El nuevo 'chapapote' de Cee. Las riadas de octubre y la ceniza de los incendios de agosto traen a la costa gallega una réplica del fuel del 'Prestige'

Mar, 31/10/2006

El Mundo

Si la zona de la Costa de la Muerte es con frecuencia el centro de todas las desgracias, el pueblo de Cee ha sido en esta ocasión el epicentro de la catástrofe ocasionada por las riadas registradas en el presente mes de octubre.
Los vecinos de esta localidad coruñesa acaban de comprobar en estos días cómo los lodos arrastrados por las correntías, procedentes de los montes colindantes arrasados el pasado mes de agosto por los voraces incendios forestales, se han convertido en una réplica de aquel repugnante chapapote vertido de las tripas del Prestige.
Sirviendo de línea divisoria entre las Rías Bajas y las Altas, Cee es un pueblo con clara vocación de ciudad de servicios. No en vano acoge el hospital comarcal, centros de formación, administraciones públicas y una amplia oferta comercial. Sus gobernantes hablan a menudo de «urbe en esencia».
Al igual que el resto del litoral del noroeste, la costa ceense fue literalmente invadida por el fuel del buque panameño embarrancado en noviembre de 2002.
Sin recuperarse todavía de los devastadores efectos de aquella catástrofe, la comarca, bautizada por los romanos como Finis Terrae, sufrió en sus carnes la herida de las llamas de los multitudinarios fuegos que convirtieron en cenizas una buena parte de la superficie arbolada. Ya en su momento afloró entre los ciudadanos la preocupación por los irreparables daños que podrían causar las lluvias al caer sobre un suelo desprotegido. Las precipitaciones llegaron, y de forma torrencial.
Pero antes hicieron su aparición los huracanados vientos del Gordon que el Atlántico nos trajo desde el Caribe. En esta ocasión, fue también Cee uno de los puntos negros, llegando a verse escenas imposibles: un árbol que superaba el medio siglo de vida dentro del salón de un chalé.
Semiolvidadas ya estas adversidades, superadas en dimensión por las que se fueron sucediendo, los vecinos del cercano pueblo de A Xunqueira fueron sorprendidos a lo largo de este mes por un total de cuatro riadas, que dejaron la localidad bajo un manto de lodo.
Impotentes y sin poder hacer nada para frenar los torrentes de agua, los ciudadanos vivieron trágicas escenas. Por algún tiempo, transformaron las calles de su pueblo en los canales de la italiana Venecia, en los que las góndolas eran sustituidas por coches en flotación. Buena parte de los establecimientos comerciales quedaron anegados, registrándose pérdidas millonarias que ahora el Consorcio de Compensación de Seguros y las ayudas de la Administración tratan de resarcir.
Pero además de los destrozos causados en la capital municipal, las lluvias originaron otros desperfectos, dejando la infraestructura viaria del medio rural prácticamente intransitable. Llegaron incluso a paralizar la actividad de los hornos de ferroaleaciones de la empresa Ferroatlántica, que da empleo a 300 personas, y que, según su director, Carlos Oliete, ha sufrido un daño importante. «Tuvimos cuantiosas pérdidas», dice, «por lo que reclamamos soluciones».
Contra las mariscadoras
Otro efecto colateral de la alta pluviosidad registrada, después de tres años de relativa sequía, es el que estos días padecen las mariscadoras que ganan el pan de sus hijos extrayendo almeja y berberecho en las playas de Cee y Corcubión. Dichos arenales, castigados ya por la contaminación orgánica y de hidrocarburos, quedaron ahora cubiertos por el sedimento que arrastraron las correntías. Esto, junto con la baja salinidad por el exceso de agua dulce, ha provocado que buena parte de los moluscos bivalvos estén ya muertos. Las profesionales del marisqueo demandan soluciones y medios para extraer la polución de su único campo de trabajo.
La compleja situación que atraviesan los ceenses ha ocasionado que a la localidad se estén desplazando numerosos responsables políticos, entre ellos el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes e hijo de la villa, Francisco Caamaño; el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, además de varios conselleiros. Todos coinciden en que lo ocurrido tiene como principales motivos el estado que presentan los montes calcinados y las concentradas precipitaciones. A ello hay que sumar los problemas estructurales de urbanismo que sufre un pueblo que, en su día, ganó mucho terreno al mar y levantó aceleradamente multitud de edificaciones, escondiendo los cauces naturales de los ríos, que ahora buscan encima del asfalto su natural salida al océano.
Como soluciones, los representantes públicos se han comprometido a articular ayudas para los afectados, así como a ejecutar aquellas obras que sean necesarias para corregir los citados déficit estructurales, por las que pasan la ampliación de los existentes canales que surcan la villa.
Mientras tanto, el alcalde ceense, el popular Antonio Domínguez, que cifró todos los daños, públicos y privados, en unos 18 millones de euros, demanda que las ayudas y acciones se concreten y agilicen. «Hay obras que no pueden esperar y situaciones que urge solucionar», apunta. Con ello coincide plenamente el presidente de la Federación de Empresarios de la Costa de la Muerte, José Gabín, quien reclama medidas «ya» para reflotar el comercio.
Ventajas de la adversidad, la única administración de loterías de la localidad, O As de Ouros, está batiendo todos los récords en ventas. Le son demandados décimos desde ciudades como Madrid o Barcelona, entre otros muchos puntos de la geografía española. El ciudadano confía en que la Diosa Fortuna compense tanta desgracia. Y es que soñar no cuesta nada.