La desalinización sin salmuera
Vie, 27/06/2008
La sociedad limitada murciana Desalación Integral Systems (DIS) ha desarrollado en las cercanías de Sucina una planta de desalinización que salva el gran problema de este proceso, cada vez más utilizado para obtener agua de calidad. La novedosa aplicación conjunta de tecnologías ya existentes permite aprovechar al máximo el líquido procedente del mar o de pozos salobres y separar por completo las sales, que después del proceso quedan prácticamente secas y utilizables para la industria o la agricultura. Además, la planta utiliza un generador eléctrico cuya energía residual se utiliza tanto para el proceso como para verter el excedente a la red eléctrica. Por todo ello, esta iniciativa es un ejemplo en materia de sostenibilidad, respeto al medio ambiente y eficiencia energética. Así lo explica el padre de la criatura, el consejero delegado de DIS, José Clavel Escribano, ingeniero y empresario murciano. «Esto nace gracias a la sensibilidad extrema que tenemos en Murcia con la calidad del agua y al hecho de que, a pesar de la proliferación de las desalinizadoras, había un problema principal que nadie resolvía, el de la salmuera», relata el inventor. La planta desalinizadora común obtiene 50 litros de agua dulce por cada 100 de agua salada (cuando se trabaja con agua salobre, la relación es de 65 a 100) y dos residuos fundamentales. Lo más preocupante son los 50 litros de líquido con alta salinidad, o salmuera; aunque también hay que tener en cuenta que, en el proceso de ósmosis (someter un líquido a presión hasta que atraviesa libre de sales una membrana), hay que emplear grandes cantidades de energía, de las que una parte importante se pierde en forma de calor. Así, resulta que, con las desalinizadoras, se contribuye al calentamiento de la atmósfera y se aumenta la salinidad de los acuíferos en los que se vierte la salmuera o del mar. El proyecto de DIS, según cuenta su director general, Pedro Lenzol, consta de una planta normal, como la descrita, y un sistema para evaporar y desecar el sobrante. Mediante tratamientos químicos previos al último paso se aíslan los sulfatos y se extraen las sustancias basadas en el calcio y el magnesio (de alto valor en la agricultura). Por último, con otro proceso de secado, se obtiene cloruro sódico (sal común), con algunas impurezas, pero que puede ser utilizado en la industria y en las carreteras para evitar la formación de hielo. Para estos procesos se utiliza un motor que genera energía eléctrica y cuyo calor residual se aprovecha al máximo, con lo que se eleva la eficiencia energética. La planta prototipo de Sucina ha servido para probar la eficacia del sistema, al producir 800 metros cúbicos de agua al día con una concentración de sales inferior 0,2 gramos por litro, cuando la que reciben de un pozo cercano ronda el gramo por litro. Los excedentes de sales y energía son considerados subproductos de la cadena y susceptibles de comercializarse a un precio de mercado. El resultado, como el de cualquier planta desalinizadora, es un agua tan carente de sales que, mezclándola con la de los pozos en la proporción adecuada se obtendría un recurso de primera calidad para riego. Recién salida de fábrica, también puede ser utilizada en la industria como agua prácticamente destilada. Una de las claves del proceso es el motor o planta de cogeneración de gas natural licuado o biomasa, un sistema que ha hecho a DIS acreedor del Régimen Especial por el que se regula la producción energética eficiente o renovable y el productor recibe primas basadas en la tarifa media. Además de reconocerse la utilización del calor residual de un motor de 1.500 kilovatios, algo más de 2.000 caballos de vapor, también se tiene en cuenta que puede funcionar con biomasa, algo para lo que los técnicos de DIS están trabajando en la actualidad. Seis años de andadura La historia de este proyecto comienza en 2002 como una idea original de José Clavel, que pronto se rodeó de técnicos experimentados en agricultura, desalinización y depuración de aguas. Conocedor desde su infancia de la zona del Campo de Murcia, donde se sitúa la planta prototipo, Clavel encontró allí el apoyo de la empresa Golf Mar Menor S.A., que cedió el terreno y la explotación del pozo de la finca Peysa en el paraje de La Peraleja. El acuífero contiene aguas salobres y son éstas las que se tratan desde hace dos años. Las aguas que ahora produce la planta de Sucina están destinadas al riego de campos de golf y jardines, pendientes de otros procesos que permitan asegurar su uso en cultivos de huerto y frutales e incluso para consumo humano. No fue fácil la andadura de DIS, después de dos años diseñando el prototipo, la primera fase se construyó en 2004. Sin embargo, este primer paso fue en falso y hubo que reconstruir toda la infraestructura en 2006, debido a fallos fundamentales que echaron por tierra todo el proyecto. En el diseño, la construcción y la gestión del prototipo, han colaborado el Instituto de Fomento de Murcia, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial y las universidades politécnicas de Cartagena y de Madrid. Además, contaron con subvenciones para investigación y desarrollo de los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER). A principios de este año, un grupo de inversores especializados en el sector de las energías renovables se suma al proyecto para iniciar la fase de comercialización de la patente. Un precio sostenible Los productos finales, el agua, la sal y la electricidad, se pueden comercializar a «precios sostenibles», por lo que no es necesario una subvención. El director comercial de DIS, José Luis Alonso, asegura que, incluyendo todos los costes de producción, la comercialización de los productos es rentable, siempre y cuando la distribución y el transporte no suban demasiado el precio final. Este negocio podría ser aun más lucrativo si, por ejemplo, se tratasen aguas que fueran ricas en silicio o litio, elementos clave para muchas industrias y que convertirían una planta de desalinización en una auténtica «mina de oro», en palabras de José Clavel. Las aguas residuales de la industria o de las ciudades también pueden ser objeto de este tratamiento. Es más, los responsables de DIS consideran que al final de toda estación de depuración de aguas residuales (EDAR) debe haber una desalinizadora, ya que la primera elimina los residuos orgánicos pero no las sales. El resultado sería un agua reutilizable en la industria y que evitaría vertidos contaminantes al mar o a los acuíferos.