El mundo se prepara para la guerra del agua
Mar, 22/05/2007
Los visionarios aseguran que en la próxima gran guerra se luchará por el petróleo. Sin embargo, a día de hoy no es estrafalario pensar que el agua podría adelantarse como causa de disputa.
Hay signos evidentes en todo el mundo de que la escasez en el abastecimiento de agua ya está produciendo conflictos o miedo a que se produzcan. El agua está en el corazón de las tensiones en Oriente Medio, afectando a Israel y los territorios palestinos, Siria, Líbano y Jordania. Todos tienen derechos sobre el río Jordán, del que dependen para la agricultura, el agua potable y los servicios sanitarios.
Otras zonas de peligro incluyen las cuencas de los ríos Nilo, Níger y Zambezi, en África; o la disputa entre Siria y Turquía por el Tigris y el Éufrates. Incluso en las zonas sin riesgo de violencia, los países con escasos recursos están pagando el precio a través de pérdidas de productividad y ralentización del crecimiento económico.
Este mismo verano, la amenaza de sequías catastróficas no se cernirá sólo sobre África, sino también en otras zonas, como Europa. El reto es encontrar soluciones a nivel internacional, antes de que la sequía se convierta en un desastre para la economía mundial.
La contundencia de las estadísticas basta para convencer del problema tanto a economistas como a ecologistas. La ausencia de agua potable y servicios sanitarios que sufre más del 40% de la población mundial supone unos 485 miles de millones de euros cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Un informe del Banco Mundial sobre la sequía que padeció Kenia entre 1998 y 2000 asegura que uno de sus efectos directos fue la reducción en un 16% del PIB del país.
En países desarrollados, las restricciones de agua también pueden ser económicamente devastadoras. El Departamento Oceánico y Atmosférico de Estados Unidos asegura que las pérdidas en este país debidas a la sequía rondan los 8.000 millones de dólares anuales. Las restricciones en Europa en 2003 supusieron 13.000 millones de dólares para su economía, sobre todo por los efectos en las cosechas agrícolas.
Incluso en los lugares donde hay abundancia de agua, la mala gestión y la persistencia de sistemas de distribución injustos consiguen que haya gente que pase sed mientras otros llenan sus piscinas con agua mineral. Pero, ¿por qué se ha convertido de repente el agua en un elemento de preocupación para la economía mundial? Uno de los culpables es el cambio climático, que, además de disminuir las reservas de agua en algunas regiones, está causando inundaciones en las áreas donde los glaciares se están derritiendo.
Además, las necesidades de la agricultura moderna son inabarcables. Se necesitan mil toneladas de agua para producir una de cereal.
La industria también pasa sed: actividades como la producción de alimentos o la industria textil requieren enormes cantidades de agua.
La contaminación de las reservas de agua -ya sea por sal, por residuos humanos o animales o toxinas provenientes de la industria- es otro problema acuciante, particularmente en China, donde el agua destinada al consumo de 300 millones de personas, casi un cuarto de su población, está habitualmente contaminada por productos químicos, como incluso ha reconocido la agencia oficial de noticias Xinhua. Esta escasez de agua potable es uno de los pocos problemas que podrían frenar el crecimiento de China e India, asegura Bjron Stigson, presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible: "Las propias autoridades chinas reconocen que es el mayor problema al que se enfrentan".
POSIBLES SOLUCIONES
Los avances tecnológicos podrían ser una gran ayuda para paliar las diferencias entre demanda y reservas de agua. El más importante es la reutilización de agua, mediante el tratamiento de aguas residuales para que se devuelvan con seguridad a los ríos, destinarlas a usos agrícolas o usarlas en procesos industriales. La desalinización -una opción que ha sido elegida en España- es otra posibilidad, pero tiene la contrapartida de que necesita grandes cantidades de energía. Otra alternativa es la implantación de cultivos que, gracias a modificaciones genéticas, pueden utilizarse en zonas de sequía o de alta salinidad. Tanto esta opción como la desalinización no convencen a los grupos ecologistas.
Sea cual sea la técnica utilizada, el ahorro de agua será un elemento vital, sobre todo si se tiene en cuenta que la Tierra albergará cerca de 9.000 millones de personas en 2050. La salud de muchas de ellas, y también la economía mundial, dependerá de las políticas hidrológicas que se emprendan.
¿TIENE LA CULPA EL CAMBIO CLIMÁTICO?
Constantemente se habla de los efectos que el cambio climático tendrá sobre los recursos hidrológicos en el planeta. Las previsiones son que en 2080 la temperatura media haya ascendido cuatro grados, con las consecuencias que eso puede tener: aumento del nivel del mar, deshielo de glaciares, sequías y lluvias torrenciales más acusadas, etcétera. Sin embargo, según los expertos, las grandes sequías que Europa ha conocido en los últimos tiempos responden, sobre todo, a la mala gestión que se hace del agua.
Juan Pablo Pérez, vocal de Medio Ambiente del Colegio Oficial de Geólogos y gerente de Garrigues Medioambiente, explica que "estamos en una época en la que existe un excesivo afán por interpretar cualquier fenómeno natural como consecuencia del cambio climático.
Los problemas de la sequía surgen, en el 80% de los casos, de una mala gestión del agua. Hay mucho despilfarro. Sobre todo en el regadío. Además, en algunos países -entre ellos, España-, se paga hasta 20 ó 30 veces menos de lo que cuesta el agua, no hay conciencia de su precio real, sobre todo entre los agricultores, que consumen el 80% del total". Hay experiencias en otros países que demuestran la importancia del precio en el consumo. En Hungría el agua había sido subvencionada casi al completo hasta 1990, y se aumentó el precio unas quince veces. Esto provocó una reducción de la demanda del 50%. Según la OMS, la escasez de agua provoca pérdidas de 485 miles de millones de euros cada año.
Hay signos evidentes en todo el mundo de que la escasez en el abastecimiento de agua ya está produciendo conflictos o miedo a que se produzcan. El agua está en el corazón de las tensiones en Oriente Medio, afectando a Israel y los territorios palestinos, Siria, Líbano y Jordania. Todos tienen derechos sobre el río Jordán, del que dependen para la agricultura, el agua potable y los servicios sanitarios.
Otras zonas de peligro incluyen las cuencas de los ríos Nilo, Níger y Zambezi, en África; o la disputa entre Siria y Turquía por el Tigris y el Éufrates. Incluso en las zonas sin riesgo de violencia, los países con escasos recursos están pagando el precio a través de pérdidas de productividad y ralentización del crecimiento económico.
Este mismo verano, la amenaza de sequías catastróficas no se cernirá sólo sobre África, sino también en otras zonas, como Europa. El reto es encontrar soluciones a nivel internacional, antes de que la sequía se convierta en un desastre para la economía mundial.
La contundencia de las estadísticas basta para convencer del problema tanto a economistas como a ecologistas. La ausencia de agua potable y servicios sanitarios que sufre más del 40% de la población mundial supone unos 485 miles de millones de euros cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Un informe del Banco Mundial sobre la sequía que padeció Kenia entre 1998 y 2000 asegura que uno de sus efectos directos fue la reducción en un 16% del PIB del país.
En países desarrollados, las restricciones de agua también pueden ser económicamente devastadoras. El Departamento Oceánico y Atmosférico de Estados Unidos asegura que las pérdidas en este país debidas a la sequía rondan los 8.000 millones de dólares anuales. Las restricciones en Europa en 2003 supusieron 13.000 millones de dólares para su economía, sobre todo por los efectos en las cosechas agrícolas.
Incluso en los lugares donde hay abundancia de agua, la mala gestión y la persistencia de sistemas de distribución injustos consiguen que haya gente que pase sed mientras otros llenan sus piscinas con agua mineral. Pero, ¿por qué se ha convertido de repente el agua en un elemento de preocupación para la economía mundial? Uno de los culpables es el cambio climático, que, además de disminuir las reservas de agua en algunas regiones, está causando inundaciones en las áreas donde los glaciares se están derritiendo.
Además, las necesidades de la agricultura moderna son inabarcables. Se necesitan mil toneladas de agua para producir una de cereal.
La industria también pasa sed: actividades como la producción de alimentos o la industria textil requieren enormes cantidades de agua.
La contaminación de las reservas de agua -ya sea por sal, por residuos humanos o animales o toxinas provenientes de la industria- es otro problema acuciante, particularmente en China, donde el agua destinada al consumo de 300 millones de personas, casi un cuarto de su población, está habitualmente contaminada por productos químicos, como incluso ha reconocido la agencia oficial de noticias Xinhua. Esta escasez de agua potable es uno de los pocos problemas que podrían frenar el crecimiento de China e India, asegura Bjron Stigson, presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible: "Las propias autoridades chinas reconocen que es el mayor problema al que se enfrentan".
POSIBLES SOLUCIONES
Los avances tecnológicos podrían ser una gran ayuda para paliar las diferencias entre demanda y reservas de agua. El más importante es la reutilización de agua, mediante el tratamiento de aguas residuales para que se devuelvan con seguridad a los ríos, destinarlas a usos agrícolas o usarlas en procesos industriales. La desalinización -una opción que ha sido elegida en España- es otra posibilidad, pero tiene la contrapartida de que necesita grandes cantidades de energía. Otra alternativa es la implantación de cultivos que, gracias a modificaciones genéticas, pueden utilizarse en zonas de sequía o de alta salinidad. Tanto esta opción como la desalinización no convencen a los grupos ecologistas.
Sea cual sea la técnica utilizada, el ahorro de agua será un elemento vital, sobre todo si se tiene en cuenta que la Tierra albergará cerca de 9.000 millones de personas en 2050. La salud de muchas de ellas, y también la economía mundial, dependerá de las políticas hidrológicas que se emprendan.
¿TIENE LA CULPA EL CAMBIO CLIMÁTICO?
Constantemente se habla de los efectos que el cambio climático tendrá sobre los recursos hidrológicos en el planeta. Las previsiones son que en 2080 la temperatura media haya ascendido cuatro grados, con las consecuencias que eso puede tener: aumento del nivel del mar, deshielo de glaciares, sequías y lluvias torrenciales más acusadas, etcétera. Sin embargo, según los expertos, las grandes sequías que Europa ha conocido en los últimos tiempos responden, sobre todo, a la mala gestión que se hace del agua.
Juan Pablo Pérez, vocal de Medio Ambiente del Colegio Oficial de Geólogos y gerente de Garrigues Medioambiente, explica que "estamos en una época en la que existe un excesivo afán por interpretar cualquier fenómeno natural como consecuencia del cambio climático.
Los problemas de la sequía surgen, en el 80% de los casos, de una mala gestión del agua. Hay mucho despilfarro. Sobre todo en el regadío. Además, en algunos países -entre ellos, España-, se paga hasta 20 ó 30 veces menos de lo que cuesta el agua, no hay conciencia de su precio real, sobre todo entre los agricultores, que consumen el 80% del total". Hay experiencias en otros países que demuestran la importancia del precio en el consumo. En Hungría el agua había sido subvencionada casi al completo hasta 1990, y se aumentó el precio unas quince veces. Esto provocó una reducción de la demanda del 50%. Según la OMS, la escasez de agua provoca pérdidas de 485 miles de millones de euros cada año.