¿Desaparecerá la playa de La Concha?
Lun, 01/10/2007
El 'Esperanza' de Greenpeace navega entre icebergs.
Existen muchas desaveniencias sobre la causa del deshielo de los Polos.
¿Desaparecerá la playa de La Concha como consecuencia del cambio climático o por el contrario se convertirá, junto a parte de mares y ríos del planeta, en una pista de patinaje sobre hielo? Las autoridades políticas se muestran muy preocupadas por la climatología y su incidencia en el planeta. Protocolos de actuación, cumbres como la de la pasada semana en la sede de la ONU con la presencia de los máximos dirigentes mundiales. ¿Qué será de nosotros?
El objetivo de la citada cumbre tenía como propósito «dar un impulso político» a la renovación del compromiso de Kioto. Pero no todos están de acuerdo con las tesis de la ONU, y es que el debate sobre el futuro de la Tierra enfrenta a dos posturas científicas totalmente contrarias. La más conocida asegura que las crecientes emisiones de CO2 aceleran el efecto invernadero. Como consecuencia de las emisiones, experimentaríamos un aumento incesante de calor que causaría sequías, deshelaría los polos, provocaría inundaciones y se comería kilómetros de costa. Es, por llamarla de alguna forma, la teoría oficial, al tratarse de la defendida por la ONU.
En el otro lado de la balanza, muchos científicos consideran que el cambio de las corrientes marinas y la llegada de un nuevo ciclo solar provocarán la llegada de una edad de hielo en un futuro inmediato. Ambas posturas se amparan en estudios científicos, por lo que es difícil saber a qué atenerse.
La ONU, y su Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicaron el pasado abril un informe elaborado por 2.500 científicos en el que mostraron sin tapujos los efectos que, según sus estudios, sufrirá la Tierra por culpa del CO2, que acelera el efecto invernadero. Estiman que la tierra sufrirá un incremento de tres grados para 2050. Creen que las sequías provocarían la extinción de especies marinas comerciales y plantas y la destrucción de ecosistemas. Asimismo, el informe contempla que la mayor parte de los glaciares del Himalaya se derretirán para 2030. Las inundaciones provocarían la migración de más de 200 millones de personas.
Pero las consecuencias irían más allá. El IPCC cifra en 29.000 millones de toneladas la cantidad de CO2 vertida a la atmósfera cada año, volumen que contribuye a aumentar la acidez de los océanos, lo que a su vez amenaza a los arrecifes coralinos y al plancton. El IPCC estima que la selva amazónica se vería muy afectada.
CO2 versus ciclos solares
Pero la comunidad científica no se pone de acuerdo sobre la influencia de estas toneladas. Los detractores de la teoría de la ONU cifran en 6.000 millones de toneladas al año de C02 la cantidad emitida por el hombre a consecuencia de la actividad industrial. Apuntan que sólo al respirar emitimos 2.500 millones de toneladas, y consideran que esta cifra no puede provocar un cambio climático.
Pese a que el IPCC vierte todas las culpas del cambio sobre el CO2, algunos científicos como el ruso Khabibullo Abdusamatov, director de la estación espacial internacional de astrometría, consideran que éste viene provocado, en gran medida, por el nuevo ciclo solar que llegaría a su cúspide en el 2080, provocando una glaciación.
Esta vertiente de pensamiento ofrece como argumento la denominada pequeña edad de hielo; un periodo que se extendió desde mediados del siglo XIV hasta el siglo XIX, durante el cuál las temperaturas fueron anormalmente bajas. No hubo explicación para este fenómeno hasta que el astrónomo Edward Maunder, tras estudiar los archivos históricos de las observaciones del Sol a principios del siglo XX, detectó que el astro rey había presentado un número bajísimo de manchas solares. Según afirma esta corriente de científicos, los ciclos solares son matemáticos. Existen manchas cíclicas que regulan el clima del sistema solar y cuando desaparecen, el planeta se enfría.
En este sentido, Abdusamatov afirma que empezaremos a observar un descenso de temperatura entre 2012 y 2015, que culminará en 2060 dando paso a una era glacial que prevé durará 60 años.
Existen desaveniencias entorno a las temperaturas. La IPCC apuntó que 2005 y 1998 fueron los años más cálidos desde que hay registros. Sin embargo, Steve McIntyre, investigador canadiense, advirtió un error informático en el registro de temperaturas del Instituto Goddard de la NASA. Tras recalcular, 1998 dejó de ser el año más caluroso en EE UU. Los cifras desde el año 2000 mostraban una temperatura 0,15 grados mayor a la cifra anterior, y mal calculada. Ahora, 1934 figura como el año con temperaturas más altas de la historia reciente, aunque los niveles de CO2 eran sensiblemente menores. El tercer año más caluroso en EE UU, tras 1998, fue 1921.
Deshielo y mareas
Los dos grupos teóricos asumen que el deshielo es un hecho innegable y problemático en partes del Ártico. Los afines a la postura de la ONU creen que se debe al aumento de temperaturas, culpando de nuevo a las emisiones de CO2. La otra tesis cree que se debe a ciclos naturales. Según estudios de especialistas como Petr Chylek o Johanessen, el Ártico se enfría cada vez más y el hielo en Groelandia está aumentando.
Según quienes apoyan la tesis extraoficial, el deshielo refuerza la posible futura glaciación. En la actualidad, las corrientes llevan las aguas cálidas desde los trópicos hasta latitudes más elevadas, evitando la congelación de estas zonas. En los polos, el agua se enfría y es empujada de vuelta hacia el sur -las corrientes calientes circulan por la superficie, las frías por el fondo del mar-.
El deshielo, según la corriente científica que vaticina una glaciación, liberaría una gran cantidad de agua dulce que modificaría el funcionamiento de las corrientes y les haría perder fuerza. Las latitudes más elevadas se congelarían. Así, uno de los máximos expertos mundiales en este apartado, Wally Broecker, indica que la corriente del Golfo, que calienta el hemisferio Norte, está perdiendo fuerza y se parará en 2100.
El retroceso de los glaciares, y esto no es una hipótesis, ha aumentado el nivel del mar 0,5 milímetros al año entre 1961 y 2003, y unos 0,8 milímetros entre 1993 y 2003. La ONU estima que el nivel del mar podría subir hasta 59 centímetros en el próximo siglo. Por contra, el geólogo alemán Ulrich Berner, quien cree que los ciclos solares son ninguneados por la ONU, considera que esta previsión es exagerada.
La situación no es nada clara, demasiados interrogantes acerca de lo que nos espera. Todas las partes parecen tener razón amparándose en la ciencia pero por desgracia, nadie vaticina una situación no catastrófica.
Existen muchas desaveniencias sobre la causa del deshielo de los Polos.
¿Desaparecerá la playa de La Concha como consecuencia del cambio climático o por el contrario se convertirá, junto a parte de mares y ríos del planeta, en una pista de patinaje sobre hielo? Las autoridades políticas se muestran muy preocupadas por la climatología y su incidencia en el planeta. Protocolos de actuación, cumbres como la de la pasada semana en la sede de la ONU con la presencia de los máximos dirigentes mundiales. ¿Qué será de nosotros?
El objetivo de la citada cumbre tenía como propósito «dar un impulso político» a la renovación del compromiso de Kioto. Pero no todos están de acuerdo con las tesis de la ONU, y es que el debate sobre el futuro de la Tierra enfrenta a dos posturas científicas totalmente contrarias. La más conocida asegura que las crecientes emisiones de CO2 aceleran el efecto invernadero. Como consecuencia de las emisiones, experimentaríamos un aumento incesante de calor que causaría sequías, deshelaría los polos, provocaría inundaciones y se comería kilómetros de costa. Es, por llamarla de alguna forma, la teoría oficial, al tratarse de la defendida por la ONU.
En el otro lado de la balanza, muchos científicos consideran que el cambio de las corrientes marinas y la llegada de un nuevo ciclo solar provocarán la llegada de una edad de hielo en un futuro inmediato. Ambas posturas se amparan en estudios científicos, por lo que es difícil saber a qué atenerse.
La ONU, y su Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicaron el pasado abril un informe elaborado por 2.500 científicos en el que mostraron sin tapujos los efectos que, según sus estudios, sufrirá la Tierra por culpa del CO2, que acelera el efecto invernadero. Estiman que la tierra sufrirá un incremento de tres grados para 2050. Creen que las sequías provocarían la extinción de especies marinas comerciales y plantas y la destrucción de ecosistemas. Asimismo, el informe contempla que la mayor parte de los glaciares del Himalaya se derretirán para 2030. Las inundaciones provocarían la migración de más de 200 millones de personas.
Pero las consecuencias irían más allá. El IPCC cifra en 29.000 millones de toneladas la cantidad de CO2 vertida a la atmósfera cada año, volumen que contribuye a aumentar la acidez de los océanos, lo que a su vez amenaza a los arrecifes coralinos y al plancton. El IPCC estima que la selva amazónica se vería muy afectada.
CO2 versus ciclos solares
Pero la comunidad científica no se pone de acuerdo sobre la influencia de estas toneladas. Los detractores de la teoría de la ONU cifran en 6.000 millones de toneladas al año de C02 la cantidad emitida por el hombre a consecuencia de la actividad industrial. Apuntan que sólo al respirar emitimos 2.500 millones de toneladas, y consideran que esta cifra no puede provocar un cambio climático.
Pese a que el IPCC vierte todas las culpas del cambio sobre el CO2, algunos científicos como el ruso Khabibullo Abdusamatov, director de la estación espacial internacional de astrometría, consideran que éste viene provocado, en gran medida, por el nuevo ciclo solar que llegaría a su cúspide en el 2080, provocando una glaciación.
Esta vertiente de pensamiento ofrece como argumento la denominada pequeña edad de hielo; un periodo que se extendió desde mediados del siglo XIV hasta el siglo XIX, durante el cuál las temperaturas fueron anormalmente bajas. No hubo explicación para este fenómeno hasta que el astrónomo Edward Maunder, tras estudiar los archivos históricos de las observaciones del Sol a principios del siglo XX, detectó que el astro rey había presentado un número bajísimo de manchas solares. Según afirma esta corriente de científicos, los ciclos solares son matemáticos. Existen manchas cíclicas que regulan el clima del sistema solar y cuando desaparecen, el planeta se enfría.
En este sentido, Abdusamatov afirma que empezaremos a observar un descenso de temperatura entre 2012 y 2015, que culminará en 2060 dando paso a una era glacial que prevé durará 60 años.
Existen desaveniencias entorno a las temperaturas. La IPCC apuntó que 2005 y 1998 fueron los años más cálidos desde que hay registros. Sin embargo, Steve McIntyre, investigador canadiense, advirtió un error informático en el registro de temperaturas del Instituto Goddard de la NASA. Tras recalcular, 1998 dejó de ser el año más caluroso en EE UU. Los cifras desde el año 2000 mostraban una temperatura 0,15 grados mayor a la cifra anterior, y mal calculada. Ahora, 1934 figura como el año con temperaturas más altas de la historia reciente, aunque los niveles de CO2 eran sensiblemente menores. El tercer año más caluroso en EE UU, tras 1998, fue 1921.
Deshielo y mareas
Los dos grupos teóricos asumen que el deshielo es un hecho innegable y problemático en partes del Ártico. Los afines a la postura de la ONU creen que se debe al aumento de temperaturas, culpando de nuevo a las emisiones de CO2. La otra tesis cree que se debe a ciclos naturales. Según estudios de especialistas como Petr Chylek o Johanessen, el Ártico se enfría cada vez más y el hielo en Groelandia está aumentando.
Según quienes apoyan la tesis extraoficial, el deshielo refuerza la posible futura glaciación. En la actualidad, las corrientes llevan las aguas cálidas desde los trópicos hasta latitudes más elevadas, evitando la congelación de estas zonas. En los polos, el agua se enfría y es empujada de vuelta hacia el sur -las corrientes calientes circulan por la superficie, las frías por el fondo del mar-.
El deshielo, según la corriente científica que vaticina una glaciación, liberaría una gran cantidad de agua dulce que modificaría el funcionamiento de las corrientes y les haría perder fuerza. Las latitudes más elevadas se congelarían. Así, uno de los máximos expertos mundiales en este apartado, Wally Broecker, indica que la corriente del Golfo, que calienta el hemisferio Norte, está perdiendo fuerza y se parará en 2100.
El retroceso de los glaciares, y esto no es una hipótesis, ha aumentado el nivel del mar 0,5 milímetros al año entre 1961 y 2003, y unos 0,8 milímetros entre 1993 y 2003. La ONU estima que el nivel del mar podría subir hasta 59 centímetros en el próximo siglo. Por contra, el geólogo alemán Ulrich Berner, quien cree que los ciclos solares son ninguneados por la ONU, considera que esta previsión es exagerada.
La situación no es nada clara, demasiados interrogantes acerca de lo que nos espera. Todas las partes parecen tener razón amparándose en la ciencia pero por desgracia, nadie vaticina una situación no catastrófica.