Los pantanos siguen bajo mínimos
Mar, 14/08/2007
La esperpéntica visión de un rebaño de ovejas pastando en pleno cauce de un pantano se torna escalofriante si se tiene en cuenta que se trata del embalse de La Fuensanta, el tercero más grande de la cuenca del Segura que, pese a todo, se encuentra al 3% de su capacidad. Es el fiel reflejo de que las lluvias y deshielos han sido otra vez pobres, y que la situación de las reservas hídricas sólo está ligeramente -un 16% frente al 13%- por encima del nivel límite del año pasado. Un equipo de La Verdad visitó tres embalses de la cuenca, todos ellos en la provincia de Albacete, para comprobar los estragos de una sequía que, a tenor de los datos de la Confederación Hidrográfica del Segura, parece que empieza a remitir. Una vez sobre el terreno, la corroboración de lo que muestran los datos se hace complicada por la engañosa apariencia de los embalses junto a las presas, muy diferente de la que tienen curso arriba. También para los lugareños y visitantes es difícil la comparación, pues la longitud de los pantanos hace que apenas unos centímetros en el nivel supongan importantes volúmenes de agua. Para empezar, en el pantano del Cenajo, el más grande de la cuenca con 437 hm3, los datos coinciden con la media de la cuenca, el 16 % del total de capacidad. Ello se aprecia en los terrenos que emergen en el embalse, con abundante vegetación que indica que nunca se llegan a sumergir. Y unas cuantas líneas en los montículos que rodean al agua y que señalan los niveles de primavera y los niveles de años de grandes precipitaciones. La escasez de agua lleva a que sea poca la que se suelta para que continúe el cauce del río, lo que hace tranquilas las aguas que bajan, amables para las carpas que, bajo la presa, chapotean ajenas a la grave situación. Abandonada la presa de El Cenajo, el trayecto remontando el río se introduce en el municipio de Yeste, en el que se encuentra el embalse de La Fuensanta, el de más raquítica situación. Su apariencia no es del todo mala, si no se va más allá de la presa. Aunque también allí es apreciable la escasez de recursos hídricos, pues el nivel apenas supera el primer escalón de la escalera que baja al fondo del pantano. Peor es la visión kilómetros más arriba, donde apenas un hilo de agua contribuye a aumentar las reservas y dar de beber a unas ovejas. Aun así, la vegetación que sustituye al agua en el curso del embalse muestra que, al menos, un rastro de humedad da vida a la zona. Fuera del cauce del Segura y particular, por su finalidad, -destinada al abastecimiento humano- está el Embalse del Taibilla. La primera visión que ofrece es la de unos riachuelos, prácticamente inertes, insuflando mínimas aportaciones al embalse y que queda complementada con la del muro de la presa, que muestra niveles de mayor esplendor a los del terrible estío.