«Zaragoza será la capital mundial del agua, como Silicon Valley en telecomunicaciones»

Mar, 16/08/2005

ABC

Entre los retos de la Expo 2008 está dotar a la capital del Ebro de una posición internacional más relevante y, dejando de lado el debate puntual del trasvase, que sea un foro en materia de agua

ROQUE GISTAU

Presidente de la sociedad estatal Expoagua Zaragoza 2008

ZARAGOZA. Tras ocupar puestos relevantes en el Canal de Isabel II y Aguas de Barcelona, el ingeniero Roque Gistau (Bielsa, Huesca, 1946) confiesa que se enfrenta a su proyecto más ilusionante. La exposición internacional de Zaragoza de 2008, con el título «Agua y desarrollo sostenible» es una auténtica carrera contra el reloj.

-A menos de tres años para la Expo, ¿se va a llegar a tiempo en todo lo que se dijo?

-Se va a llegar a tiempo en todo lo que tiene que ver con la exposición, en las competencias de esta sociedad estatal, que tiene la encomienda de construir las infraestructuras de la exposición, desarrollarla y darle una utilidad posterior. Luego hay un plan de acompañamiento de otras entidades que tienen que estar operativas para la Expo, algunas imprescindibles. Y tanto lo propio como el plan de acompañamiento van a estar para la Expo.

-¿Cuál es la mayor dificultad que se está encontrando?

-Más que dificultades, los mayores condicionantes son los que tienen que ver con los procedimientos. Esto es una sociedad estatal y queremos que funcione con absoluto rigor y transparencia, y por tanto sometido a las reglas de contratación pública, lo que obliga a una serie de plazos en los concursos y «rigidiza» bastante las actuaciones, pero son las reglas del juego y vamos a cumplirlas, aunque obligue a planificar con más tiempo.

-¿Qué diferencias hay con Sevilla 92?

-Hay una diferencia de tamaño, que será un tercio de la sevillana, y la duración, tres meses y no seis. La segunda diferencia es de concepto, porque en el 92 cada país ponía lo que quería en su pabellón, y aquí hay un hilo conductor, el agua. Y la tercera diferencia tiene que ver con el después, porque estamos proyectando todo con la idea de que sea convertible al día siguiente de la conclusión de la Expo.

-La previsión de visitantes también es inferior.

-Sí, eso tiene que ver con el tipo de Expo. Hay que diferenciar número de visitas y de visitantes. En Sevilla hubo 44 millones de visitas y 15 millones de visitantes, porque hubo muchos sevillanos que fueron muchas veces, y aquí prevemos siete millones de visitas, lo que nos puede llevar a tres o cuatro millones de visitantes.

-¿Cómo se va a garantizar el éxito de la post-Expo, el aprovechamiento del recinto?

-La parte baja va a ser de construcciones efímeras. Pero la parte alta tendrá carácter permanente y todos los edificios se están proyectando con vocación de futuro. Unos quedarán con carácter museístico, como el puente-pabellón, el acuario fluvial y la torre del agua. También habrá un centro termal, un canal de aguas bravas y un palacio de congresos. El pabellón de Aragón estará la Consejería de Educación y el resto de las superficies tendrán uso terciario, equipamientos públicos y oficinas de alto standing. Y en la parte baja también quedarán algunas tiendas y restaurantes. Otra cosa es cuándo se colmata eso, porque al día siguiente o al mes siguiente no estará todo ocupado, habrá un proceso de adaptación, que espero que sea más rápido que en Sevilla. El recinto Juan Carlos I de Madrid tardó diez años en entrar en ritmo, yo no creo que nuestro recinto tarde tanto, pero sí tres o cuatro años.

-¿Va a tener un carácter tan empresarial como en el Juan Carlos I?

-Yo querría, porque es lo que da vida a una pastilla urbana.

-Recientemente han visitado la Expo universal de Aichi. ¿Han tomado nota de algo, se va a corregir algún aspecto del proyecto inicial?

-En algo mejoraremos. En Japón tiene cosas interesantes. Han montado la Expo sobre un parque protegido y la tienen que desmontar entera, por lo que las construcciones efímeras están muy bien resueltas y hay modelos que aplicaremos. Entre las cosas que mejorar, en Aichi había un calor del demonio y en Zaragoza lo hará, por lo que hay que crear áreas de sombra y por donde se pueda circular, porque, si se hace una foto fija, el 30 por ciento de los visitantes están dentro de los pabellones y el 70 por ciento en la calle, por lo tanto hay que cuidarla tanto o más.

-En cuanto a la gestión, ¿qué garantías de control y transparencia se están llevando a cabo?

-Ya he dicho antes que uno de nuestros puntos de partida es el rigor y la transparencia en la gestión. Si esto fuera una empresa privada, muchas de las cautelas que estamos teniendo no las tomaríamos, pero estamos cumpliendo escrupulosamente la normativa. Se publican los concursos, se explica a la gente las cosas, para todo...

-Aunque ahora la prioridad sea poner en marcha los contenidos, habrá una labor de promoción de la muestra en España y el resto del mundo. ¿En qué consistirá?

-Tiene dos actores. Tenemos un área de relaciones internacionales cuyo objetivo es visitar todos los países, empresas e instituciones, para ofrecerles que vengan. Pero, además, esto tiene que estar apoyado por el comisario de la exposición, que aún no está nombrado. No podemos hacer nada oficialmente, porque la Expo aún no está registrada oficialmente en el BIE por los plazos que hay.

-¿Qué se sabe de ese nombramiento?

-Sinceramente, no sé nada. Y, aunque no es urgentísimo porque aún no se puede hacer nada porque la muestra no está registrada, pero empieza a serlo relativamente.

-¿Cuál es el mayor atractivo de la Expo?

-Voy a diferenciar el atractivo ante España y el resto del mundo, y para los aragoneses. Tenemos que ser capaces de utilizar este vehículo singular para dar a Zaragoza una posición más relevante en España y el mundo y que sirva para atraer inversiones, y que Zaragoza sea la capital mundial del agua. Habrá una tribuna para que antes y durante la Expo haya conferencias y reuniones de todos los actores relacionados con el agua y pretendemos que haya una declaración del agua que sea un referente para el mundo, como en las telecomunicaciones Silicon Valley. De cara a los zaragozanos, hay tres objetivos: cambiar el eje de la ciudad, resaltar que es la capital del Ebro, que el río sea un elemento de centralidad urbana y no de borde, como el Támesis en Londres o el Sena en París. Segundo, que las infraestructuras queden para la ciudad y que el nuevo área del meandro de Ranillas sea una pastilla urbana con visión de futuro. Y que todo ello sirva para generar ilusión.

-¿No teme que la pretensión de convertir a Zaragoza en capital del agua genere resistencias en zonas de España que vinculen la idea al rechazo al trasvase del Ebro?

-Estamos hablando de otro plano del debate. El dar respuesta a las necesidades de un territorio por una vía u otra no es objeto de este planteamiento. Queremos tratar los problemas asociados con el agua, que no son sólamente los de la cantidad del recurso, sino muchos más. El trasvase es irrelevate en este debate. El objeto no es qué recurso utilizo en cada momento, si trasvase del Ebro, del Ródano o desalinizadoras, sino analizar bien los problemas de agua y transmitir mensajes y sistemas que permitan optimizar con eficacia el recurso. El agua es un elemento poliédrico, de muchas caras: desde el punto de vista ambiental como recurso natural; de su uso, como elemento a la calidad de vida y salud; económico, como elemento de producción para la industria o la agricultura; y el tema de la reutilización consecutiva, que es muy importante. Y luego está la cantidad. Yo estoy planteando un debate a otro nivel, no que en Zaragoza se hable del trasvase del Ebro.

-¿Percibe cierta decepción entre los zaragozanos, se ha desinflado el fervor inicial?

-Eso pasa con todos los fenómenos de este tipo. Yo espero que cuando empecemos a poner ladrillos se retome ese fervor, tiene que ser un esfuerzo sostenible, no de impulsos. Es un proyecto con una altísima concertación social, de participación y comprensión de los mensajes. También hay que ser mensurado, porque supone un salto en infraestructura y una proyección en el mundo, pero tampoco es el maná.