnico de Pistresa señaló a este periódico cómo, por ejemplo, los informes de la CHG sobre la calidad del agua se basan en mediciones realizadas aguas arriba de la presa de Cantillana, en un burdo intento por negar la evidencia. La CHG toma los datos del mismo SAIH del que los toma la empresa, pero en puntos muy alejados al Codo de la Esparraguera, por ejemplo, o a la misma presa de Alcalá del Río. Este periódico ha intentado conocer la versión de la CHG, pero la institución remitió a septiembre para poder ofrecer alguna explicación.
Sea como fuere, los afectados reclaman una solución urgente.Este año lo dan prácticamente por perdido. Poco a poco, lentamente, el agua ha ido perdiendo algo de esa turbidez, pero aún no lo suficiente, afirma Concepción. «Noviembre está ahí, a la vuelta de la esquina, sin que se haya hecho nada. Y en noviembre, de nuevo vendrán las lluvias...»