«El líquido del Azud de la Marquesa está contaminado con herbicidas y pesticidas»

Mar, 06/09/2005

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El catedrático Antonio Gil Olcina asiste indignado a la decisión del Gobierno socialista de modificar el Júcar-Vinalopó. Gil Olcina, que considera que cualquier cambio del proyecto será el certificado de defunción del trasvase, defiende que se mantenga la conexión prevista desde Cortes de Pallás y advierte de que una conducción desde el Azud de la Marquesa, como planea Medio Ambiente, traería a Alicante un «líquido» altamente contaminado.

Le ha cogido por sorpresa esta polémica propuesta de modificación del trazado del trasvase Júcar-Vinalopó?
La única polémica, obviamente, es la sorprendente propuesta de modificar el trazado del Júcar-Vinalopó. Y es verdaderamente sorprendente en la medida que existía un acuerdo y un consenso plasmado en una disposición oficial que aprobó, entre otros, el plan del Júcar, un acuerdo que derivó en el inicio de una serie de obras ya licitadas o en ejecución. Ahora alguien abre o deja de abrir la caja de pandora de manera tal que intereses ajenos y extraños a la Comunidad, y encontrando complicidades en la misma, hacen que estalle ese consenso sembrando la crispación, la insolidaridad y planteando un serio riesgo de fractura social cuando era un problema correctamente planteado y bien resuelto. El agua es para la provincia el problema capital y, por tanto, quienes han hecho y quienes apoyan el planteamiento de la modificación del trazado están provocando a Alicante un daño de incalculables consecuencias.

¿Hasta qué punto la necesidad del Vinalopó es acuciante?

Cuando se hace el último planteamiento para trasvasar agua al Vinalopó se habla de un volumen sumamente prudente. A finales de los 80 y en el anteproyecto del PHN de 1993 se hablaba de una transferencia de 100 ó 150 hm 3 . Ahora se pretendía una cantidad mucho menor y se pedían sólo sobrantes con un criterio claro de reequilibrio y sostenibilidad: poner fin a la sobreexplotación a los acuíferos del Alto Vinalopó y recuperarlos. Es un problema vital, muy poco divulgado y poco conocido. De hecho, los abastecimientos del Vinalopó y l´Alacantí dependen en gran medida de estos acuíferos sobreexplotados cuya existencia, sin un remedio urgente, toca a su fin. A comienzos del siglo XX, en la cuenca del Vinalopó se perforaba y brotaba agua. Hoy, en la mayoría de los casos, no se encuentra a 500 ó 600 metros. Por ejemplo, el nivel piezométrico del acuífero de El Carxe-Salinas desciende hasta diez metros por año y en años secos quince. Y esa situación tiene un punto de término.

¿La alternativa de traer agua desde el Azud de la Marquesa es, a su juicio, totalmente descartable?

Sí. Y, aunque hay muchas razones para argumentar esa postura, una resulta dirimente. Los retornos de agua que llegan al Azud de la Marquesa desde los regadíos intensivos de la Ribera no poseen las propiedades del agua. El líquido que hay en ese azud no es inodoro, no es incoloro y, sin hacer la prueba por una cuestión de prudencia, tampoco es insípido. Es un líquido altamente contaminado, inservible para el abastecimiento urbano y sólo apto para regadíos poco exigentes. Estamos hablando de una contaminación agrícola con herbicidas y pesticidas, en consecuencia, peligrosa. Se nos propone una alternativa que no es tal y que no está avalada por ningún argumento. Es absolutamente inviable y, de hecho, quienes apoyan esa opción lo único que pretenden es que la transferencia hídrica no se haga.

¿A esa contaminación habría que sumar la salinidad de un agua tomada en Cullera, junto a la desembocadura del Júcar?

Puede que sea salina pero el problema esencial, insisto, son las aguas de retorno y el empleo de productos fitosanitarios que llegan disueltos hasta el Azud de la Marquesa.

¿Entiendo que, a su juicio, la única posibilidad es traer el agua desde Cortes de Pallás, tal y como estaba previsto inicialmente?

Sí, porque es de calidad y sólo se pide la transferencia de sobrantes, lo que garantiza el escrupuloso respeto a los derechos de los usuarios del Júcar. Cuando en agosto de 1997, se establece el pacto del Júcar, reflejado en el plan de cuenca, todas las partes interesadas están de acuerdo. Y, para llegar a ese pacto, todas las partes tuvieron a su disposición datos precisos y rigurosos elaborados por la Confederación Hidrográfica del Júcar. Todos estaban de acuerdo en que la modernización de regadíos facilitaría un ahorro de agua que permitiría transferir sobrantes sin problema. El ahorro se produce mediante la mejora de la conducción principal, la Acequia Real del Júcar, y con la sustitución del riego de inundación por el localizado. Esta operación no sólo tiene ventajas para Alicante sino, en primer lugar, para la Ribera del Júcar. Los regadíos tradicionales han perdido competitividad y precisan de esa modernización para sobrevivir. Y eso se planteó en el plan de cuenca con buen criterio por parte del Consell y el Gobierno de entonces.

Pero los socialistas justifican en parte su decisión en el hecho de que la Generalitat no ha cumplido con la modernización de regadíos y que, por tanto, no hay sobrantes.

La conducción principal está hecha y, a partir de ahora, lo que hace falta es la actitud positiva de la administración pero también de los propietarios de cada parcela. Esos regadíos de la Ribera son inviables: tienen un coste alto y, por ello, están afectados por una importante falta de competitividad. En mi escala de valores, el respeto a la palabra dada es máximo. Los pactos deben ser cumplidos y si no lo son se entra en un terreno de desconfianza hacia los que incumplen. Y, además, si quién incumple es una administración aún es más grave ya que no estaríamos hablando de desconfianza sino de inseguridad jurídica. No hay, por tanto, más vía razonable para restablecer la concordia, la fiabilidad y la credibilidad que cumplir con el pacto formalmente recogido en el plan del Júcar aprobado y publicado en su día en el BOE.

Si no se cumple con esos compromisos, ¿la cohesión territorial de la Comunidad estaría en peligro?

Hay elementos extraños, me refiero a Nueva Cultura del Agua y a ERC, que, secundados por Medio Ambiente y por una formación política de la Comunidad, han abierto la caja de pandora, de los males y de las miserias lo que ha sembrado la discordia donde antes había paz y consenso. Todo eso ha puesto en serio riesgo una cohesión territorial que tanto ha costado de conseguir.

¿Y no cree que la manifestación del próximo día 10 no ayuda a calmar los ánimos?

No me gustan las manifestaciones pero la del día 10 tiene algo muy especial. Va a defender, ante un atropello incalificable, lo que resulta vital para la supervivencia y el futuro de las tierras alicantinas.

¿No cree que en la actual situación de sequía y con el fuerte desarrollo urbanístico, debería insistirse en un uso racional del agua?

Esos sobrantes no tienen mas que una finalidad: poner fin a la explotación de los acuíferos del Vinalopó. Eso no quiere decir que, de forma complementaria, se usen otras fuentes como la desalación. No deben confundirse los términos ni hacer planteamientos improvisados y sin fundamento porque son absolutamente irresponsables.

¿Pero se debería poner freno a la fuerte actividad urbanística?

Hay un dato que no debe perderse de vista. ¿Qué supone el consumo urbano? El 20 ó el 25%. No confundamos los términos. Esta provincia es una tierra de acogida muy generosa. Alicante no es nada reivindicativa mientras que, por otro lado, estamos hartos de contribuir. Somos la cuarta provincia en aportación al PIB y, por ese motivo, necesitamos resolver nuestro problema capital que es el del agua.