El debate del agua en la EXPO 2008
Jue, 15/06/2006
A menos de dos años para que la Expo abra sus puertas en Zaragoza, las obras avanzan al ritmo previsto -incluso con la inauguración de su primer pabellón- y, pese a que los plazos son muy justos, la organización confía en que todo esté a punto para el 14 de junio de 2008.
El evento, que lleva por lema «Agua y desarrollo sostenible», supone un reto de proporciones históricas para la capital aragonesa y para el conjunto de la Comunidad, pero también es un proyecto de Estado en el que España debe proyectar su imagen más pujante (a pesar de la amenaza de cuarteamiento territorial al que el proyecto socialista la está sometiendo, la sociedad civil aún se muestra orgullosa de la única nación de la que habla la vigente Constitución, como se demostró ayer en la parálisis general del país de tres a cinco de la tarde para ver el 4-0 a Ucrania).
Y para que Zaragoza, Aragón y España lleven a cabo con éxito la Expo, es imprescindible que quede al margen de las veleidades políticas y que partidos de uno y otro signo la respalden. En la Comunidad aragonesa ya se ha conseguido la unanimidad, pero no se debe despreciar el hecho de que en Levante se vea con recelo que precisamente la región que se negó a cederles agua se erija en abanderada mundial de las soluciones hidráulicas.
Efectivamente, éste es un conflicto relativamente menor dentro del gran problema internacional sobre el futuro de un recurso escaso y sobre el que cada día, como consecuencia del aumento de población y del crecimiento económico, hay mayor demanda. Pero es fundamental atajar cualquier tentación de politizar el evento, en un sentido o en otro, aunque los procesos electorales de 2007 y 2008 pueden hacerlo difícil. Tanto la Comunidad Valenciana como Murcia están en su derecho, e incluso en su obligación, de explicar al mundo su modelo de gestión del agua en los stands que instalen en la Expo zaragozana, pero sería nocivo para aragoneses, levantinos y el resto de españoles que un evento único como éste tuviera como protagonista al trasvase del Ebro.
Del mismo modo, sería condenable que el Gobierno socialista empleara la Expo como plataforma para sacar pecho de la discutible «nueva cultura del agua», que abogaba para el Mediterráneo por unas desaladoras que aún están por demostrar su efectividad.
El evento, que lleva por lema «Agua y desarrollo sostenible», supone un reto de proporciones históricas para la capital aragonesa y para el conjunto de la Comunidad, pero también es un proyecto de Estado en el que España debe proyectar su imagen más pujante (a pesar de la amenaza de cuarteamiento territorial al que el proyecto socialista la está sometiendo, la sociedad civil aún se muestra orgullosa de la única nación de la que habla la vigente Constitución, como se demostró ayer en la parálisis general del país de tres a cinco de la tarde para ver el 4-0 a Ucrania).
Y para que Zaragoza, Aragón y España lleven a cabo con éxito la Expo, es imprescindible que quede al margen de las veleidades políticas y que partidos de uno y otro signo la respalden. En la Comunidad aragonesa ya se ha conseguido la unanimidad, pero no se debe despreciar el hecho de que en Levante se vea con recelo que precisamente la región que se negó a cederles agua se erija en abanderada mundial de las soluciones hidráulicas.
Efectivamente, éste es un conflicto relativamente menor dentro del gran problema internacional sobre el futuro de un recurso escaso y sobre el que cada día, como consecuencia del aumento de población y del crecimiento económico, hay mayor demanda. Pero es fundamental atajar cualquier tentación de politizar el evento, en un sentido o en otro, aunque los procesos electorales de 2007 y 2008 pueden hacerlo difícil. Tanto la Comunidad Valenciana como Murcia están en su derecho, e incluso en su obligación, de explicar al mundo su modelo de gestión del agua en los stands que instalen en la Expo zaragozana, pero sería nocivo para aragoneses, levantinos y el resto de españoles que un evento único como éste tuviera como protagonista al trasvase del Ebro.
Del mismo modo, sería condenable que el Gobierno socialista empleara la Expo como plataforma para sacar pecho de la discutible «nueva cultura del agua», que abogaba para el Mediterráneo por unas desaladoras que aún están por demostrar su efectividad.