Las lluvias caídas en la región durante los últimos dos meses han aportado un volumen hídrico a los embalses madrileños de 250 hectómetros cúbicos
Sáb, 09/12/2006
Está siendo lo nunca visto. Nadie recuerda un otoño tan pasado por agua como el que estamos viviendo. En el registro histórico del Canal de Isabel II, que se remonta cien años atrás, es difícil encontrar un año que presente un índice de embalsamiento de aguas tan elevado como el presente.
Desde el pasado 1 de octubre, inicio del año hidrológico, hasta el 30 de noviembre los embalses administrados por la institución madrileña han registrado unas aportaciones de agua de 250 hectómetros cúbicos.
Para hacerse una idea de lo que significa tan bestial volumen líquido, basta saber que la media histórica del Canal es de 80 hectómetros cúbicos. Es decir, las abundantes lluvias caídas en este periodo, han triplicado con creces los índices medios.
Tan exageradas aportaciones han situado el nivel medio de los pantanos en el 65,19%, según las informaciones recogidas ayer en el Canal de Isabel II. Un volumen por fortuna muy superior al de 2005, año de sequía, que arrojó un preocupante 59,1% de media anual. Es decir, 559 hectómetros cúbicos.
Tan impresionante aporte hídrico llama aún más la atención si se tiene en cuenta el intenso periodo de sequía del que venimos.
A comienzos del pasado mes de octubre la capacidad media de los embalses madrileños estaba por debajo del 30% de su volumen total. Dramática escasez consecuencia de dos últimos años especialmente secos.
Los expertos consideran que este anormal régimen hídrico es la consecuencia directa de los importantes cambios climáticos que se han producido en el último siglo. El constatado aumento de las temperaturas es el más conocido. Aunque no el único. Las prolongadas sequías como las padecidas durante gran parte de 2006 es otra de ellas.
Y esta parece que va a ser la tendencia del clima, un errático régimen de precipitaciones donde las severas sequías serán interrumpidas por periodos de intensas lluvias.
Como el diluvio caído en nuestras cuencas durante los dos últimos meses. Una lluvia tan copiosa que obligaron la semana pasada a abrir las compuertas de El Vado. Este pequeño embalse represa el Alto Jarama y, a pesar de estar situado en la provincia de Guadalajara, lo administra el Canal de Isabel II.
Se abrieron sus aliviaderos por motivos de seguridad, ya que el Jarama ha provocado numerosas inundaciones a lo largo de la historia por causa de sus importantes avenidas. Las más importantes de los últimos tiempos sucedieron en los años 1989, 1991 y 1995.
En aquellas temporadas, el desbordamiento del río obligó a desalojar parte de los habitantes de las 60 poblaciones que se vieron afectadas por las crecidas. Las pérdidas ocasionadas por el desbordamiento de 1989 superaron los 1.000 millones de pesetas de entonces, seis millones de euros.
El embalse de El Vado superó la pasada semana el 80% de sus 56 hectómetros cúbicos de capacidad. Los técnicos consideran que su capacidad de embalsamiento no debe superar los 45 hectómetros cúbicos, para evitar el riesgo de colapso de la presa y el consiguiente peligro de inundación de la campiña jarameña.
Ayer, El Vado mantenía un nivel del 82,5%, a pesar de los continuos alivios de su capacidad. No era el único con tan elevados niveles. Cinco de los 14 embalses madrileños se encontraban ayer por encima del 80% de su volumen máximo. Y uno de ellos, el de Valmayor, estaba a punto de romper aguas, puesto que registraba el 93,6% de su capacidad total.
Cada embalse es un mundo y resulta diferente su nivel de resguardo y volumen máximo recomendable. Quedan determinados por las características técnicas del muro, circunstancias del vaso y otras parecidas.
Según fuentes del Canal de Isabel II, hasta el momento sólo se ha procedido a aliviar el volumen máximo de El Vado, pero de seguir esta tendencia no se descarta hacer lo propio con algunos de los más rebosantes los próximos días.
Con el fin de prevenir futuras sequías, los del Canal de Isabel II declararon su intención de realizar un estudio para recargar los acuíferos con los excedentes de agua.
Tales intenciones han desatado las críticas de las organizaciones ecologistas, como Greenpeace, que califica tales planes de «descabellados», sugiriendo mejor clausurar los más de 19.000 pozos ilegales de la región, que roban más de los 70 hectómetros cúbicos que se pretenden inyectar en el subsuelo.
Desde el pasado 1 de octubre, inicio del año hidrológico, hasta el 30 de noviembre los embalses administrados por la institución madrileña han registrado unas aportaciones de agua de 250 hectómetros cúbicos.
Para hacerse una idea de lo que significa tan bestial volumen líquido, basta saber que la media histórica del Canal es de 80 hectómetros cúbicos. Es decir, las abundantes lluvias caídas en este periodo, han triplicado con creces los índices medios.
Tan exageradas aportaciones han situado el nivel medio de los pantanos en el 65,19%, según las informaciones recogidas ayer en el Canal de Isabel II. Un volumen por fortuna muy superior al de 2005, año de sequía, que arrojó un preocupante 59,1% de media anual. Es decir, 559 hectómetros cúbicos.
Tan impresionante aporte hídrico llama aún más la atención si se tiene en cuenta el intenso periodo de sequía del que venimos.
A comienzos del pasado mes de octubre la capacidad media de los embalses madrileños estaba por debajo del 30% de su volumen total. Dramática escasez consecuencia de dos últimos años especialmente secos.
Los expertos consideran que este anormal régimen hídrico es la consecuencia directa de los importantes cambios climáticos que se han producido en el último siglo. El constatado aumento de las temperaturas es el más conocido. Aunque no el único. Las prolongadas sequías como las padecidas durante gran parte de 2006 es otra de ellas.
Y esta parece que va a ser la tendencia del clima, un errático régimen de precipitaciones donde las severas sequías serán interrumpidas por periodos de intensas lluvias.
Como el diluvio caído en nuestras cuencas durante los dos últimos meses. Una lluvia tan copiosa que obligaron la semana pasada a abrir las compuertas de El Vado. Este pequeño embalse represa el Alto Jarama y, a pesar de estar situado en la provincia de Guadalajara, lo administra el Canal de Isabel II.
Se abrieron sus aliviaderos por motivos de seguridad, ya que el Jarama ha provocado numerosas inundaciones a lo largo de la historia por causa de sus importantes avenidas. Las más importantes de los últimos tiempos sucedieron en los años 1989, 1991 y 1995.
En aquellas temporadas, el desbordamiento del río obligó a desalojar parte de los habitantes de las 60 poblaciones que se vieron afectadas por las crecidas. Las pérdidas ocasionadas por el desbordamiento de 1989 superaron los 1.000 millones de pesetas de entonces, seis millones de euros.
El embalse de El Vado superó la pasada semana el 80% de sus 56 hectómetros cúbicos de capacidad. Los técnicos consideran que su capacidad de embalsamiento no debe superar los 45 hectómetros cúbicos, para evitar el riesgo de colapso de la presa y el consiguiente peligro de inundación de la campiña jarameña.
Ayer, El Vado mantenía un nivel del 82,5%, a pesar de los continuos alivios de su capacidad. No era el único con tan elevados niveles. Cinco de los 14 embalses madrileños se encontraban ayer por encima del 80% de su volumen máximo. Y uno de ellos, el de Valmayor, estaba a punto de romper aguas, puesto que registraba el 93,6% de su capacidad total.
Cada embalse es un mundo y resulta diferente su nivel de resguardo y volumen máximo recomendable. Quedan determinados por las características técnicas del muro, circunstancias del vaso y otras parecidas.
Según fuentes del Canal de Isabel II, hasta el momento sólo se ha procedido a aliviar el volumen máximo de El Vado, pero de seguir esta tendencia no se descarta hacer lo propio con algunos de los más rebosantes los próximos días.
Con el fin de prevenir futuras sequías, los del Canal de Isabel II declararon su intención de realizar un estudio para recargar los acuíferos con los excedentes de agua.
Tales intenciones han desatado las críticas de las organizaciones ecologistas, como Greenpeace, que califica tales planes de «descabellados», sugiriendo mejor clausurar los más de 19.000 pozos ilegales de la región, que roban más de los 70 hectómetros cúbicos que se pretenden inyectar en el subsuelo.