Cada español consume al año 140 litros de agua envasada
Dom, 22/07/2007
A pesar del precio, y con la creencia de que es más segura y de mejor calidad que la del grifo, el consumo mundial de agua embotellada se dispara y sólo el año 2004 superó los 150 millones de litros Según un estudio del Instituto Worldwatch, España ocupa el sexto lugar del mundo con mayor consumo de agua embotellada (140 litros por habitante y año) debido, entre otras razones, a la comodidad y la seguridad.
Aunque la lista está encabezada por Estados Unidos e Italia, países como Méjico, China e India también se han apuntado a esta sed de agua envasada. Desde la Asociación Nacional de Empresas de Aguas de Bebida Envasadas se indica que España es, además, el cuarto productor y consumidor europeo de aguas minerales naturales, sólo superado por Italia, Alemania y Francia. A pesar del precio, y con la creencia de que es más segura y de mejor calidad que la del grifo, el consumo mundial de agua embotellada aumenta a un ritmo anual de un 12%, llegándose a superar en el año 2004 los 150 millones de litros. Sólo en el periodo 1994-2004, China multiplicó por dos la demanda, mientras que en India se triplicó. La tendencia del mercado es ofrecer al consumidor agua cada vez más sofisticada (con vitaminas, aromas, sabores), de procedencia exótica (islas Fiji), y envases con novedosos diseños. Sin ventajas específicas Emily Arnold y Janet Larsen, del Earth Policy Institute, organización estadounidense dedicada a la promoción del desarrollo sostenible, afirman en una investigación que para fabricar todas las botellas de agua que se consumen al año en Estados Unidos se utiliza el equivalente a 1,5 millones de barriles de petróleo diarios, los mismos que necesitan 100.000 automóviles para desplazarse durante un año. La mayor demanda de agua embotellada puede llevar aparejada una falta de sensibilidad ecológica ya que produce un gasto de recursos y de energía, puede sobreexplotar los manantiales y acuíferos e incrementa los residuos. De esta forma, el coste de una botella de agua puede llegar a ser hasta 1.000 veces superior al del agua corriente. Los expertos calculan que un metro cúbico de agua envasada en un país industrializado puede costar entre 350 y 700 euros, mientras que el mismo volumen de agua corriente es inferior a dos euros. La revista Consumer Eroski publica un artículo en el que se afirma que lo que de verdad encarece el producto final no es el agua. Catherine Ferrier, investigadora de la Universidad de Ginebra, afirma en un estudio que el 90% como mínimo del coste real de una botella de agua se lo lleva el embotellado, el transporte, la distribución o las campañas de marketing que han sabido explotar sus productos en una época en la que los ciudadanos están cada vez más preocupados por la salud y la calidad de vida. Controles del suministro público La administración española advierte que el agua envasada carece de ventajas específicas y demostradas para la salud y que el suministro público tiene controles suficientes para garantizar su calidad. En este sentido, un estudio realizado el año pasado por la Organización de Consumidores y Usuarios en medio centenar de capitales concluía que ninguna de ellas superaba el límite legal de trihalometanos (sustancias volátiles peligrosas para la salud) y, sólo tres (Cáceres, Ciudad Real y Lugo) estaban por encima del límite recomendado. En cuanto a la calidad de las aguas envasadas que se consumen en España, Consumer Eroski analizó ocho conocidas marcas, concluyendo que todas cumplían con la normativa. Para Arnold y Larsen el consumo de agua envasada no ayuda a resolver los problemas mundiales de agua y proponen ampliar y mejorar el tratamiento de aguas y el saneamiento de los sistemas ya creados. Naciones Unidas ha puesto en marcha un plan de acción cuyo objetivo es que en el año 2015 se reduzca a la mitad el número de personas que carecen de agua potable y de saneamiento. En la actualidad hay más de 1.100 millones de seres humanos que utilizan para beber y asearse agua procedente de fuentes insalubres y más de 2.400 millones que carecen de sistemas de limpieza y alcantarillado. Para facilitar el desarrollo sostenible, la ONU considera que habría que duplicar los 11.000 millones de euros que se destinan cada año a abastecimiento y saneamiento, cifra que puede asumirse con los más de 70.000 millones que se calculan como gasto anual de agua envasada.
Aunque la lista está encabezada por Estados Unidos e Italia, países como Méjico, China e India también se han apuntado a esta sed de agua envasada. Desde la Asociación Nacional de Empresas de Aguas de Bebida Envasadas se indica que España es, además, el cuarto productor y consumidor europeo de aguas minerales naturales, sólo superado por Italia, Alemania y Francia. A pesar del precio, y con la creencia de que es más segura y de mejor calidad que la del grifo, el consumo mundial de agua embotellada aumenta a un ritmo anual de un 12%, llegándose a superar en el año 2004 los 150 millones de litros. Sólo en el periodo 1994-2004, China multiplicó por dos la demanda, mientras que en India se triplicó. La tendencia del mercado es ofrecer al consumidor agua cada vez más sofisticada (con vitaminas, aromas, sabores), de procedencia exótica (islas Fiji), y envases con novedosos diseños. Sin ventajas específicas Emily Arnold y Janet Larsen, del Earth Policy Institute, organización estadounidense dedicada a la promoción del desarrollo sostenible, afirman en una investigación que para fabricar todas las botellas de agua que se consumen al año en Estados Unidos se utiliza el equivalente a 1,5 millones de barriles de petróleo diarios, los mismos que necesitan 100.000 automóviles para desplazarse durante un año. La mayor demanda de agua embotellada puede llevar aparejada una falta de sensibilidad ecológica ya que produce un gasto de recursos y de energía, puede sobreexplotar los manantiales y acuíferos e incrementa los residuos. De esta forma, el coste de una botella de agua puede llegar a ser hasta 1.000 veces superior al del agua corriente. Los expertos calculan que un metro cúbico de agua envasada en un país industrializado puede costar entre 350 y 700 euros, mientras que el mismo volumen de agua corriente es inferior a dos euros. La revista Consumer Eroski publica un artículo en el que se afirma que lo que de verdad encarece el producto final no es el agua. Catherine Ferrier, investigadora de la Universidad de Ginebra, afirma en un estudio que el 90% como mínimo del coste real de una botella de agua se lo lleva el embotellado, el transporte, la distribución o las campañas de marketing que han sabido explotar sus productos en una época en la que los ciudadanos están cada vez más preocupados por la salud y la calidad de vida. Controles del suministro público La administración española advierte que el agua envasada carece de ventajas específicas y demostradas para la salud y que el suministro público tiene controles suficientes para garantizar su calidad. En este sentido, un estudio realizado el año pasado por la Organización de Consumidores y Usuarios en medio centenar de capitales concluía que ninguna de ellas superaba el límite legal de trihalometanos (sustancias volátiles peligrosas para la salud) y, sólo tres (Cáceres, Ciudad Real y Lugo) estaban por encima del límite recomendado. En cuanto a la calidad de las aguas envasadas que se consumen en España, Consumer Eroski analizó ocho conocidas marcas, concluyendo que todas cumplían con la normativa. Para Arnold y Larsen el consumo de agua envasada no ayuda a resolver los problemas mundiales de agua y proponen ampliar y mejorar el tratamiento de aguas y el saneamiento de los sistemas ya creados. Naciones Unidas ha puesto en marcha un plan de acción cuyo objetivo es que en el año 2015 se reduzca a la mitad el número de personas que carecen de agua potable y de saneamiento. En la actualidad hay más de 1.100 millones de seres humanos que utilizan para beber y asearse agua procedente de fuentes insalubres y más de 2.400 millones que carecen de sistemas de limpieza y alcantarillado. Para facilitar el desarrollo sostenible, la ONU considera que habría que duplicar los 11.000 millones de euros que se destinan cada año a abastecimiento y saneamiento, cifra que puede asumirse con los más de 70.000 millones que se calculan como gasto anual de agua envasada.