El agua, su importancia y disponibilidad

Dom, 21/08/2005

El Comercio

El agua, su importancia y disponibilidad ALBERTO ÁLVAREZ REA/DIRECTOR GERENTE DEL CONSORCIO DE AGUAS DE ASTURIAS De todos es conocida la importancia del agua, que se puede resumir con la siguiente frase: «La vida nació en el agua y no hay vida sin agua». De hecho, hoy, para saber si en Marte hay o hubo vida alguna vez, se investiga si quedan allí vestigios de tan esencial elemento.

Existe una enorme cantidad de agua en la tierra, pero sólo el 0,15% de ella es dulce y útil para la actividad humana. Se tiene, pues, por el lado de la oferta, una cantidad constante y limitada de agua dulce y, por el lado de la demanda, la población mundial crece exponencialmente, a la vez que crecen desmedidamente las dotaciones de agua por habitante, de ahí que las necesidades de agua crezcan de una manera increíble. Como dato, se puede decir que en los últimos 25 años del siglo XX las necesidades se han multiplicado por 10 y por 500 en el siglo completo.

En cuanto a España se puede afirmar que es el país de la Unión Europea más árido, con una precipitación que equivale al 85% de la media de la Unión y con la evapotranspiración mayor del continente, lo que da lugar a la menor escorrentía de la Unión, aproximadamente el 50% de la media de Europa.

Para disponer del mismo porcentaje de recursos utilizables que en Europa, ha sido necesario construir más de 1.100 presas, cuando allí apenas se han hecho embalses, porque el régimen natural de los ríos garantiza esa disponibilidad. Con todo ello, la mayoría de las estimaciones realizadas sobre los recursos disponibles para España proporcionan cifras del orden de 40.000 Hm3/año, lo que representa porcentajes máximos del 40% de los recursos naturales.

La demanda anual de agua en España es de 35.000 Hm3, de los que un 68% corresponde a regadíos, un 18% a abastecimientos de poblaciones e industrias y el 14% restante a refrigeración de centrales de producción de energía. La fracción que se utiliza en consumos domésticos supone el 8% del total. El consumo global por habitante ronda la cifra de 900 m3/habitante y año, que coloca a España en el cuarto lugar del mundo entre los consumidores de agua, debido fundamentalmente al consumo agrícola.

Como se ve, la cifra de necesidades actuales, en promedio, es muy parecida a la de disponibilidades; pero hay una situación de equilibrio inestable a nivel global con graves incógnitas sobre el futuro. Además, por los desequilibrios espacial y temporal del reparto del recurso, se colige que ya hoy existan graves problemas en algunas cuencas hidrográficas del país y que la sociedad tiene que concebir una política hidráulica que afronte la problemática actual y futura del agua en España, de manera que el crecimiento económico sea factible haciéndolo compatible, con la preservación del recurso en las condiciones medioambientales naturales, lo que implica no sólo un buen estado físico-químico de las aguas, sino también ecológico, tal como demanda la Directiva Marco del Agua en Europa.

Todo apunta a la implantación de políticas de desalación, reutilización, contención de la demanda, además de los clásicos trasvases de una cuenca a otra, y ello fundamentalmente para la denominada España Seca.

Asturias, como todo el Norte, es diferente y no cabe emplear aquí la misma dialéctica que la empleada en el resto del país cuando se habla del agua.

El Principado es una región privilegiada en cuanto a disponibilidad de recursos hídricos; dispone del 10% de los recursos naturales del país, cuando supone el 2% de la superficie y menos del 3% de la población.

Como no existen regadíos apreciables, las demandas se limitan a los consumos domésticos e industriales y suponen aproximadamente el 1,8% de los recursos, una cifra realmente ridícula.

Todo apunta a que el agua en Asturias es un magnífico potencial de desarrollo, siendo preciso que, con el mayor respeto a la Naturaleza, se desarrollen políticas adecuadas para su puesta en valor. Éstas deberán de incluir nuevos elementos de regulación, como el previsto en el curso alto del Nalón con el embalse de Caleao, para resolver el problema del desequilibrio temporal de las precipitaciones y acciones que permitan minimizar las pérdidas en las conducciones y los consumos abusivos de agua.