La sierra de Cádiz y las paradojas del agua

Dom, 31/07/2005

La Vanguardia

La sequía es más una amenaza en el horizonte que una realidad palpable en Andalucía. El campo de secano está como siempre en estas fechas, seco, y el regadío, verde como en sus mejores momentos. Nada o casi nada indica a la vista que es el año más seco de las últimas décadas. Al valle del Guadalquivir, que supone la agricultura de media Andalucía, todavía no han llegado las restricciones de riego. Menos aún a los habitantes de sus núcleos urbanos. El Ayuntamiento de Sevilla asegura que tiene agua para los dos próximos años. Casi al mismo tiempo que se reconocía oficialmente la sequía, a principios de junio, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir aprobaba una dotación de riego de 1.350 hectómetros cúbicos para esta campaña.
Sólo unos pocos miles de vecinos de localidades de las sierras de Huelva y Cádiz sufren cortes de agua en sus casas a determinadas horas del día o de la noche. La razón es que al tratarse de localidades donde suele llover, carecen de sistemas de almacenamiento para resistir los periodos de sequía. Camino de la sierra de Cádiz, donde hay restricciones en Alcalá de los Gazules y Puerto Serrano, los campos regados del bajo Guadalquivir muestran una imagen de intenso verdor. Los surtidores en fila de los sistemas de riego por aspersión ponen de manifiesto aquí y allá que las fincas no están sedientas. Extensos campos de algodón, maíz, guisantes, garbanzos...
Andalucía es tierra de paradojas: Almería, donde apenas llueve nunca, depende menos de los caprichos del cielo, y ni siquiera la anterior sequía provocó restricciones; Cádiz, donde más llueve, sufre los rigores de la sequía a las primeras de cambio. Verdes como la albahaca cataloga los campos del bajo Guadalquivir uno de los agricultores de Alcalá de los Gazules, Francisco Díaz, de 74 años, propietario de una finca de más de 200 hectáreas. Este hombre, al que señalan en el pueblo como uno de los que más saben de agua en la comarca, asegura que a lo largo de su dilatada experiencia ha visto sequías peores y que el fallo siempre es lo mal que se gestiona por parte de los responsables públicos el agua que llueve. A menos de 40 kilómetros de Alcalá de los Gazules se encuentra el observatorio de Grazalema, cuyos registros pluviométricos (de 1.200 a 1.400 litros por m2 en años normales) encabezan casi siempre el ranking de la Península.
Los pantanos, que abundan en la comarca de las Andas, están hechos cuenca abajo. Los vecinos de Alcalá de los Gazules, unos 6.000, tienen ahora agua desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche. Los fines de semana no hay cortes para no asustar a los turistas que se adentran en la ruta de los pueblos blancos. Lo paradójico es que este pueblo se halla en la zona donde más llueve de toda España, bastante más que en Galicia o Asturias.
En Alcalá arranca la serranía de Ronda. Los vecinos de esta comarca gaditana dicen que en el norte lloverá más veces, pero de manera mansa, mientras que en estas montañas cae el agua a cántaros. Igual que se marcha a otras tierras o al mar. En Alcalá llueve normalmente entre 800 y 1.000 litros por m2. Este año se han registrado 480 litros en los puntos más altos y apenas 20 litros en la campiña. El único embalse que surte a Alcalá es una especie de pantaneta de escasa capacidad que, para colmo, tiene múltiples fugas. Francisco Díaz afirma que cuando la construyeron, hace diez o doce años, junto a su finca, 'la pantaneta era una palangana'. Después le hicieron obras de ampliación, pero con tan mala fortuna que deja escapar más agua de la que retiene. Desde entonces, la finca colindante ha perdido unos 300 chaparros, podridos por culpa de esas fugas: este árbol no aguanta el exceso de humedad.
Los desarreglos de la política hidráulica les quitan agua a unos y a otros les anegan la finca. Sufren cortes de agua, pero los huertos proliferan en la comarca. Sólo en Alcalá hay más de 200 huertos, la piscina municipal permanece abierta, y el agua corre calle abajo de la fuente de la Salada hasta el arroyo. A mitad de camino han puesto una boca para que los vecinos cojan agua, no potable según la policía local, para dar de beber a los animales, principalmente vacas. Los vecinos juran que allí suele haber cola de gente acopiando bidones para las vacas, pero el día que estuvieron allí estos reporteros no apareció nadie.
Francisco Díaz, buen conocedor de su pueblo, responde que la gente usa alegremente el agua de los grifos porque cree que la escasez durará poco y porque, en el fondo, todos saben que la zona es rica en acuíferos, aunque no buscarán el agua de verdad hasta que se llegue a una situación desesperada.
Le da la razón, a su lado, Francisco Pizarro, principal empresario hostelero de la localidad, tío del cantante Alejandro Sanz. Hoy por hoy, lo peor no es que escasee el agua, sino que la ausencia de lluvias de este año ha dejado los montes sin pasto para los animales. El agua todavía no falta buena parte del día y abunda en la fuente de la Salada, pero para alimentar las vacas hay que echar mano al bolsillo, y eso es lo que más duele. El precio del agua es ridículo, cosa que no ocurre con el pienso. Mal lo tiene un vecino que cría unos 800 becerros, que si de agua se beben más 45.000 litros en una sentada, de pienso, el amo no quiere contar el pienso que comen. Antes, cuando llovía, era fácil sacar a las vacas al campo a pastar y, de vuelta al establo, llevarlas a beber a uno de los muchos pilares construidos junto a los manantiales. Todo les venía del cielo. Ahora, a eso de las cinco de la tarde, del cielo sólo puede caer fuego, y de la parte del mar, el cansino viento de levante.
Los pueblos de esta parte de la sierra de Cádiz adolecen de las mismas carencias: falta de embalses en la cabecera de los ríos y redes de abastecimiento antiguas y mal conservadas. A veces pierden toda el agua como les llega. El líquido que recogen los pantanos Barbate, Celemín y Tarifa se utiliza para riego de la campiña, y para contar con ella para los pueblos de arriba habría que bombearla de vuelta. Cosa que de momento no se hace, pero probablemente será la única solución si la sequía, que no ha hecho más que empezar, persiste. En la otra ladera de la sierra, cuyos cauces vierten hacia el Campo de Gibraltar, sobra el agua en pueblos como Jimena de la Frontera o Castellar. No en balde conocen la comarca como la pequeña Irlanda andaluza.
Los cortes nocturnos de suministro tienen como finalidad evitar las fugas que sufre la red de abastecimiento urbano. A nadie se le ocurre que hay que reparar las pérdidas porque habitualmente hay agua de sobra. Hasta que llega un año seco y entonces llegan las lamentaciones. 'Aunque aquí nadie está preocupado por la escasez de agua, la naturaleza es sabia y ya en época de Jesucristo se hablaba de vacas gordas y vacas flacas', subraya Francisco Pizarro. Tan poca preocupación hay que hay tres proyectos, dos aprobados ya, para construir campos de golf con sus correspondientes urbanizaciones de miles de chalets y numerosos hoteles. Hasta la sierra ha llegado la fiebre del green. Y eso que, dicen aquí, cada campo de golf necesita un río y que no hay un llano en todo lo que alcanza la vista. Afirman en Alcalá que vienen porque 'allá abajo ya no caben'.
A los pueblos de las sierras de Cádiz, Málaga y Granada ha llegado la onda expansiva de los jubilados ingleses y alemanes que eligen Andalucía para disfrutar de sus últimos años. Compran casas, cortijos, fincas enteras. Después se dedican a pasear el perro, unos, o a corretear detrás de las pelotas de golf. En la vecina Medina Sidonia ya hay un campo en construcción. La onda del turismo residencial se extiende muchos kilómetros al interior. Alcalá está a unos 40 kilómetros del Puerto de Santa María. Eso ocurre mientras los jóvenes escapan hacia las ciudades. Las autoridades locales estiman que en los próximos diez años la población doblará el número de habitantes, especialmente jubilados. ¿Quién les garantizará el suministro de agua? Ya se verá.


Los desarreglos de la política hidráulica les quitan agua a unos y a otros
les anegan la finca