Investigadores y profesores universitarios elaboran propuestas para el PHE
Dom, 06/07/2008
Gemma Ansola, Estanislao de Luis y Juan Manuel Bustillo, de las universidades de León y de Burgos, proponen, entre otras medidas, que el Plan Hidrológico del Ebro contemple la figura del Parque Fluvial como medida de protección similar a las que se aplican a otros espacios naturales y a las existentes en países como Italia.
Consideran que "la medida de restauración más importante y prioritaria" es alejar de los cauces las actividades agrícolas, ganaderas y forestales para "establecer el espacio ripario", por lo que aconsejan "alejar las motas o diques de defansa del cauce" en los tramos canalizados. También recomiendan que los trabajos de revegetación de áreas fluviales sean efectuadas con "especies de los tramos mejor conservados del mismo río o de tramos similares".
Julio Sánchez, de la universidad de Zaragoza, propone "acelerar las realización de las obras ya previstas, cerrando las expectativas pendientes", estableciendo una moratoria de 15 años dedicada a mejorar la gestión y el ahorro de recursos en todos los regadíos "que no hayan sido modernizados en los últimos diez años". Paralelamente, recomienda "no crear nuevos regadíos que no tengan ya reguladas sus dotaciones". Fija como objetivos "no incrementar la presión sobre la demanda actual, no crear una inflación de expectativas y dar mayores seguridades a los regantes". "No podemos olvidar que el marco actual puede ser más duro en los próximos años como consecuencia de los lentos efectos del cambio climático" añade.
Antonio Azcón, Eduardo Garrido y Javier Lambán, del Instituto Geológico y Minero de España, ponen el acento, entre otros temas, en profundizar en la identificación y la caracterización de los acuíferos de la cuenca del Ebro --incluidos los desaparecidos--, así como en el estudio de su funcionamiento y de los procesos que alteran la calidad de sus recursos para determinar su vulnerabilidad. Proponen una prospección intensiva de las bolsas de agua mesozóicas del sector Cariñena-Alfamen-La Almunia para reducir la presión que soporta la masa miocénica de Alfamen. Tambien recomiendan aprovechar la relación acuífero-río, con iniciativas como recargar el de Alfamen con el excedente invernal de las acequias del Grió y almacenar en masas subterráneas caudales no regulados del Huerva y el Aguasvivas.
Miguel Varea y Antoni Soliva, de la universidad de Lérida, proponen evaluar la influencia ambiental del regadío teniendo en cuenta que la agricultura "es un eficiente sumidero de CO2, actúa como digestora de nitrógeno, constituye un elemento paisajístico y realiza un uso eficiente del recurso suelo-energía-agua". Se inclinan por primar la consolidación del suministro de los riegos actuales ante la creación de otros nuevos, para lo que calculan es necesario un aumento de la capacidad de regulación de 1.500 hectómetros cúbicos en la cuenca, que serían 3.000 con la ampliación de superficies que contempla el Plan Nacional de Regadíos en su horizonte de 20 años. También proponen transferir a las comunidades de regantes la gestión de "los grandes canales de transporte" de caudales.
Consideran que "la medida de restauración más importante y prioritaria" es alejar de los cauces las actividades agrícolas, ganaderas y forestales para "establecer el espacio ripario", por lo que aconsejan "alejar las motas o diques de defansa del cauce" en los tramos canalizados. También recomiendan que los trabajos de revegetación de áreas fluviales sean efectuadas con "especies de los tramos mejor conservados del mismo río o de tramos similares".
Julio Sánchez, de la universidad de Zaragoza, propone "acelerar las realización de las obras ya previstas, cerrando las expectativas pendientes", estableciendo una moratoria de 15 años dedicada a mejorar la gestión y el ahorro de recursos en todos los regadíos "que no hayan sido modernizados en los últimos diez años". Paralelamente, recomienda "no crear nuevos regadíos que no tengan ya reguladas sus dotaciones". Fija como objetivos "no incrementar la presión sobre la demanda actual, no crear una inflación de expectativas y dar mayores seguridades a los regantes". "No podemos olvidar que el marco actual puede ser más duro en los próximos años como consecuencia de los lentos efectos del cambio climático" añade.
Antonio Azcón, Eduardo Garrido y Javier Lambán, del Instituto Geológico y Minero de España, ponen el acento, entre otros temas, en profundizar en la identificación y la caracterización de los acuíferos de la cuenca del Ebro --incluidos los desaparecidos--, así como en el estudio de su funcionamiento y de los procesos que alteran la calidad de sus recursos para determinar su vulnerabilidad. Proponen una prospección intensiva de las bolsas de agua mesozóicas del sector Cariñena-Alfamen-La Almunia para reducir la presión que soporta la masa miocénica de Alfamen. Tambien recomiendan aprovechar la relación acuífero-río, con iniciativas como recargar el de Alfamen con el excedente invernal de las acequias del Grió y almacenar en masas subterráneas caudales no regulados del Huerva y el Aguasvivas.
Miguel Varea y Antoni Soliva, de la universidad de Lérida, proponen evaluar la influencia ambiental del regadío teniendo en cuenta que la agricultura "es un eficiente sumidero de CO2, actúa como digestora de nitrógeno, constituye un elemento paisajístico y realiza un uso eficiente del recurso suelo-energía-agua". Se inclinan por primar la consolidación del suministro de los riegos actuales ante la creación de otros nuevos, para lo que calculan es necesario un aumento de la capacidad de regulación de 1.500 hectómetros cúbicos en la cuenca, que serían 3.000 con la ampliación de superficies que contempla el Plan Nacional de Regadíos en su horizonte de 20 años. También proponen transferir a las comunidades de regantes la gestión de "los grandes canales de transporte" de caudales.