La batalla del Ebro
Lun, 26/09/2005
Aragón lo quiere blindar y las sedientas comunidades del sureste desean beber en él. La política ha terminado por contaminar el río más caudaloso de España, un bien de dominio público estatal, según la Constitución, y elemento clave de la «guerra del agua» en nuestro país
TEXTO: MIGUEL ÁNGEL BARROSO
MADRID. «No damos agua porque es nuestra». La pancarta se dejó ver en la plaza del Pilar de Zaragoza en la multitudinaria manifestación de octubre de 2003 contra el Plan Hidrológico Nacional. Dos años después, el trasvase está en la papelera, pero el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, ha querido curarse en salud y ha propuesto el «blindaje» del Ebro, una protección que debería incluirse en la reforma estatutaria, ya que este río, según Iglesias, «es nuestra fuente fundamental de recursos». La ocurrencia, expuesta en el reciente debate del estado de Aragón, trataba de dar réplica al artículo 20.1 del proyecto de Estatuto valenciano, que garantiza el derecho de esta comunidad «a disponer del abastecimiento de agua de calidad». Con el fantasma del trasvase de nuevo a escena, Iglesias decidió hacer ruido y poner el Ebro en el candelero, aunque sobre el «blindaje» la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, fue muy explícita: «La legislación española reconoce la unidad del cauce de los ríos que atraviesan varios territorios, por lo que el Gobierno tendrá siempre la última palabra en su gestión».
«Un político puede decir cualquier cosa, pero jurídicamente la propuesta no se sostiene», comenta José Manuel Vera, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos. «El artículo 149 de la Carta Magna, que se refiere a las competencias exclusivas del Estado, recoge en su punto 1, apartado 22, las referidas a la legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una comunidad autónoma. Cualquier iniciativa que entre en contradicción con este mandato implicaría, como es obvio, la reforma de la Constitución».
El artículo 150.2 dice que el Estado podrá transferir o delegar en las comunidades autónomas algunas de las facultades que le son propias. «Pero proceder a una transferencia de este tipo sería romper el principio de solidaridad, y no parece probable que esto vaya a ocurrir», añade Vera. Los ríos que nacen y mueren en la misma comunidad sí son gestionados por la administración regional, caso, por ejemplo, del Llobregat (Cataluña), o de los que pertenecen a Baleares.
El derecho de los valencianos al agua
«A cuenta del agua estamos viendo grandes exhibiciones de demagogia», señala José Ramón García Antón, consejero de Infraestructuras de la Comunidad Valenciana. «Al presidente de Aragón esta estrategia le ha ido muy bien, aunque hay que recordarle que el trasvase no afectaba a su comunidad, pues los excedentes del Ebro se hubieran desviado en Tarragona. El derecho a la redistribución de esos sobrantes que recoge el proyecto de Estatuto valenciano lleva implícita una condición: que se atiendan los criterios de sostenibilidad. No obligamos a nadie a cedernos agua, pero la forma que tuvo Narbona de acabar con el PHN abrió el melón de la insolidaridad y la autarquía».
La bronca no ha dejado indiferentes a los agricultores, y más en un año terrible por la sequía, que no ha perdonado ni a los «ricos» en agua de la cuenca del Ebro ni a los «pobres» de las exhaustas cuencas del sureste peninsular. Andrés del Campo, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), está acostumbrado a actuar como árbitro en mitad de sensibilidades muy distintas. «La política está contaminando el agua», se lamenta. «Y los intereses de los que hacen y derogan leyes no coinciden, muchas veces, con los intereses de los usuarios. En este asunto se ha demostrado con creces. Fenacore apoyó el PHN porque consideramos que el Ebro es de todos los españoles, tiene caudal suficiente para ceder una parte y las compensaciones en infraestructuras hubieran resuelto problemas en Aragón. Ahora tienen que explicarnos por qué la alternativa es mejor. Sinceramente, basar la agricultura en desaladoras me parece muy complicado».
Las penurias de los aragoneses
Quién lo diría: el verano ha sido dramático en Huesca, a los pies de los Pirineos, esos almacenes naturales de agua. Pero no hay dónde guardarla, pues en época de vacas gordas se abren las compuertas porque los embalses existentes -pocos y pequeños, según las gentes del lugar- no pueden contener la que llega del deshielo. «¿El trasvase? Ése es un asunto que para un aragonés mejor ni mentarlo. Pero el anexo del PHN, el que incluía las obras, sí nos beneficiaba», reconoce César Trillo, presidente de la Comunidad General de Riegos del Alto Aragón, una de las más importantes de la cuenca del Ebro (representa los intereses de 25.000 familias).
«Creo que las comunidades autónomas tienen mucho que decir al respecto, pero trocear los ríos no es la solución -continúa-. La mejor forma de blindar el Ebro es hacer las infraestructuras necesarias. Los afluentes importantes, los de la margen izquierda, traen el agua en otoño y en primavera, que es cuando menos se necesita; por lo tanto, hay que almacenarla». En la intercuenca entre el Gállego y el Cinca, dos de los grandes tributarios del Ebro, los regantes apenas han llegado a la mitad de la dotación de un año normal, y de esa cantidad, un 60 por 100 eran reservas de la temporada anterior. Las cosas pintan muy feas para los cultivos de hortalizas y maíz. «Si no llueve, en 2006 no podremos abrir la campaña de riego», concluye Trillo.
Un río en peligro
El anhelo de más infraestructuras choca, no obstante, con la oposición de los ecologistas. Guido Schmidt, responsable de Aguas de WWW/Adena, aporta un dato preocupante: «El mar se está «comiendo» el delta del Ebro, pues los sedimentos necesarios para la supervivencia de este ecosistema quedan retenidos en los embalses. Y especies invasoras, como el mejillón cebra, ponen en peligro la supervivencia de las autóctonas». Hay otra contaminación, aparte de la política, que afecta al río más caudaloso de España. La detectó Eduardo Martínez de Pisón, catedrático de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, en una reciente visita con sus alumnos a los bosques de galería del Ebro. O lo que queda de ellos. «Me pregunto qué amor hay por este río cuando se maltratan sus riberas por parte de algunos que, después, se manifiestan en contra del PHN. Descubrimos zonas muy deterioradas por la acción del hombre: en medio de los sotos hay coches abandonados, basura industrial...».
La nueva cultura del agua
Enrique Cabrera, catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia, cree que no se está planteando bien el problema y que es urgente cambiar las reglas del juego. «El PHN no explotó otras las posibilidades. Se centró demasiado en el trasvase -que no discuto que fuera una solución aceptable- y olvidó todo lo demás. Las desaladoras son una alternativa del mismo perfil. Las buenas soluciones llevan su tiempo, y pasan por mejorar la gestión del agua -cambiando, por ejemplo, las tuberías viejas: más de un 25 por 100 del líquido que transita por ellas se «fuga»-, fomentar el ahorro y actualizar el precio de este recurso. Claro, esto supone educar a la ciudadanía, y lleva su tiempo, una inversión que los políticos no están dispuestos a hacer, porque electoralmente les es más rentable otro tipo de propuestas».
Pero, ¿puede el Ebro realmente suplir las carencias de otras cuencas, o su caudal está sobredimensionado? «Habría que definir qué es «carencia» -añade el profesor Cabrera-. Este debate no tiene ningún sentido con los actuales parámetros, porque el agua está prácticamente regalada. Con estas condiciones, al final no sobraría agua ni del Amazonas, porque la demanda crece hasta el infinito».
Entretanto, al sur del Ebro las están pasando canutas. La sequía se ha llevado por delante el 50 por 100 de la producción de hortalizas, cereales y frutas de Murcia. El último envío del Tajo está agotado, y se necesita otro lo antes posible. El Consejo de Ministros tal vez lo apruebe el próximo viernes, pero no serán los 73 hectómetros cúbicos solicitados, porque el Tajo tampoco da más de sí. «La política antitrasvase del Ebro nos ha matado», explica Alfonso Gálvez, presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Murcia. «Y todo para contentar a los socios del PSOE. ¿Alternativas? Llevamos meses tirando de los pozos, pero es agua de mala calidad, con mucha salinidad. Queda poco margen, porque hay que atender el abastecimiento humano».
El 13 de septiembre, día de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia, los fieles le rogaron por la generosidad del cielo. El sábado siguiente llovió. «Habrá que seguir rezando», concluye Gálvez.
TEXTO: MIGUEL ÁNGEL BARROSO
MADRID. «No damos agua porque es nuestra». La pancarta se dejó ver en la plaza del Pilar de Zaragoza en la multitudinaria manifestación de octubre de 2003 contra el Plan Hidrológico Nacional. Dos años después, el trasvase está en la papelera, pero el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, ha querido curarse en salud y ha propuesto el «blindaje» del Ebro, una protección que debería incluirse en la reforma estatutaria, ya que este río, según Iglesias, «es nuestra fuente fundamental de recursos». La ocurrencia, expuesta en el reciente debate del estado de Aragón, trataba de dar réplica al artículo 20.1 del proyecto de Estatuto valenciano, que garantiza el derecho de esta comunidad «a disponer del abastecimiento de agua de calidad». Con el fantasma del trasvase de nuevo a escena, Iglesias decidió hacer ruido y poner el Ebro en el candelero, aunque sobre el «blindaje» la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, fue muy explícita: «La legislación española reconoce la unidad del cauce de los ríos que atraviesan varios territorios, por lo que el Gobierno tendrá siempre la última palabra en su gestión».
«Un político puede decir cualquier cosa, pero jurídicamente la propuesta no se sostiene», comenta José Manuel Vera, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos. «El artículo 149 de la Carta Magna, que se refiere a las competencias exclusivas del Estado, recoge en su punto 1, apartado 22, las referidas a la legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una comunidad autónoma. Cualquier iniciativa que entre en contradicción con este mandato implicaría, como es obvio, la reforma de la Constitución».
El artículo 150.2 dice que el Estado podrá transferir o delegar en las comunidades autónomas algunas de las facultades que le son propias. «Pero proceder a una transferencia de este tipo sería romper el principio de solidaridad, y no parece probable que esto vaya a ocurrir», añade Vera. Los ríos que nacen y mueren en la misma comunidad sí son gestionados por la administración regional, caso, por ejemplo, del Llobregat (Cataluña), o de los que pertenecen a Baleares.
El derecho de los valencianos al agua
«A cuenta del agua estamos viendo grandes exhibiciones de demagogia», señala José Ramón García Antón, consejero de Infraestructuras de la Comunidad Valenciana. «Al presidente de Aragón esta estrategia le ha ido muy bien, aunque hay que recordarle que el trasvase no afectaba a su comunidad, pues los excedentes del Ebro se hubieran desviado en Tarragona. El derecho a la redistribución de esos sobrantes que recoge el proyecto de Estatuto valenciano lleva implícita una condición: que se atiendan los criterios de sostenibilidad. No obligamos a nadie a cedernos agua, pero la forma que tuvo Narbona de acabar con el PHN abrió el melón de la insolidaridad y la autarquía».
La bronca no ha dejado indiferentes a los agricultores, y más en un año terrible por la sequía, que no ha perdonado ni a los «ricos» en agua de la cuenca del Ebro ni a los «pobres» de las exhaustas cuencas del sureste peninsular. Andrés del Campo, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), está acostumbrado a actuar como árbitro en mitad de sensibilidades muy distintas. «La política está contaminando el agua», se lamenta. «Y los intereses de los que hacen y derogan leyes no coinciden, muchas veces, con los intereses de los usuarios. En este asunto se ha demostrado con creces. Fenacore apoyó el PHN porque consideramos que el Ebro es de todos los españoles, tiene caudal suficiente para ceder una parte y las compensaciones en infraestructuras hubieran resuelto problemas en Aragón. Ahora tienen que explicarnos por qué la alternativa es mejor. Sinceramente, basar la agricultura en desaladoras me parece muy complicado».
Las penurias de los aragoneses
Quién lo diría: el verano ha sido dramático en Huesca, a los pies de los Pirineos, esos almacenes naturales de agua. Pero no hay dónde guardarla, pues en época de vacas gordas se abren las compuertas porque los embalses existentes -pocos y pequeños, según las gentes del lugar- no pueden contener la que llega del deshielo. «¿El trasvase? Ése es un asunto que para un aragonés mejor ni mentarlo. Pero el anexo del PHN, el que incluía las obras, sí nos beneficiaba», reconoce César Trillo, presidente de la Comunidad General de Riegos del Alto Aragón, una de las más importantes de la cuenca del Ebro (representa los intereses de 25.000 familias).
«Creo que las comunidades autónomas tienen mucho que decir al respecto, pero trocear los ríos no es la solución -continúa-. La mejor forma de blindar el Ebro es hacer las infraestructuras necesarias. Los afluentes importantes, los de la margen izquierda, traen el agua en otoño y en primavera, que es cuando menos se necesita; por lo tanto, hay que almacenarla». En la intercuenca entre el Gállego y el Cinca, dos de los grandes tributarios del Ebro, los regantes apenas han llegado a la mitad de la dotación de un año normal, y de esa cantidad, un 60 por 100 eran reservas de la temporada anterior. Las cosas pintan muy feas para los cultivos de hortalizas y maíz. «Si no llueve, en 2006 no podremos abrir la campaña de riego», concluye Trillo.
Un río en peligro
El anhelo de más infraestructuras choca, no obstante, con la oposición de los ecologistas. Guido Schmidt, responsable de Aguas de WWW/Adena, aporta un dato preocupante: «El mar se está «comiendo» el delta del Ebro, pues los sedimentos necesarios para la supervivencia de este ecosistema quedan retenidos en los embalses. Y especies invasoras, como el mejillón cebra, ponen en peligro la supervivencia de las autóctonas». Hay otra contaminación, aparte de la política, que afecta al río más caudaloso de España. La detectó Eduardo Martínez de Pisón, catedrático de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, en una reciente visita con sus alumnos a los bosques de galería del Ebro. O lo que queda de ellos. «Me pregunto qué amor hay por este río cuando se maltratan sus riberas por parte de algunos que, después, se manifiestan en contra del PHN. Descubrimos zonas muy deterioradas por la acción del hombre: en medio de los sotos hay coches abandonados, basura industrial...».
La nueva cultura del agua
Enrique Cabrera, catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia, cree que no se está planteando bien el problema y que es urgente cambiar las reglas del juego. «El PHN no explotó otras las posibilidades. Se centró demasiado en el trasvase -que no discuto que fuera una solución aceptable- y olvidó todo lo demás. Las desaladoras son una alternativa del mismo perfil. Las buenas soluciones llevan su tiempo, y pasan por mejorar la gestión del agua -cambiando, por ejemplo, las tuberías viejas: más de un 25 por 100 del líquido que transita por ellas se «fuga»-, fomentar el ahorro y actualizar el precio de este recurso. Claro, esto supone educar a la ciudadanía, y lleva su tiempo, una inversión que los políticos no están dispuestos a hacer, porque electoralmente les es más rentable otro tipo de propuestas».
Pero, ¿puede el Ebro realmente suplir las carencias de otras cuencas, o su caudal está sobredimensionado? «Habría que definir qué es «carencia» -añade el profesor Cabrera-. Este debate no tiene ningún sentido con los actuales parámetros, porque el agua está prácticamente regalada. Con estas condiciones, al final no sobraría agua ni del Amazonas, porque la demanda crece hasta el infinito».
Entretanto, al sur del Ebro las están pasando canutas. La sequía se ha llevado por delante el 50 por 100 de la producción de hortalizas, cereales y frutas de Murcia. El último envío del Tajo está agotado, y se necesita otro lo antes posible. El Consejo de Ministros tal vez lo apruebe el próximo viernes, pero no serán los 73 hectómetros cúbicos solicitados, porque el Tajo tampoco da más de sí. «La política antitrasvase del Ebro nos ha matado», explica Alfonso Gálvez, presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Murcia. «Y todo para contentar a los socios del PSOE. ¿Alternativas? Llevamos meses tirando de los pozos, pero es agua de mala calidad, con mucha salinidad. Queda poco margen, porque hay que atender el abastecimiento humano».
El 13 de septiembre, día de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia, los fieles le rogaron por la generosidad del cielo. El sábado siguiente llovió. «Habrá que seguir rezando», concluye Gálvez.