Un charco en medio del desierto

Una sensación de alegría recorrió esta semana las ciudades, los pueblos y los campos de media España al ver que el cielo soltaba las primeras gotas. La lluvia se convirtió en noticia, no sólo porque provocó la muerte de cuatro personas en Girona, inundaciones y cortes en las carreteras, sino porque, después del año hidrológico más seco desde que hay registros, que ha dejado los embalses al 39% de su capacidad, pérdidas de millones de euros en la agricultura y restricciones al consumo en varias ciudades, por fin las nubes sueltan algo de agua.
Unas gotas que han salvado el cultivo de cereales de este año en Andalucía, la comunidad que comienza antes su siembra. 'Si no hubiera llovido, los agricultores tendrían que haber dejado grandes zonas en barbecho o incluso habrían tenido que cambiar de cultivo', explica Gregorio Juárez, del servicio técnico de la organización agraria Asaja. 'Les ha venido divinamente para comenzar las labores de siembra, sobre todo en la zona del Guadalquivir', añade. Las lluvias también han servido para que se reduzca el agua empleada en regar los frutales.
Otro de los colectivos más beneficiados y que había sufrido como ningún otro la falta de agua son los ganaderos, que podrán volver a sacar a pastar a sus animales, condenados a comer pienso en las granjas desde aproximadamente el mes de febrero.
Pero no todo han sido buenas noticias. Las lluvias torrenciales han destrozado algunas cosechas de cítricos y hortalizas en Girona y Alicante. En Andalucía, los cultivos de algodón, que se recogen en esta época, también han perdido calidad al mojarse.
No se puede olvidar que el déficit de lluvias era tan acusado que para recuperar el ciclo vegetativo normal en el año hidrológico actual (que empezó en septiembre de 2005), porque el anterior los agricultores lo dan 'por perdido', tendría que llover tres o cuatro veces más, según Juárez. Además, en las zonas con más sed, como la cuenca del Segura, apenas ha llovido. 'Aquí parece que estamos dejados de la mano de Dios', dice con rabia el presidente de los regantes murcianos, Francisco del Amor.
Algunos agricultores de Murcia están arrancando la mitad de los árboles frutales para intentar salvar el resto. La situación es tan crítica que la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, reconoció el viernes que es el momento de que el próximo Consejo de Ministros estudie la posibilidad de realizar un trasvase de socorro para riego del Tajo al Segura. El 1 de octubre, tan sólo se concedió un envío para consumo humano. Y es que los embalses de los que parte el trasvase, el de Entrepeñas (en Guadalajara) y el de Buendía (en Cuenca), están sedientos. Entre los dos acumulan 327 hectómetros cúbicos, tan sólo cinco hectómetros más después de las lluvias, cuando lo habitual es que almacenen más de 554 hectómetros.
El estado del resto de los pantanos debe conocerse mañana, pero la ministra ya ha lanzado un mensaje: las precipitaciones sólo han servido para 'aliviar' la situación en muchos lugares del norte peninsular, el valle del Guadalquivir y Cataluña, pero 'distan mucho de tener una incidencia significativa' en la extrema sequía.
El pronóstico es que durante las dos próximas semanas continúen los chubascos, pero a partir de esa fecha las lluvias serán 'normales o por debajo de lo normal', según el jefe de predicción del Instituto Nacional de Meteorología, Ángel Rivera. Él también considera que lo que ha llovido es tan sólo un charco en medio del desierto. Explica que esta semana se han registrado datos históricos en algunos puntos de Asturias y Cantabria, donde se han recogido más de 200 litros por metro cuadrado, pero advierte: 'El año pasado en octubre también llovió mucho, pero sólo fue la antesala de la sequía'.