¿De quién son los ríos?
Jue, 13/10/2005
El reto en materia de aguas está en pasar del tradicional enfoque de 'gestión de recurso' al moderno de 'gestión ecosistémica', tal como exige la normativa europea, según el autor, que se suma al Debate Abierto en Cinco Días sobre la administración del agua.
En el fragor del debate hidrológico, con frecuencia se plantea la pregunta ¿de quién es el agua?, para convenir que, siendo de todos, se deberían poder trasvasar, sin problemas, caudales de unas cuencas a otras. Sin embargo entiendo que la pregunta pertinente debería ser ¿de quién son los ríos? El matiz supone pasar del tradicional enfoque de gestión de recurso al moderno enfoque de gestión ecosistémica.
Para mejor entender la importancia del matiz, sugiero reflexionar, en materia de bosques públicos, sobre las preguntas ¿de quién es la madera?, en contraste con ¿de quién son esos bosques? Desde una mentalidad moderna, la clave está en la buena gestión forestal y no en la pura gestión maderera. Hemos entendido que el bosque es mucho más que un simple almacén de madera. De hecho, muchos bosques son más valiosos por sus funciones paisajísticas y ecológicas que por el valor mismo de la madera que producen. Y aun desde la perspectiva de la explotación maderera, entendemos que para disponer de este recurso, tanto hoy como en el futuro, la clave está en preservar la integridad del bosque, como ecosistema. Hemos pasado, en suma, de una visión miope de gestión del recurso a una visión más inteligente y razonable, tanto desde el punto de vista ético como incluso económico, tomando en cuenta el medio y largo plazo, además del resto de valores y servicios ambientales en juego. El reto en materia de aguas está en asumir el moderno enfoque de gestión ecosistémica que exige, de hecho, la nueva Directiva Marco de Aguas a nivel europeo. Ello supone entender que nuestros ríos, lagos y humedales son mucho más que simples canales o depósitos de agua, para pasar a considerarlos como los ecosistemas vivos que son. Ecosistemas que, además de ser fuentes renovables de agua para usos productivos, representan patrimonios ambientales y paisajísticos que marcan la identidad de territorios y pueblos, brindan servicios ambientales de un enorme valor y producen, directa o indirectamente, otros muchos recursos y bienes de tanto o más valor que el agua en sí misma. Un río o un humedal en buen estado ecológico es una macrodepuradora que regenera de forma gratuita la calidad de las aguas. Un cauce fluvial en buen estado de conservación, con sus meandros, sotos y espacios de inundación en la cuenca media, es la mejor garantía para gestionar los riesgos de inundación en la cuenca baja. Hoy sabemos que especies pesqueras como la sardina o el boquerón, en mares como el Mediterráneo, pobres en plancton, alevinan en la desembocadura de los grandes ríos, aprovechando los nutrientes continentales de las crecidas primaverales que fertilizan la vida de las plataformas continentales. Hoy sabemos que las arenas de las playas proceden, no tanto de la erosión costera de las olas, como de la erosión continental de los ríos que alimentan la sostenibilidad de deltas y playas turísticas… Por todo ello, la Directiva Marco establece como principal objetivo en materia de aguas la recuperación y conservación del buen estado ecológico de ríos, lagos, humedales y acuíferos. Se trata en suma de cuidar la gallina de los huevos de oro, aunque sólo sea por egoísmo inteligente. Desde este enfoque ecosistémico, la respuesta a la pregunta ¿de quién son los ríos? deberá ser: "De todos; pero siempre que respetemos y preservemos su integridad y su salud". La Alhambra también es de todos, y no sólo de los granadinos o andaluces. Pero sería absurdo plantear que, dado su déficit estructural de arte árabe, Cataluña pudiera reclamar dos leones y media docena de arcos de herradura para ponerlos en la plaza de Cataluña. Obviamente, tal enfoque rompería la integridad y la esencia misma de ese patrimonio de todos que es la Alhambra. Análogamente, el Ebro, el Júcar, el Duero o el Guadalquivir son de todos, pero allá donde están; y es deber de todos preservar su integridad y salud. El anterior Gobierno nunca quiso entender este nuevo enfoque de modernidad basado en el nuevo paradigma de la sostenibilidad. Si, más allá de preguntarnos ¿de quién son los ríos?, nos preguntamos sobre ¿para qué debe emplearse el agua que sacamos de nuestros ríos?, y reflexionamos sobre las prioridades éticas a respetar, tal vez acabemos de desvelar el trasfondo inmoral subyacente tras ciertos intereses que reivindican patrimonios públicos, con inundación de pueblos y destrucción de ecosistemas incluidos, contando con financiación pública, para, en última instancia, alimentar negocios especulativos y modelos de desarrollo insostenibles…
Presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua. Premio Goldman 2003 para Europa
El Ebro, el Júcar, el Duero o el Guadalquivir, como la Alhambra, son de todos, pero allá donde están, y es deber de todos preservar su integridad y su salud
En el fragor del debate hidrológico, con frecuencia se plantea la pregunta ¿de quién es el agua?, para convenir que, siendo de todos, se deberían poder trasvasar, sin problemas, caudales de unas cuencas a otras. Sin embargo entiendo que la pregunta pertinente debería ser ¿de quién son los ríos? El matiz supone pasar del tradicional enfoque de gestión de recurso al moderno enfoque de gestión ecosistémica.
Para mejor entender la importancia del matiz, sugiero reflexionar, en materia de bosques públicos, sobre las preguntas ¿de quién es la madera?, en contraste con ¿de quién son esos bosques? Desde una mentalidad moderna, la clave está en la buena gestión forestal y no en la pura gestión maderera. Hemos entendido que el bosque es mucho más que un simple almacén de madera. De hecho, muchos bosques son más valiosos por sus funciones paisajísticas y ecológicas que por el valor mismo de la madera que producen. Y aun desde la perspectiva de la explotación maderera, entendemos que para disponer de este recurso, tanto hoy como en el futuro, la clave está en preservar la integridad del bosque, como ecosistema. Hemos pasado, en suma, de una visión miope de gestión del recurso a una visión más inteligente y razonable, tanto desde el punto de vista ético como incluso económico, tomando en cuenta el medio y largo plazo, además del resto de valores y servicios ambientales en juego. El reto en materia de aguas está en asumir el moderno enfoque de gestión ecosistémica que exige, de hecho, la nueva Directiva Marco de Aguas a nivel europeo. Ello supone entender que nuestros ríos, lagos y humedales son mucho más que simples canales o depósitos de agua, para pasar a considerarlos como los ecosistemas vivos que son. Ecosistemas que, además de ser fuentes renovables de agua para usos productivos, representan patrimonios ambientales y paisajísticos que marcan la identidad de territorios y pueblos, brindan servicios ambientales de un enorme valor y producen, directa o indirectamente, otros muchos recursos y bienes de tanto o más valor que el agua en sí misma. Un río o un humedal en buen estado ecológico es una macrodepuradora que regenera de forma gratuita la calidad de las aguas. Un cauce fluvial en buen estado de conservación, con sus meandros, sotos y espacios de inundación en la cuenca media, es la mejor garantía para gestionar los riesgos de inundación en la cuenca baja. Hoy sabemos que especies pesqueras como la sardina o el boquerón, en mares como el Mediterráneo, pobres en plancton, alevinan en la desembocadura de los grandes ríos, aprovechando los nutrientes continentales de las crecidas primaverales que fertilizan la vida de las plataformas continentales. Hoy sabemos que las arenas de las playas proceden, no tanto de la erosión costera de las olas, como de la erosión continental de los ríos que alimentan la sostenibilidad de deltas y playas turísticas… Por todo ello, la Directiva Marco establece como principal objetivo en materia de aguas la recuperación y conservación del buen estado ecológico de ríos, lagos, humedales y acuíferos. Se trata en suma de cuidar la gallina de los huevos de oro, aunque sólo sea por egoísmo inteligente. Desde este enfoque ecosistémico, la respuesta a la pregunta ¿de quién son los ríos? deberá ser: "De todos; pero siempre que respetemos y preservemos su integridad y su salud". La Alhambra también es de todos, y no sólo de los granadinos o andaluces. Pero sería absurdo plantear que, dado su déficit estructural de arte árabe, Cataluña pudiera reclamar dos leones y media docena de arcos de herradura para ponerlos en la plaza de Cataluña. Obviamente, tal enfoque rompería la integridad y la esencia misma de ese patrimonio de todos que es la Alhambra. Análogamente, el Ebro, el Júcar, el Duero o el Guadalquivir son de todos, pero allá donde están; y es deber de todos preservar su integridad y salud. El anterior Gobierno nunca quiso entender este nuevo enfoque de modernidad basado en el nuevo paradigma de la sostenibilidad. Si, más allá de preguntarnos ¿de quién son los ríos?, nos preguntamos sobre ¿para qué debe emplearse el agua que sacamos de nuestros ríos?, y reflexionamos sobre las prioridades éticas a respetar, tal vez acabemos de desvelar el trasfondo inmoral subyacente tras ciertos intereses que reivindican patrimonios públicos, con inundación de pueblos y destrucción de ecosistemas incluidos, contando con financiación pública, para, en última instancia, alimentar negocios especulativos y modelos de desarrollo insostenibles…
Presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua. Premio Goldman 2003 para Europa
El Ebro, el Júcar, el Duero o el Guadalquivir, como la Alhambra, son de todos, pero allá donde están, y es deber de todos preservar su integridad y su salud