La desertificación
Dom, 02/09/2007
ESPAÑA sufre una seria amenaza de desertificación, puesto que el suelo de una tercera parte de su territorio es objeto de un proceso de deterioro y, en especial, de erosión del suelo, de pérdida de terrenos fértiles y de deforestaciones debidas a incendios o a talas, que explica la depauperación de extensas zonas situadas en la ribera mediterránea y en las islas Canarias, pero también en ambas mesetas, Andalucía y Catalunya.
Las razones de la desertificación son varias y en su mayoría achacables al factor humano cuando actúa en combinación con factores climáticos. Una de las causas principales del fenómeno es la sobreexplotación de los recursos hídricos, tanto por lo que hace a las políticas de urbanización extensiva como a las de explotación agrícola intensiva, que provocan deforestaciones y erosiones de terrenos áridos, semiáridos o secos. La desertificación puede proceder también de pastoreos excesivos o incluso de prácticas deficientes de riego. Todo ello interactúa con la cada día mayor sequía climática, que, unida al mal uso del agua, acaba por hacer desaparecer las capas fértiles, en un proceso muy difícil de atajar cuando no se actúa desde el principio. Por otra parte, se trata de un fenómeno que no afecta sólo a España, sino a un tercio del planeta y a unos 1.200 millones de personas.
Hasta ahora, las preocupaciones de los gobiernos y los organismos internacionales han puesto el esfuerzo en la lucha contra el cambio climático y en la defensa de la biodiversidad del planeta. En cambio, la desertificación ha quedado relegada a un segundo nivel de atención política. Por ejemplo, la Unión Europea apenas ha intervenido en la cuestión, frente a quienes creen que debería liderar esta lucha de la misma forma que ha hecho con el cambio climático. Mañana se inaugura en Madrid la VIII conferencia de las Naciones Unidas contra la Desertificación, que reúne a 2.000 expertos que representan a 200 países, y que tiene como objetivo estudiar medidas para mitigar este proceso al que es urgente pone coto, especialmente en África.
Un fenómeno del que se sabe cuáles son las causas, pero que es preciso analizar la forma de evitarlo y, sobre todo, cuáles son las acciones que tomar. Hasta ahora, se ha actuado de forma aislada e inconexa y, por tanto, no se ha podido valorar cuáles de ellas resultaban más eficaces o menos onerosas. Por tanto, la conferencia tratará de marcar objetivos y de buscar herramientas financieras para llevarlos a cabo.
Las razones de la desertificación son varias y en su mayoría achacables al factor humano cuando actúa en combinación con factores climáticos. Una de las causas principales del fenómeno es la sobreexplotación de los recursos hídricos, tanto por lo que hace a las políticas de urbanización extensiva como a las de explotación agrícola intensiva, que provocan deforestaciones y erosiones de terrenos áridos, semiáridos o secos. La desertificación puede proceder también de pastoreos excesivos o incluso de prácticas deficientes de riego. Todo ello interactúa con la cada día mayor sequía climática, que, unida al mal uso del agua, acaba por hacer desaparecer las capas fértiles, en un proceso muy difícil de atajar cuando no se actúa desde el principio. Por otra parte, se trata de un fenómeno que no afecta sólo a España, sino a un tercio del planeta y a unos 1.200 millones de personas.
Hasta ahora, las preocupaciones de los gobiernos y los organismos internacionales han puesto el esfuerzo en la lucha contra el cambio climático y en la defensa de la biodiversidad del planeta. En cambio, la desertificación ha quedado relegada a un segundo nivel de atención política. Por ejemplo, la Unión Europea apenas ha intervenido en la cuestión, frente a quienes creen que debería liderar esta lucha de la misma forma que ha hecho con el cambio climático. Mañana se inaugura en Madrid la VIII conferencia de las Naciones Unidas contra la Desertificación, que reúne a 2.000 expertos que representan a 200 países, y que tiene como objetivo estudiar medidas para mitigar este proceso al que es urgente pone coto, especialmente en África.
Un fenómeno del que se sabe cuáles son las causas, pero que es preciso analizar la forma de evitarlo y, sobre todo, cuáles son las acciones que tomar. Hasta ahora, se ha actuado de forma aislada e inconexa y, por tanto, no se ha podido valorar cuáles de ellas resultaban más eficaces o menos onerosas. Por tanto, la conferencia tratará de marcar objetivos y de buscar herramientas financieras para llevarlos a cabo.