UNA DE EMBALSES

Dom, 09/09/2007

El Periódico

Cristina Narbona afronta sus últimos seis meses al frente del Ministerio de Medio Ambiente sin haber cumplido sus compromisos hidráulicos con Aragón. Si los primeros tiempos de su mandato fueron magníficos para los intereses de la comunidad, con la derogación del trasvase del Ebro y con el apoyo económico decidido al plan de riberas de Zaragoza, no puede decirse lo mismo respecto de las obras de regulación pendientes que se han quedado relegadas. Como salta a la vista, no se han producido avances significativos ni en el Gállego, ni en el Aragón ni en el Ésera, auténticas piedras angulares del futuro hidráulico de la región.
La justificación inicial del retraso radicaba en la necesidad de alcanzar nuevos acuerdos locales, tras una temporada de aguas revueltas, pero un año después de haberse obtenido los consensos a los que vinculaba Medio Ambiente el impulso inversor, las grandes obras duermen el sueño de los justos. El motivo se ha convertido ya pues en excusa. Recuerdo perfectamente un encuentro que mantuve con Narbona en marzo del 2005. Preguntada por las presas congeladas la ministra contestó que se harían aquellas que de verdad fueran necesarias y que no fueran irracionales o de excesivo impacto ambiental.
Entonces, ya se había adoptado tácita o explícitamente tres decisiones importantes: abandonar Santaliestra, reducir la cota de embalse en Yesa adaptando el proyecto inicial y reestudiar el plan previsto en Biscarrués para Riegos del Altoaragón. Pasados dos años y medio, y pese a que Aragón hizo los deberes al materializar acuerdos básicos entre las partes, ninguna de las obras a debate se ha desatascado, e incluso algunos compromisos que adoptó Medio Ambiente han sido dilapidados por acción u omisión.
Yesa es el caso más flagrante. Por esas mismas fechas, la ministra fue muy lejos y se comprometió en una jornada en Ejea, en pleno corazón de la zona regable, a agilizar al máximo los trámites de recrecimiento a cota media. De haberse cumplido su compromiso, el proyecto modificado ya habría superado todos los trámites y la obra se encontraría camino de su conclusión en el 2009.
Pasado el tiempo, se ha descubierto que el compromiso público de Narbona no pasaba de ser una mera declaración de intenciones sin más base que el voluntarismo de quien apenas llevaba un año en el ministerio. Como no podía ser de otra forma, la valoración ante el incumplimiento de quienes velan por los intereses de la región beneficiada, ha sido airada.
Javier Lambán , alcalde de Ejea, presidente de la diputación provincial y secretario provincial del PSOE, ha sido explícito en su crítica hacia la ministra. En una reacción atípica por tratarse de compañeros de partido, ha llegado a afirmar que en la comarca ya no se fían de Narbona.
El asunto no es baladí. De Yesa no solo depende la consolidación del sistema de riegos de Bardenas; la traída de agua del Pirineo a Zaragoza también aparece condicionada a la nueva capacidad de embalse sobre el río Aragón. En cambio, el asunto no parece preocupar demasiado en la capital, algo sorprendente habida cuenta la pésima calidad del líquido captado del canal que ahora sale por los grifos de la ciudad. Solo hay que comparar el agua que se sirve aquí con la de otras ciudades para determinar que, hoy por hoy, tenemos la peor materia prima de España pese a los esfuerzos por ofrecerla con plenas garantías de seguridad y de salubridad.
Acaso porque nuestros gurús daban por hecho que Narbona no es una ministra favorable a las obras hidráulicas --en el fondo las ve todas con enormes cautelas--, ni siquiera el siempre locuaz portavoz del Gobierno aragonés,
José Ángel Biel , aprovechó su primera comparecencia pública tras las vacaciones para lanzarle algún dardo al Ejecutivo central. El presidente del PAR se refirió a las declaraciones de Lambán --"si esto dicen de ella en su partido, ¿qué más voy a decir yo?"-- y asunto zanjando. En el fondo, la primera reunión del ejecutivo regional fue un mero trámite, que dio muestras de que el mandato que comienza va a ser de absoluta continuidad. En julio ya quedó claro que
Marcelino Iglesias
no pensaba en revolución alguna, ni siquiera en un aggiornamento
a modo de puesta a punto.
POR MÁS que se quiera dar por buena o por sobreentendida la relajación
de Narbona respecto de las obras conflictivas, que encierra además una reorientación de la política hidráulica en España, situaciones como la de Yesa son insostenibles y muy perjudiciales para Aragón. Una cosa es que se prime la reutilización, el consumo y la reorientación, principios con los que una amplia mayoría social se muestra de acuerdo, y otra bien distinta que estas nuevas premisas oculten necesidades de almacenamiento. Cumplir las directivas europeas no significa renunciar a toda obra. Minimizando impactos, repartiendo cargas y observando las normas ambientales se pueden acometer proyectos de regulación.
Treinta años después de que se inaugurara la última presa en un cauce en Aragón --del pantano del Val, junto a Tarazona, mejor no hablar--, va siendo hora de que se digan las cosas claras. Y si Narbona, con todo el derecho del mundo, no quiere hacer embalses, que lo diga abiertamente. Lo demás es marear la perdiz y colapsar con espejismos el debate político en un Aragón que, adaptando su discurso al siglo XXI, sigue necesitada de inversiones en infraestructuras básicas como el suministro de agua de calidad. Y si la presa de Yesa sigue enredada entre vericuetos burocráticos y desidia política que se diga --y se asuma-- abiertamente por quien corresponda.