Los científicos predicen una explosión de medusas en el mar Mediterráneo
Mar, 04/07/2006
Después de más de 4.000 millones de años, las medusas se preparan para una segunda explosión. La pesca abusiva de especies depredadoras -como atunes, caballas y tortugas marinas-, el calentamiento y la contaminación del agua son el caldo de cultivo ideal para que estos primitivos animales de aspecto gelatinoso y punzantes tentáculos proliferen. El Mediterráneo, un mar cerrado donde estos factores se dan todos a la vez y concentrados, puede convertirse en un espacio de aguas viscosas y urticantes, según advierte la Agencia Europea para el Medio Ambiente.
En el verano de 2005, los bañistas de Málaga, Granada y hasta Cataluña detectaron un número anormalmente alto de medusas. Lo mismo ocurrió en otras partes del Mediterráneo. Y aunque estos episodios son impredecibles -no se puede saber si este año le tocará a Malta o al cabo de Reus-, el investigador de Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Francesc Pagés no duda de que se repetirán, y cada vez con más frecuencia.
Las causas para esta proliferación son variadas, y, en todas ellas, ha intervenido, sin querer, el ser humano. Las medusas tienen, de momento, escaso valor económico, y su efecto más inmediato es negativo: afectan a una industria básica del Mediterráneo, el turismo. Pero ya han causado otros daños.
La Agencia Europea para el Medio Ambiente les atribuye la desaparición de los bancos de anchoas en el Mar Negro. Pese a su aspecto frágil, las medusas son carnívoras: se alimentan de plancton, lo que incluye las larvas y huevos de muchas de las especies con interés comercial.
Precisamente esta fuente de alimento hace que el Mediterráneo sea uno de sus hábitats preferidos. Las orillas del mar, densamente pobladas, son una continua fuente de nutrientes (nitrógeno, compuestos fosforados, basura al fin y al cabo) que está en el origen de la alimentación de las microalgas y las diminutas especies marinas del plancton. Una apetitosa sopa que no hay medusa que desprecie.
Menos agua dulce
El aumento de la temperatura del agua (0,6 grados desde el siglo XIX) ha hecho que estos animales encuentren cada vez más zonas aptas para reproducirse. A este factor se une la urbanización de la costa y la construcción de presas en el interior. Cada vez más personas viven cerca del mar, y hay más agua dulce retenida en el interior hace que los ríos. También llueve menos. El resultado es que los ríos cada vez aportan menos agua dulce al mar. Las medusas son animales muy sensibles a la concentración de sal del agua. La necesitan para mantener un equilibrio entre los líquidos de dentro de sus membranas y el exterior (si hay mucha diferencia, la ósmosis las llenaría de agua hasta hacerlas reventar o las vaciaría). Al llegar menos agua dulce al mar, la barrera de la diferencia de concentraciones se acerca a la costa. Y, con ella, las medusas.
La mano del hombre está detrás de otro de los factores clave para que las medusas se multipliquen. La captura de grandes peces, como atunes, caballas, o la más accidental de tortugas marinas -se calcula que unas 25.000 caen cada año atrapadas en las redes de los grandes pesqueros- han dejado a las medusas sin enemigos.
Estos cuatro factores (temperatura del agua, contaminación, sobrepesca y aumento de la salinidad) hacen que las medusas estén a punto de convertir en suyo el Mare Nostrum. El ambiente es tan agradable que, aparte de las especies endémicas del Mediterráneo, otras medusas de otros orígenes hayan empezado a reproducirse en algunos rincones del mar. De nuevo, el hombre ha jugado un papel crucial en esta expansión de especies extranjeras.
A la apertura artificial del Canal de Suez se une la llegada de nuevas medusas arrastradas por los cascos de los navíos que entran en el Mediterráneo a través de Gibraltar. Hasta ahora, muchas de esas especies no sobrevivían al viaje, pero el calentamiento del agua hace que puedan cruzar el Atlántico desde zonas subtropicales hasta la enorme bañera que comparten el sur de Europa y el norte de África.
En el verano de 2005, los bañistas de Málaga, Granada y hasta Cataluña detectaron un número anormalmente alto de medusas. Lo mismo ocurrió en otras partes del Mediterráneo. Y aunque estos episodios son impredecibles -no se puede saber si este año le tocará a Malta o al cabo de Reus-, el investigador de Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Francesc Pagés no duda de que se repetirán, y cada vez con más frecuencia.
Las causas para esta proliferación son variadas, y, en todas ellas, ha intervenido, sin querer, el ser humano. Las medusas tienen, de momento, escaso valor económico, y su efecto más inmediato es negativo: afectan a una industria básica del Mediterráneo, el turismo. Pero ya han causado otros daños.
La Agencia Europea para el Medio Ambiente les atribuye la desaparición de los bancos de anchoas en el Mar Negro. Pese a su aspecto frágil, las medusas son carnívoras: se alimentan de plancton, lo que incluye las larvas y huevos de muchas de las especies con interés comercial.
Precisamente esta fuente de alimento hace que el Mediterráneo sea uno de sus hábitats preferidos. Las orillas del mar, densamente pobladas, son una continua fuente de nutrientes (nitrógeno, compuestos fosforados, basura al fin y al cabo) que está en el origen de la alimentación de las microalgas y las diminutas especies marinas del plancton. Una apetitosa sopa que no hay medusa que desprecie.
Menos agua dulce
El aumento de la temperatura del agua (0,6 grados desde el siglo XIX) ha hecho que estos animales encuentren cada vez más zonas aptas para reproducirse. A este factor se une la urbanización de la costa y la construcción de presas en el interior. Cada vez más personas viven cerca del mar, y hay más agua dulce retenida en el interior hace que los ríos. También llueve menos. El resultado es que los ríos cada vez aportan menos agua dulce al mar. Las medusas son animales muy sensibles a la concentración de sal del agua. La necesitan para mantener un equilibrio entre los líquidos de dentro de sus membranas y el exterior (si hay mucha diferencia, la ósmosis las llenaría de agua hasta hacerlas reventar o las vaciaría). Al llegar menos agua dulce al mar, la barrera de la diferencia de concentraciones se acerca a la costa. Y, con ella, las medusas.
La mano del hombre está detrás de otro de los factores clave para que las medusas se multipliquen. La captura de grandes peces, como atunes, caballas, o la más accidental de tortugas marinas -se calcula que unas 25.000 caen cada año atrapadas en las redes de los grandes pesqueros- han dejado a las medusas sin enemigos.
Estos cuatro factores (temperatura del agua, contaminación, sobrepesca y aumento de la salinidad) hacen que las medusas estén a punto de convertir en suyo el Mare Nostrum. El ambiente es tan agradable que, aparte de las especies endémicas del Mediterráneo, otras medusas de otros orígenes hayan empezado a reproducirse en algunos rincones del mar. De nuevo, el hombre ha jugado un papel crucial en esta expansión de especies extranjeras.
A la apertura artificial del Canal de Suez se une la llegada de nuevas medusas arrastradas por los cascos de los navíos que entran en el Mediterráneo a través de Gibraltar. Hasta ahora, muchas de esas especies no sobrevivían al viaje, pero el calentamiento del agua hace que puedan cruzar el Atlántico desde zonas subtropicales hasta la enorme bañera que comparten el sur de Europa y el norte de África.