La sequía deja los caudales de varios ríos en mínimos históricos La escasez de lluvias aumenta la demanda de agua de los regadíos para salvar los cultivos
Dom, 09/07/2006
La sequía es un déficit de precipitaciones", explican Manuel Omedas, jefe de la Oficina de Planificación de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), y Rogelio Galván, encargado de los temas relacionados con la sequía en el mismo organismo, que insisten en que "es un fenómeno recurrente", y para nada extraordinario, en la cuenca. Es una zona mediterránea en la que los años ofrecen grandes diferencias de precipitaciones y de escorrentía. Tantas como para que el caudal de algunos ríos ofrezca proporciones de 8 a 1 entre los años de mayor y menor volumen de precipitaciones.
El Ebro ha tenido años de 23.000 hectómetros cúbicos, pero también de 4.000. Éste será de los segundos. Según los datos facilitados por la CHE, apenas supera en Tortosa los 2.000 hectómetros cuando faltan tres meses --los más secos: julio, agosto y septiembre-- para cerrar el año hidrológico. El pantano de Reinosa, en la cabecera, apenas ha recogido este año la mitad de lluvia que en un año bueno. Solo vivió ejercicios más secos de 1986 a 1989. Si no llueve en abundancia el próximo invierno, todo el eje del Ebro tendrá problemas el próximo año.
RÍOS BAJO MÍNIMOS La sequía, en la que a la falta de lluvia se añade la sublimación de buena parte de la nieve caída en invierno, ha provocado un desplome de las aportaciones como consecuencia del cual algunos ríos aragoneses atraviesan el año más seco desde que existen datos: el Aragón ha aportado de octubre a junio 224,2 hectómetros en Yesa, cuando en todo el año hidrológico 1965-1966 llegó a 817,2; el Ésera ha dejado 127,8 en Barasona, 501 menos que en la campaña 1958-1959, y la Tranquera únicamente ha recibido 18,7 del Piedra, que en 1968, por el contrario, prácticamente cuadruplicó ese volumen. Mediano, con 302,2 hectómetros del Cinca en nueve meses, solo estuvo peor en el 75 y en el 2004. En la margen derecha, el río Pena ha llevado al pantano del mismo nombre la cuarta parte del agua que en un año normal. La aportación del Guadalope en Santolea ronda un tercio sobre los años más húmedos.
Según explican los expertos, las sequías cortas, como la actual, son más perjudiciales para los grandes sistemas de regadío por dos motivos: la reducción de las precipitaciones en el Pirineo aminora la aportación de los ríos, y su infrarregulación --los cauces llevan en un año normal más agua de la que cabe en los pantanos-- imposibilita el almacenamiento de reservas plurianuales.
GASTAR LOS AHORROS "En la margen derecha, por ejemplo en el Matarraña y el Guadalope, los embalses tienen un efecto de regulación hiperanual porque se gasta poca agua por prevención. La utilizan como el que recurre al dinero de un plazo fijo o de los ahorros, con mucho cuidado porque luego cuesta mucho recuperarse por las bajas aportaciones de los ríos", indican. Zonas como la cuenca del Aguas Vivas padecen un déficit hídrico estructural que hace que en sequía no estén mucho peor de lo que es habitual.
Omedas y Galván destacan que, paradójicamente, "en los años secos hace falta más agua para regar. Se reducen las precipitaciones y hay que complementar esa falta de lluvia". Por el contrario, apuntan que la retirada de cultivos libera caudales. Con todo, señalan, "los efectos sobre la población son cada vez menores". Mucho menos que a principios de siglo, cuando más de la mitad del sistema económico dependía de la producción agraria. De hecho, las sequías han sido uno de los principales factores de los movimientos demográficos en la cuenca del Ebro, en la que las épocas de escasez de más de dos años, han desertizado demográficamente el campo.
El Ebro ha tenido años de 23.000 hectómetros cúbicos, pero también de 4.000. Éste será de los segundos. Según los datos facilitados por la CHE, apenas supera en Tortosa los 2.000 hectómetros cuando faltan tres meses --los más secos: julio, agosto y septiembre-- para cerrar el año hidrológico. El pantano de Reinosa, en la cabecera, apenas ha recogido este año la mitad de lluvia que en un año bueno. Solo vivió ejercicios más secos de 1986 a 1989. Si no llueve en abundancia el próximo invierno, todo el eje del Ebro tendrá problemas el próximo año.
RÍOS BAJO MÍNIMOS La sequía, en la que a la falta de lluvia se añade la sublimación de buena parte de la nieve caída en invierno, ha provocado un desplome de las aportaciones como consecuencia del cual algunos ríos aragoneses atraviesan el año más seco desde que existen datos: el Aragón ha aportado de octubre a junio 224,2 hectómetros en Yesa, cuando en todo el año hidrológico 1965-1966 llegó a 817,2; el Ésera ha dejado 127,8 en Barasona, 501 menos que en la campaña 1958-1959, y la Tranquera únicamente ha recibido 18,7 del Piedra, que en 1968, por el contrario, prácticamente cuadruplicó ese volumen. Mediano, con 302,2 hectómetros del Cinca en nueve meses, solo estuvo peor en el 75 y en el 2004. En la margen derecha, el río Pena ha llevado al pantano del mismo nombre la cuarta parte del agua que en un año normal. La aportación del Guadalope en Santolea ronda un tercio sobre los años más húmedos.
Según explican los expertos, las sequías cortas, como la actual, son más perjudiciales para los grandes sistemas de regadío por dos motivos: la reducción de las precipitaciones en el Pirineo aminora la aportación de los ríos, y su infrarregulación --los cauces llevan en un año normal más agua de la que cabe en los pantanos-- imposibilita el almacenamiento de reservas plurianuales.
GASTAR LOS AHORROS "En la margen derecha, por ejemplo en el Matarraña y el Guadalope, los embalses tienen un efecto de regulación hiperanual porque se gasta poca agua por prevención. La utilizan como el que recurre al dinero de un plazo fijo o de los ahorros, con mucho cuidado porque luego cuesta mucho recuperarse por las bajas aportaciones de los ríos", indican. Zonas como la cuenca del Aguas Vivas padecen un déficit hídrico estructural que hace que en sequía no estén mucho peor de lo que es habitual.
Omedas y Galván destacan que, paradójicamente, "en los años secos hace falta más agua para regar. Se reducen las precipitaciones y hay que complementar esa falta de lluvia". Por el contrario, apuntan que la retirada de cultivos libera caudales. Con todo, señalan, "los efectos sobre la población son cada vez menores". Mucho menos que a principios de siglo, cuando más de la mitad del sistema económico dependía de la producción agraria. De hecho, las sequías han sido uno de los principales factores de los movimientos demográficos en la cuenca del Ebro, en la que las épocas de escasez de más de dos años, han desertizado demográficamente el campo.