Doñana no teme a la sequía

Mar, 30/08/2005

ABC

Hay palabras que imponen respeto y «sequía» es una de ellas; seis letras que suelen evocar suelos cuarteados de ríos y marismas secas. Sin embargo, la sequía es una compañera con la que están acostubrados a convivir los territorios de clima mediterráneo. Andalucía, que vive actualmente una situación de sequía y el Parque Nacional de Doñana no son una excepción. La falta de lluvias, las más bajas de la historia de esta reserva de la biosfera, ya se ha dejado notar este año en la reproducción de aves acuáticas que ha sido anecdótica esta primavera.

La situación, sin embargo, no es «trágica» para el Parque Nacional, según afirma el director de la Estación Biológica de Doñana, Fernando Hiralgo. «La sequía en Doñana, como en cualquier zona de clima mediterráneo es un fenómeno cíclico. Cada diez años, suelen producirse entre uno y tres años de sequía».

Hiralgo afirma que la zona más afectada por la sequía en el parque es, obviamente, la marisma, que en estos ciclos pude presentar un aspecto «triste y muy impresionante para quien lo vea». Como ejemplos, señala que este año «no ha habido, salvo casos muy puntuales, reproducción de aves acuáticas y las plantas de la marisma ni siquiera han brotado». Pero a renglón seguido aclara que, a pesar de todos estos datos, «el ecosistema está absolutamente preparado y la situación no es peor que otros años».

No afecta al 90% de las poblaciones

Para empezar, mantiene que la sequía «no afecta al 90% de las poblaciones del parque, a pesar de que haya algunas que lo pasen mal». Entre estas últimas no se encuentran dos de las especies que tienen una especial atención en Doñana: el lince ibérico y el águila imperial. Ambas podrían verse afectadas si la sequía hubiera afectado a la población de conejos, base de su dieta. A los conejos «no les ha venido mal la sequía, ya que este año no se les han inundado las madrigueras y han tenido menos enfermedades».

En lo que se refiere a la marisma del Parque Nacional, tampoco sería un problema «trágico» la ausencia de precipitaciones en otoño, cuando se produce la llegada de los gansos. Según Hiralgo, en ese caso «lo que tendríamos que hacer es presentar un informe científico el 15 de septiembre, un mes antes de que lleguen estas aves», en el que se reflejarán datos como la evolución de las migraciones de estas especies o las previsiones sobre su reproducción.

El informe se centra en esta especie porque tienen una gestación más compleja, recuerda el director de la Estación Biológica, al ser objeto de caza y tienen más necesidades de comida y, por ello, pueden invadir zonas de cultivos.

De esta forma, cuando lleguen las aves en octubre, mantiene, «hay que hacer un balance con todos estos datos para decidir si se surten o no de agua a estos parajes, mediante bombeo, para que las aves puedan estar allí. Para ello, hay que ver el efecto que esta inundación puede tener esto en el ecosistema. En cualquier caso, es una decisión que tomarán los gestores del Ministerio y la Consejería de Medio Ambiente con todos estos datos y la información histórica de los que ha pasado en años anteriores».

La sequía también afecta a la reproducción de las especies que se reproducen menos. Como afirma Hiralgo, «la berrea del ciervo, que se produce en esta época, es más pequeña este año», por lo que se reproducirán peor, «al igual que el gamo».

Sin embargo, concluye el director de la Estación Biológica, «al año siguiente llueve y es como si la sequía no hubiera existido. Ciervos y gamos recuperarán sus poblaciones. El ecosistema tiene una capacidad de recuperación impresionante».