El trasvase brasileño de la discordia

Dom, 30/09/2007

La Vanguardia

Una grúa enorme escarba en un barro espeso.

Poco a poco, un hilo de agua se abre paso entre el fango. Un topógrafo del ejército brasileño hace mediciones. Al fondo, el majestuoso río São Francisco, el Velho Chico, uno de los ríos más míticos de Brasil: 2.863 kilómetros a través de las tierras secas del sertão. Estoy a ocho kilómetros de Cabrobó (Pernambuco), en la fazenda Tucutu. Unos 50 hombres del segundo Batallón de Ingeniería del Ejército trabajan sin cesar. Un corro de curiosos -campesinos de ropas sucias- observan las maniobras. La mayor obra de ingeniería del Gobierno Lula, el polémico trasvase del río São Francisco, está en marcha. En este punto arranca el denominado eje norte del trasvase, que llevará agua a lo largo de más de 400 kilómetros hasta los estados de Ceará, Paraiba y Río Grande do Norte. El teniente coronel Pudin, uno de los responsable del batallón, explica con entusiasmo:

-Gracias a nueve estaciones de bombeo vamos a subir el agua unos 300 metros. La previsión es que nos quedemos unos quince meses.

Tres hombres -piel negra, sobreros a lo cowboy- observan el movimiento de maquinaria y hombres. Miran obnubilados el lodazal. 'Comenzaron las obras y no tenemos adónde ir. El canal va a pasar por nuestras casas. Como nosotros hay muchos que tiene que irse. Me dieron 200 reales, nada más', afirma João Pires (nombre ficticio), el más anciano de los tres. A su lado, el ministro de Integración Nacional, Geddel Vieira posa para unos fotógrafos: 'Llegó la hora de los pobres. El agua no es un privilegio para ricos'. João Pires mira al ministro: 'Vivimos en la margen del río y no tenemos agua potable en casa. No entiendo por qué se la llevan a 400 kilómetros'. ¿El agua del trasvase llegará realmente a 12 millones de personas, como promete el presidente Lula? ¿No es el presupuesto ( 3.500 millones de dólares) demasiado alto? ¿Por qué los indígenas de las tribus truká y tumbalaá están en pie de guerra? ¿Por qué todos los movimientos sociales de Brasil se oponen frontalmente a uno de los proyectos estrella de Lula?

Conflicto de intereses

La polémica está servida. El trasvase, que parecía haber naufragado después de la huelga de hambre del obispo de la ciudad de Barra, don Luiz Cappio, en noviembre de 2005, renació. Silencioso. Sin armar mucho ruido. Sin debate. Sin votación en el Congreso. Las obras comenzaron a principios de junio, por imposición directa del gobierno central. Y con muchas sospechas de que el agua va a ser utilizada para regadíos e intereses económicos. 'El trasvase sólo atiende a los intereses de multinacionales y va a provocar conflictos sociales, civiles, económicos y políticos. Es grave utilizar recursos públicos para favorecer unidades de producción privadas, destinadas para exportación, principalmente frutas, etanol y criaderos de gambas', afirma Derli Casali, del Movimiento de los Pequeños Agricultores (MPA). Y es que el propio Gobierno Lula ya ha reconocido off the record que apenas un porcentaje del agua del trasvase va a servir para uso urbano. El Consejo Misionero Indígenista (CIMI), fundado hace décadas por el catalán Pere Casaldàliga, denuncia que el Gobierno ya ha admitido que el 70% de las aguas del trasvase serán utilizadas para regadíos, el 26% para uso urbano e industrial y apenas el 4% para consumo humano. 'Es una vergüenza que Lula vaya a realizar un trasvase que va a servir a las grandes empresas. El precio del agua se disparará. Y quien no tenga recursos no va a poder pagarla', afirma Alexandre Gonçalves, coordinador de la campaña del río São francisco de la Comisión Pastoral de la Terra (CPT), una de las organizaciones más activas contra el trasvase.
El precio del agua del trasvase, según un estudio de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp), será en el año 2015 entre 5 y 6 veces más cara. 'El valor medio del metro cúbico subirá para 0,1467 de reales. Quien va a pagar el coste del trasvase es el consumidor', afirma el profesor Celso Carneiro, autor del informe.

Y la realidad reseca y paupérrima de Cabrobó habla por si misma. '¿Agua? No, en casa no tengo. No puedo pagar la cuenta', asegura Regina Ribeiro, una anciana desarrapada, mientras camina descalza por las calles destartaladas de Cabrobó, al lado del rio São Francisco. El barrio que se extiende a la orilla es un conjunto de casas de madera y ladrillos desnudos.

Paisaje pos trasvase

Rebobinando 200 kilómetros de río. Rescato una imagen/visión de lo que puede ocurrir después del trasvase de la discordia. Alrededores de Petrolina, próspera ciudad pernambucana en el margen izquierdo del río São Francisco. Un canal descomunal con nombre de político (Nilo Coelho) pasa a escasos metros del asentamiento agrícola Agua Viva II, donde residen unas 100 personas. Está legalizado por el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (Incra). Sin embargo, no tiene agua potable. La Compañía de Desarrollo del Valle del São Francisco (Codevasf), responsable por el canal, se niega a llevar agua al asentamiento. 'Venimos aquí y robamos agua, con tubos que nosotros mismos colocamos', afirma María das Graças de Souza. Hace unos meses, su hija Jessica, de 14 años, murió mientras cogía agua potable. 'Subió al canal, colocó la manguera y se cayó', asegura María das Graças entre llantos.

El valle de Petrolina (que incluye también la populosa y caótica ciudad de Juazeiro, en el estado de Bahia) es un vergel. Verde sobre verde. Cultivos de frutas, caña de azúcar. Y hasta viñedos. Domingos Rocha, presidente del Síndicato de los Trabajadores de la Agroindustria (Sintagro), hace un resumen apocalíptico sobre la instalación de grandes empresas en la región: 'Hay miles de intoxicaciones por el uso abusivo de agrotóxicos. Situaciones laborales de casi esclavitud. La monocultura del etanol va a acabar con la región'. Domingos me lleva a Juazeiro, al otro lado del río, y me muestra los canales de agua que la Codevasf ha puesto al servicio de Agrovale, una empresa que explota caña de azúcar y que produce 450.000 litros diarios de alcohol para producir etanol. 'Posee la mayoría de las tierras de la región. Tienen varias denuncias por trabajo esclavo', afirma Domingos. Llegamos al Proyecto Salitre, patrocinado por la Codevasf. Al lado de un canal de agua de 8,2 kilómetros se extiende el campamento Valle del Salitre del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). 'Es injusto que las tierras con agua sean para las empreas y a nosotros nos quieran enviar al desierto. Reivindicamos el derecho a una tierra digna', afirma Severino Alves, uno de los líderes del asentamiento. ¿Serán los 800 kilómetros de canales del trasvase del río São Francisco parecidos al del proyecto Salitre? ¿Grandes compañías aprovechándose del agua en detrimento de la población? La voz de don Luiz de Caprio, obispo antitrasvase que me recibió en la diócesis de la ciudad bahiana de Barra, para flotar sobre el acampamento Valle del Salitre: 'Quien tiene dinero, saca agua del río. No hay control sobre ella'.

¿Existe alguna alternativa al trasvase faraónico de Lula? La solución que más adeptos tiene es la apuntada por la Agencia Nacional de Aguas (Ana). El reciente Atlas del Nordeste, elaborado por la agencia, demostró que con la mitad de los recursos destinados al trasvase (apenas con 1.700 millones de dólares) se resolvería el déficit hídrico para consumo humano de 34 millones de personas de 1.356 municipios de nueve estados del nordeste. En total, son 530 pequeñas obras que harían innecesario el trasvase de Lula. Para Derli Casadis, Movimiento de los Pequeños Agricultores, las soluciones son obvias: 'Aplicar las más de 100 tecnología populares para captar agua, sobre todo, tras la lluvia, y acceso a los más de 70.000 pozos naturales de la región'.

Inauguración de obras

Flash back. Día D. 15 de junio. Alrededores de Cabrobó. Cuartel general del Batallón de Ingeniería de Teresina. Inauguración oficial de las obras del trasvase. Una horda de campesinos espera la llegada del ministro de Integración Nacional (Geddel Vieira), del gobernador de Pernambuco (Eduardo Campos) y de varios políticos favorables al trasvase. Continúan llegando autobuses llenos de personas. El helicóptero de los políticos se retrasa. Los militares ayudan a los campesinos a colocar pancartas. 'Bienvenidos, Geddel, gracias por el trasvase'. En un bar improvisado al lado del campamento, hombres borrachos cuentan chistes. Un hombre de ojos enrojecidos reconoce que está aquí 'sólo porque un político me paga la comida'. Otro afirma que los políticos de su municipio han fletado autobuses para todo el mundo. Llega el helicóptero. Geddel sube al palco: 'Gracias, mi gente, por este caluroso recibimiento. Gracias por apoyar el trasvase'. Entre el público, un anciano con polvo en la cara mira atónito. '¿Está a favor del trasvase?', le pregunto.

-¿Qué trasvase? No sé, me han traído en autobús... -responde confuso.
Tras los camiones militares, el helicóptero y los coches oficiales se esconde la pequeña favela Mae Rosa. Casas de madera sucias, llenas de mosquitos, sin agua potable. Abel Manoel de Silva, de 70 años, pregunta sobre la comitiva política: '¿Qué hacen acá? ¿van a asfaltar las calles del barrio por fin?'. La fiesta política continúa. Aplausos. Pancartas visibles. Diputados saludando. Recuerdo un cuento de Gabriel García Márquez donde los asistentes de los políticos llegaban a un pueblo paupérrimo y destartalado y colocaban una tela que cubría el fondo real con un cielo azul y casas limpias. Y Tierra en trance, el mítico filme del brasileño Glauber Rocha, repleto de políticos charlatanes y demagogos rodeados de pobres felices. El ingeniero Rómulo Macedo, coordinador general del trasvase, explica para un corro de oyentes los beneficios de las obras: 'El agua llegará a 126 ciudades. A 12 millones de personas'. Cuando llega la pregunta incómoda (¿el Gobierno va a garantizar que el agua va a ser para uso humano y no para regadíos?), Rómulo responde con prepotencia y arrogancia:

-Ustedes desviaron el río Ebro para regadíos. Nosotros no.

-El trasvase del Ebro se paró. El plan alternativo consigue el mismo agua con menos recursos.
Grita. Insulta. Resopla desconcertado. Francisco Jácome, de la asesoría técnica, calma los ánimos. 'Apenas retiraremos 26,4, metros cúbicos por segundo de agua, lo que equivale al 1,4% del volumen de agua de la presa de Sobradinho', afirma Jácome. ¿Por qué entonces las obras del eje norte están siendo preparadas para 99 metros cúbicos por segundo? 'En años de lluvias, el plan prevee hasta sacar 127 metros cúbicos por segundo', matiza Francisco, 'además, el Ministerio de Medio Ambiente se compromete a la revitalización del río'.El alcalde de Cabrobó, Eudes Caldas, ni menciona la palabra ecología. Me confiesa al oído, entre el desfile de corbatas y aplausos comprados, que el trasvase va a ser un auténtico boom: 'Hay hasta grupos japoneses queriendo comprar tierras para regadío'.

Cuestión indígena

Isla da Assunção, al otro lado del puente de Cabrobó, territorio truká. Mosenir Araujo de Sá, uno de los caciques, me recibe con los brazos abiertos. Habla del precio del agua: 'En la isla no todo tienen agua potable. Hay gente que no puede pagarla'. A sus 33 años, Monsenir es una de las cabezas más visibles de la lucha contra el trasvase. 'Nos oponemos al trasvase porque los recursos son limitados. Influirá negativamente en la pesca y en la agricultura. También, porque es una gran mentira. Tercero, porque atraviesa nuestras tierras', asegura Monsenir con cierta rabia.

El mayor trasvase de la historia de Brasil afecta directamente a la vida de varias etnias indígenas: los pueblos tuxá, truká, pipipã, tumbalalá y kambiwá. Los canales norte y este atraviesan la aldea indígena de Caraíba, además de 34 territorios indígenas y 153 comunidades. Maria José Gomés, líder del pueblo tumbalalá y directora de enseñanza del ayuntamiento de Cabrobó, me recibe en la escuela. Una frase del mítico compositor Chico Buarque preside un muro: 'Todos juntos somos fuertes/somos flechas, somos arcos/todos en el mismo barco/no hay nada que temer'. Maria José habla de manipulación política. 'Han comprado a todos los políticos de la región. El Gobierno Lula está ofreciendo a cambio unas obras de revitalización, alcantarillados, que debería hacer por ley de todas formas', afirma María José. Mantener las obras del trasvase sin haber consultado a los pueblos indígenas afectados infringe, según el CIMI y la CPT, la Constitución Federal en su artículo 169. A pesar de que el Gobierno Lula ofreció, en un acuerdo firmado en Cabrobó, a los pueblos indígenas 18 millones de dólares para realizar obras de saneamiento básico, vivienda y salud a cambio de un apoyo al trasvase, los pueblos truká y tumbalalá, siguen oponiéndose al proyecto. 'Creen que pueden comprar a todo el mundo', asegura M. José Gomés.

Pocos días después del día D (15 de junio) un grupo de 2.000 personas invadió el lugar de las obras del trasvase. Campesinos, indígenas, religiosos, cooperantes. Desde el 26 de junio al 4 de julio, los movimientos populares, apoyados entre otros, por la Conferencia de Religiosos de Brasil, pararon literalmente las obras. 'Mostramos al pueblo brasileño todas las contradicciones del proyecto', asegura Andrea Zellhuber, coordinadora de la plataforma antitrasvase que engloba a decenas de organizaciones.

Los manifestantes fueron expulsados de la fazenda Tucutú. Y las obras, con bombo, platillo y circo, continúan. De poco sirvió que el procurador general de la República, Antonio Fernando de Souza, pidiese al Tribunal Supremo Federal la suspensión de las obras por diversas ilegalidades. El trasvase del río São Francisco, un antiguo sueño del emperador Pedro II, parece irrevocable. 2.863,3 kilómetros después de su nacimiento, el río São Francisco se encuentra con un erizado océano Atlántico. Fatigado, apenas empuja a las furiosas olas. Y el océano se come la tierra. El Gobierno asegura que el volumen del río en el estuario es de 2.700 metros cúbicos por segundo. João Alves filho, ex ministro y estudioso del río São Francisco, asegura, citando a la Compañía Hidrelétrica del São Francisco, que el caudal de 400 metros cúbicos por segundo. Wellinton Gonçalves, que me lleva en una embarcación hacia el estuario, no conoce las cifras, apenas los hechos: 'Antes había 17 empresas de arroz. Ahora hay dos. Se ha secado todo. Compramos arroz importado'.

Me traslado mentalmente al delta del Ebro. Oigo/recuerdo nítidamente un grito (No al trasvasament) mientras llego al océano y contemplo un faro solitario, anclado hace años en la tierra, rodeado de agua salada y olas agresivas.

El Consejo Misionero Indigenista fundado por Casaldàliga, denuncia que sólo un 4% del agua será destinado al consumo humano