Mallorca estrena un sistema de riego proyectado en 1974

Jue, 21/02/2008

El País

Mallorca ha puesto en marcha el plan de regadío de Sa Marineta, iniciado en 1974, en tiempos de Franco. Junto con esta obra, se restauran acequias y albercas en perfecto uso diseñadas hace 1.000 años por los payeses musulmanes derrotados y esclavizados en 1229. Los recientes periodos de sequía y la salinización del agua subterránea por sobreexplotación de los acuíferos obligaron a crear en los años noventa una red de desalinizadoras de agua de mar para asegurar en Baleares el suministro doméstico al millón de habitantes y a los más de 13 millones de turistas anuales. El boom demográfico, el éxito del turismo de masas y el desarrollismo urbanístico funcionaron ajenos a los planes y los proyectos rurales.
En los años sesenta del pasado siglo, el Instituto Nacional de Colonización franquista comenzó las perforaciones de pozos. Pasaron regímenes, ministerios, reformas, planes, organismos, decretos, obras, gastos y paralizaciones. Los pocos payeses insulares del siglo XXI 'mantienen el paisaje y la naturaleza, son agentes medioambientales', según dijeron a los regantes de las localidades de Petra, Ariany, Llubí, Santa Maria y Sóller el presidente balear, el socialista Francesc Antich, y la ministra de Agricultura, Elena Espinosa.
El farmacéutico Alomar de Llubí (Mallorca) murió hace 30 años sin ver llegar a su parcela el agua del plan de regadío de interés nacional de Sa Marineta, al que se apuntó mientras su hijo era un activista contra la dictadura en la Universidad de Barcelona. 'No sé cuándo llegará el caudal', comenta éste, el heredero Celestí Alomar, geógrafo y ex consejero balear de Turismo, delegado de Costas, titular de la finquita de secano Sa Verdera, propiedad secular de su familia.
Los tres últimas generaciones Alomar han visto cómo el suelo rural se abandonaba y se convertía en apetecidas parcelas para segundas residencias. El peso de la agricultura en Baleares ha caído al 1,5 % del PIB. El negocio del ocio y los servicios -el turismo- es la locomotora de más del 80% de una economía estacional que junto a la demanda creada por el urbanismo salvaje agotó los recursos hídricos. Pero el turismo y las ciudades generan muchas aguas negras para reciclar, reutilizables después para regar campos.
Los ayudas del Estado y de la comunidad balear impulsan el uso austero del agua subterránea, el gasto agrícola del agua terciaria procedente de las aguas residuales que se depuran en las más de 100 instalaciones cercanas a núcleos urbanos. No se tira agua sucia al mar y se quiere evitar lanzar la reciclada.
Los regadíos de interés nacional del franquismo y de la transición, nutridos desde los pozos perforados, eran de dimensiones faraónicas. 'Casi no quedan payeses para usar el agua y los caudales previstos no son tan cuantiosos', observa Antoni Rodríguez, investigador y ex director balear de Recursos Hídricos.
En 2008, el agua para uso agrícola de las perforaciones de Sa Marineta Llubí-Muro abastece grandes zonas urbanas y turísticas de la bahía de Palma (un millón de metros cúbicos al año) y de la periferia litoral de Mallorca, donde se salinizaron los acuíferos. Toda el agua de Mallorca procede del cielo, de la lluvia, y el mar amenaza con filtraciones. En verano, un chivato detecta cuándo las reservas subterráneas bajan y la intrusión de agua marina amenaza desde la bahía de Alcúdia.
La sequía y la falta de agua de boca en Mallorca no son un cuento: En 1995 y durante tres años, el agua del río Ebro llegó hasta Palma en barcos desde Tarragona con 45.000 toneladas de agua en las bodegas. Una red de desalinizadoras de agua de mar en todas las islas asegura el suministro de boca.