Cadasa dice que «habrá problemas» de abastecimiento si no llueve de manera intensa antes de noviembre
Mié, 14/09/2005
Pensar que en Asturias el agua es infinita es un error. La sequía sufrida este verano en el resto del país también tocó a la región, y de manera muy especial a la agricultura, con la pérdida estimada del 50% de las cosechas. No hubo, sin embargo, problemas en el abastecimiento a las poblaciones. Hasta ahora. Porque en los embalses los efectos de la falta de agua se manifiestan con cierto retraso: tras un verano en el que los niveles no han dejado de descender, su buen estado depende de que el otoño traiga lluvias. Lo dice el director gerente del Consorcio de Aguas de Asturias, Alberto Álvarez Rea: «Si el estiaje se prolonga más allá de mediados de octubre, tendremos problemas».
El fin del estiaje está marcado por que se invierta la tendencia que desde julio se aprecia en los embalses, es decir, que los niveles de agua dejen de bajar y empiecen a subir. Pero, ¿acaso no ha empezado ya a llover? «Las lluvias de estos días no significan nada para nuestros ríos», apunta Álvarez Rea. «Sólo sirven para que las absorba un terreno ávido de agua», pero no llega a los cauces. «En los embalses no se ha notado». Por eso, para que haya un cambio de tendencia, para que las presas dejen de vaciarse, «debe estar lloviendo siete días de manera intensa, para que el agua llegue a escorrentía», es decir, el terreno se empape, se formen regueros que vayan a los ríos y de allí a los embalses. Y eso debe ocurrir «antes de que termine la segunda quincena de octubre».
De no ser así, habrá problemas, y se entraría en una situación de alerta. En un primer momento se acudiría a la «concienciación», es decir, instar a la población a minimizar el gasto de agua, a dejar de regar jardines, calles, y demás usos prescindibles. En un segundo momento, «casi inmediatamente», se acudiría a «recursos alternativos, es decir, usar aguas industriales para el abastecimiento de la población». Y en un tercer momento habría que acudir a «obras de emergencia» que ya están definidas y se ejecutarían en menos de dos meses: aprovechar el cauce del río Nalón en la zona del Güeña, «al lado de la térmica».
Por supuesto, estas serían «unas aguas de poca calidad», algo de lo que se informaría a la población para evitar su consumo. «Aunque estaría mínimamente tratada para evitar infecciones, tendría más cromo o más aluminio de lo recomendable, por lo que se aconsejaría no beberla». Eso sí, sería utilizable para otros usos como el baño. El lógico motivo de adoptar esta solución es que «es mejor que haya agua, aunque sea de poca calidad» que cortar el suministro. «Las restricciones a la gente serían lo último», dice el gerente de Cadasa.
Esa sería la situación en un caso de crisis. Más aventurado es hablar de las posibilidades de que esto llegue a ocurrir. En principio, ya estamos «en una situación de riesgo», asegura Álvarez Rea, porque todos los veranos, desde 1999, Asturias ha estado por debajo de la curva de garantía. ¿Qué es tal cosa? Los técnicos conocen el comportamiento de los ríos y los embalses en los últimos 50 años, y lo ponen en relación con las necesidades actuales (que son superiores). Se está por debajo de la curva de garantía cuando, en el caso que se produjera una situación hidrológica similar a alguna de las pasadas, en el momento presente hubiera que imponer restricciones. Es decir, el suministro no estaría garantizado. Y esa es la situación actual.
«Se secaría todo»
Al margen de sutilezas técnicas, ¿qué posibilidades hay de que todo eso ocurra? En principio, según el gerente de Cadasa, el estiaje se suele prolongar hasta la segunda quincena de octubre. Pero en muchas ocasiones duró más tiempo. El caso más dramático se produjo en 1989, cuando se prolongó hasta febrero. «Si eso pasara este año, se secaría todo». ¿Hay posibilidades de que se repita? Dice Álvarez Rea que «no hay que alarmar a la población», porque, aún habiendo riesgo, y pese a todo lo anterior, «la posibilidad de tener problemas este año es pequeña».
Entre posibilidades, probabilidades e hipótesis hay un hecho cierto: el nivel de los embalses sigue bajando. Según los últimos datos del Servicio de Hidrología de la Comisaría de Aguas, emitidos anteayer, Tanes y Rioseco, presas que abastecen a la zona central de la región, están a un 53%. Una bajada significativa si se tiene en cuenta que la semana pasada estaban a un 54,5%.
Y hablar de esto en Asturias tiene su miga. El Principado es la región que acapara el 10% de los recursos hídricos de España pese a suponer sólo el 2% del territorio nacional y el 3% de la población. Pese a ello, este verano se ha hablado, y se sigue hablando, de sequía.
El fin del estiaje está marcado por que se invierta la tendencia que desde julio se aprecia en los embalses, es decir, que los niveles de agua dejen de bajar y empiecen a subir. Pero, ¿acaso no ha empezado ya a llover? «Las lluvias de estos días no significan nada para nuestros ríos», apunta Álvarez Rea. «Sólo sirven para que las absorba un terreno ávido de agua», pero no llega a los cauces. «En los embalses no se ha notado». Por eso, para que haya un cambio de tendencia, para que las presas dejen de vaciarse, «debe estar lloviendo siete días de manera intensa, para que el agua llegue a escorrentía», es decir, el terreno se empape, se formen regueros que vayan a los ríos y de allí a los embalses. Y eso debe ocurrir «antes de que termine la segunda quincena de octubre».
De no ser así, habrá problemas, y se entraría en una situación de alerta. En un primer momento se acudiría a la «concienciación», es decir, instar a la población a minimizar el gasto de agua, a dejar de regar jardines, calles, y demás usos prescindibles. En un segundo momento, «casi inmediatamente», se acudiría a «recursos alternativos, es decir, usar aguas industriales para el abastecimiento de la población». Y en un tercer momento habría que acudir a «obras de emergencia» que ya están definidas y se ejecutarían en menos de dos meses: aprovechar el cauce del río Nalón en la zona del Güeña, «al lado de la térmica».
Por supuesto, estas serían «unas aguas de poca calidad», algo de lo que se informaría a la población para evitar su consumo. «Aunque estaría mínimamente tratada para evitar infecciones, tendría más cromo o más aluminio de lo recomendable, por lo que se aconsejaría no beberla». Eso sí, sería utilizable para otros usos como el baño. El lógico motivo de adoptar esta solución es que «es mejor que haya agua, aunque sea de poca calidad» que cortar el suministro. «Las restricciones a la gente serían lo último», dice el gerente de Cadasa.
Esa sería la situación en un caso de crisis. Más aventurado es hablar de las posibilidades de que esto llegue a ocurrir. En principio, ya estamos «en una situación de riesgo», asegura Álvarez Rea, porque todos los veranos, desde 1999, Asturias ha estado por debajo de la curva de garantía. ¿Qué es tal cosa? Los técnicos conocen el comportamiento de los ríos y los embalses en los últimos 50 años, y lo ponen en relación con las necesidades actuales (que son superiores). Se está por debajo de la curva de garantía cuando, en el caso que se produjera una situación hidrológica similar a alguna de las pasadas, en el momento presente hubiera que imponer restricciones. Es decir, el suministro no estaría garantizado. Y esa es la situación actual.
«Se secaría todo»
Al margen de sutilezas técnicas, ¿qué posibilidades hay de que todo eso ocurra? En principio, según el gerente de Cadasa, el estiaje se suele prolongar hasta la segunda quincena de octubre. Pero en muchas ocasiones duró más tiempo. El caso más dramático se produjo en 1989, cuando se prolongó hasta febrero. «Si eso pasara este año, se secaría todo». ¿Hay posibilidades de que se repita? Dice Álvarez Rea que «no hay que alarmar a la población», porque, aún habiendo riesgo, y pese a todo lo anterior, «la posibilidad de tener problemas este año es pequeña».
Entre posibilidades, probabilidades e hipótesis hay un hecho cierto: el nivel de los embalses sigue bajando. Según los últimos datos del Servicio de Hidrología de la Comisaría de Aguas, emitidos anteayer, Tanes y Rioseco, presas que abastecen a la zona central de la región, están a un 53%. Una bajada significativa si se tiene en cuenta que la semana pasada estaban a un 54,5%.
Y hablar de esto en Asturias tiene su miga. El Principado es la región que acapara el 10% de los recursos hídricos de España pese a suponer sólo el 2% del territorio nacional y el 3% de la población. Pese a ello, este verano se ha hablado, y se sigue hablando, de sequía.