Una política eficaz del agua
Lun, 05/02/2007
El grupo de expertos de la ONU sobre el clima emitió el pasado viernes en París su advertencia más dura sobre el calentamiento del planeta: la actividad humana es responsable el calentamiento global. Se trata del aviso más serio dado nunca por el Comité Intergubernamental sobre Cambio Climático -2.500 científicos de 130 países- , que hasta ahora sólo reconocía que era "muy probable" que esto estuviese ocurriendo.
Este grave problema se manifestará en España con un descenso de las lluvias en verano y un aumento general de las temperaturas, según el Instituto Nacional de Meteorología. Es decir, si se cumplen las previsiones, el calentamiento global tendrá un impacto crítico sobre el agua, pero éste será mayor en España que en otros países desarrollados. Y no sólo por una elemental razón de latitud geográfica. Por ello es ineludible una sensibilidad especial en las políticas a seguir. Hasta el extremo de que el agua necesita "una nueva ética en el mundo", como se encargó de recalcar en París el responsable español de la Dirección General del Agua. No parece que una política dispersa entre las distintas comunidades autónomas sea la fórmula más eficaz de afrontar, a nivel nacional, un problema así. Las comunidades han empezado a subir los cánones y crear tasas para cobrar más por el agua. Todas exploran, cada una por su lado, distintas fórmulas para subir el precio de un bien cada vez más escaso. Es indiscutible que España debe adaptarse a la Directiva Marco del Agua, que entre otras cosas exige la unificación de los precios del agua en toda la UE. Para ello tiene de plazo hasta 2010, pero también resulta contradictorio que en uno de los países más secos de la Unión el precio del agua sea tres veces inferior al de, por ejemplo, Finlandia. El 66% del agua consumida en España lo es en riegos -en demasiados casos por inundación- y, según los menos catastrofistas, no menos del 12% se pierde por falta de calidad en la red de transporte. Una política común y más eficaz, que aproveche entre otras cosas las 1.300 grandes presas -más por habitante que en ningún país-, será mucho más eficaz que la dispersión
Este grave problema se manifestará en España con un descenso de las lluvias en verano y un aumento general de las temperaturas, según el Instituto Nacional de Meteorología. Es decir, si se cumplen las previsiones, el calentamiento global tendrá un impacto crítico sobre el agua, pero éste será mayor en España que en otros países desarrollados. Y no sólo por una elemental razón de latitud geográfica. Por ello es ineludible una sensibilidad especial en las políticas a seguir. Hasta el extremo de que el agua necesita "una nueva ética en el mundo", como se encargó de recalcar en París el responsable español de la Dirección General del Agua. No parece que una política dispersa entre las distintas comunidades autónomas sea la fórmula más eficaz de afrontar, a nivel nacional, un problema así. Las comunidades han empezado a subir los cánones y crear tasas para cobrar más por el agua. Todas exploran, cada una por su lado, distintas fórmulas para subir el precio de un bien cada vez más escaso. Es indiscutible que España debe adaptarse a la Directiva Marco del Agua, que entre otras cosas exige la unificación de los precios del agua en toda la UE. Para ello tiene de plazo hasta 2010, pero también resulta contradictorio que en uno de los países más secos de la Unión el precio del agua sea tres veces inferior al de, por ejemplo, Finlandia. El 66% del agua consumida en España lo es en riegos -en demasiados casos por inundación- y, según los menos catastrofistas, no menos del 12% se pierde por falta de calidad en la red de transporte. Una política común y más eficaz, que aproveche entre otras cosas las 1.300 grandes presas -más por habitante que en ningún país-, será mucho más eficaz que la dispersión