La CHE estudia el agua subterránea para usarla como apoyo en sequías. El volumen de agua de los acuíferos del Ebro equivale a dos tercios del que cabe en los pantanos.
Sáb, 14/10/2006
La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) está chequeando las condiciones cualitativas y cuantitativas de las masas subterráneas de agua de la cuenca para utilizarlas como fuente alternativa de suministro en caso de sequía. La iniciativa figura en el Segundo Protocolo de Actuación ante Situaciones de Sequía, cuyos trabajos deben dar lugar, en principio a lo largo del año que viene, a un plan definitivo de actuaciones concretas para afrontar las épocas de escasez de recursos.
Según explicaron fuentes de la Oficina de Planificación Hidrológica (OPH) de la CHE, entre el 24% y el 40% de los 18 billones de litros que circulan anualmente, de forma superficial, por los ríos de la cuenca, provienen de masas subterráneas, de las que salen tras generar los procesos naturales de carga y descarga de los acuíferos para ir a parar a sistemas superficiales como ríos, manantiales o lagos, entre otros.
Estas cifras revelan la existencia de un volumen de más de 5 billones de litros catalogado como recursos renovables . Es dedir, el agua circulante bajo tierra una vez descontado el equivalente su caudal ecológico , la cantidad necesaria para garantizar la supervivencia de los pozos tanto en la vertiente cualitativa como en la cualitativa.
De ese elevado volumen de agua, en la cuenca del Ebro solo se explotan anualmente entre 240.000 y 300.000 millones de litros, lo que supone apenas un 5% del total. De ellos, únicamente unos 50.000 van destinados a los abastecimientos urbanos, según explicaron las fuentes consultadas en el organismo de cuenca.
PANTANOS OCULTOS Los cinco billones de litros de agua subterránea de la cuenca equivalen a dos terceras partes de los 7,4 que suman los embalses construidos a lo largo del cauce del Ebro y de sus afluentes.
Los técnicos de la Confederación están trabajando en varias líneas marcadas por el protocolo, cuya finalidad es "diseñar las infraestructuras necesarias para detectar las sequías y paliar sus efectos", explicaron fuentes del organismo de cuenca. La de las aguas subterráneas es una de ellas.
A principios de este año, la CHE cumplió con el primer hito de la Directiva Marco referente a los pozos: definir con concreción las masas de agua, tanto superficiales como subterráneas, de la cuenca. La del Ebro fue una de las pocas confederaciones que tenía trabajo adelantado, ya que durante la elaboración del Plan Hidrológico del Ebro --aprobado en 1996-- sus técnicos tenían catalogadas las regiones
de pozos con criterios hidrogeológicos.
SISTEMA DE CONTROL Ahora, mediante la instalación de una red de estaciones de control, el objetivo de la CHE es conocer las inercias
de las masas de agua subterránea para definir su explotación de forma conjunta con las superficiales durante las épocas de escasez con la finalidad de optimizar los recursos de la cuenca. La inercia es la tendencia de los acuíferos a soltar agua cuando se cargan, es decir, a incrementar las descargas --la aportación a las masas superficiales-- para volver a situarse en su nivel habitual.
Algunos acuíferos tienen inercias hiperanuales, es decir, que la duración de sus ciclos de carga y descarga es superior a los doce meses. Esto supone que --tal y como ha ocurrido en los dos últimos años-- cuando los ríos sufren mermas de caudal al comenzar los periodos de sequía, determinadas masas subterráneas conservan sus niveles y los incrementan. Por el contrario, cuando finalizan las temporadas de escasez, los ríos se recuperan mientras este tipo.
Según explicaron fuentes de la Oficina de Planificación Hidrológica (OPH) de la CHE, entre el 24% y el 40% de los 18 billones de litros que circulan anualmente, de forma superficial, por los ríos de la cuenca, provienen de masas subterráneas, de las que salen tras generar los procesos naturales de carga y descarga de los acuíferos para ir a parar a sistemas superficiales como ríos, manantiales o lagos, entre otros.
Estas cifras revelan la existencia de un volumen de más de 5 billones de litros catalogado como recursos renovables . Es dedir, el agua circulante bajo tierra una vez descontado el equivalente su caudal ecológico , la cantidad necesaria para garantizar la supervivencia de los pozos tanto en la vertiente cualitativa como en la cualitativa.
De ese elevado volumen de agua, en la cuenca del Ebro solo se explotan anualmente entre 240.000 y 300.000 millones de litros, lo que supone apenas un 5% del total. De ellos, únicamente unos 50.000 van destinados a los abastecimientos urbanos, según explicaron las fuentes consultadas en el organismo de cuenca.
PANTANOS OCULTOS Los cinco billones de litros de agua subterránea de la cuenca equivalen a dos terceras partes de los 7,4 que suman los embalses construidos a lo largo del cauce del Ebro y de sus afluentes.
Los técnicos de la Confederación están trabajando en varias líneas marcadas por el protocolo, cuya finalidad es "diseñar las infraestructuras necesarias para detectar las sequías y paliar sus efectos", explicaron fuentes del organismo de cuenca. La de las aguas subterráneas es una de ellas.
A principios de este año, la CHE cumplió con el primer hito de la Directiva Marco referente a los pozos: definir con concreción las masas de agua, tanto superficiales como subterráneas, de la cuenca. La del Ebro fue una de las pocas confederaciones que tenía trabajo adelantado, ya que durante la elaboración del Plan Hidrológico del Ebro --aprobado en 1996-- sus técnicos tenían catalogadas las regiones
de pozos con criterios hidrogeológicos.
SISTEMA DE CONTROL Ahora, mediante la instalación de una red de estaciones de control, el objetivo de la CHE es conocer las inercias
de las masas de agua subterránea para definir su explotación de forma conjunta con las superficiales durante las épocas de escasez con la finalidad de optimizar los recursos de la cuenca. La inercia es la tendencia de los acuíferos a soltar agua cuando se cargan, es decir, a incrementar las descargas --la aportación a las masas superficiales-- para volver a situarse en su nivel habitual.
Algunos acuíferos tienen inercias hiperanuales, es decir, que la duración de sus ciclos de carga y descarga es superior a los doce meses. Esto supone que --tal y como ha ocurrido en los dos últimos años-- cuando los ríos sufren mermas de caudal al comenzar los periodos de sequía, determinadas masas subterráneas conservan sus niveles y los incrementan. Por el contrario, cuando finalizan las temporadas de escasez, los ríos se recuperan mientras este tipo.