La Albufera ha perdido en 17 años un 40% de los caudales que mantenían el lago
Lun, 30/05/2005
Los expertos sostienen que el agua ahorrada en el regadío es vital para mantener el ecosistema
El ecosistema de la Albufera es el gran perdedor de la planificación hidráulica que se plasmó en el Plan Hidrológico del Júcar. El documento, hasta hace muy poco referente incuestionable para todos los usuarios de la cuenca del Júcar, establece una reserva de 100 hectómetros cúbicos para el lago. Sin embargo, se trata de caudales que no están garantizados ni tienen un origen definido. Por si fuera poco, los aportes al lago han ido disminuyendo espectacularmente en los últimos años.
J. Sierra, Valencia
En 1988, un equipo del departamento de Microbiología y Ecología de la Universitat de Valencia del que formaban parte profesor Eduardo Vicente y José Manuel Soria, quiso conocer al detalle la cuantía, origen y variaciones en los aportes de agua dulce al lago de la Albufera como un instrumento imprescindible para conocer mejor el ecosistema y buscar soluciones a su degradación.
El trabajo realizado entonces permitió evaluar una a una las entradas de agua al lago con mediciones a pie de campo y arrojó una cifra global de 280 hectómetros cúbicos anuales en años considerados «normales» bajo parámetros climatológicos. Diecisiete años después, y en un año normal como el de 2004, previo a la sequía actual, los investigadores repitieron el proceso, volvieron sobre sus pasos en 1988 y descubrieron que las entradas al lago de aguas superficiales procedentes en su mayoría de las acequias de riego que aportan las aguas del Júcar y el Turia se habían reducido a 170 hectómetros cúbicos, casi un 40% menos.
Eduardo Vicente asegura que esta disminución de caudales, aún aceptando que parte de ellos eran aguas residuales sin depurar, tiene una incidencia directa «y muy negativa sobre el ecosistema» ya que, entre otros efectos, impide la renovación de las aguas y mantiene prácticamente sin variaciones los niveles de oxígeno manteniendo la elevada eutrofización del lago.Las cifras aportadas en este trabajo son herederas de toda la bibliografía anterior, pero también y sobre todo se validaron y perfeccionaron por medio de aforos directos en acequias y también en los ullales o manantiales, lo que confiere a este trabajo un valor especial.
Los caudales de las principales acequias fueros medidos en diversas ocasiones durante los primeros siete meses de 1988, tanto en periodos de lluvia como en ausencia de ella y extrapolados de forma acorde con la climatología al resto del periodo anual.En el años 1995, en condiciones de extrema sequía muy similares a las actuales, se realizaron nuevas mediciones que arrojaron una cifra de 42 hm3, muy alejadas de los 280 hm3 de media y «próxima», según los especialistas, a la que podría registrarse este año si las cosas no cambian.
Este año, y tal como viene ocurriendo en la última década, la inundación invernal, del arrozal una práctica tradicional vinculada también al combate contra el cucat, ha sido prácticamente inexistente o en su defecto ha afectado de forma muy desigual al conjunto de los arrozales.
Además, el llenado del arrozal en las últimas semanas ha sido «lento y muy irregular», admiten fuentes de los arroceros, aunque añaden que suele ocurrir así cuando no llueve y se recurre íntegramente a los caudales de las acequias.
Las consecuencias empiezan a ser visibles en el lago, con un aumento de la eutrofización que podría agudizarse conforme avanza el verano y aumentan las temperaturas.
Sin embargo, por encima de situaciones excepcionales, a los expertos les preocupa más el descenso global experimentado en el conjunto de los últimos años por lo que tiene de estructural y la amenaza que representa para el futuro.
Eduardo Vicente sostiene que además de perfeccionar y completar los sistemas de depuración en el entorno del lago, se deben asegurar los 100 hectómetros cúbicos que consigna el Plan Hidrológico de la Cuenca del Júcar «independiente de la cuantía de los sobrantes de riego que, a consecuencia de una mejor gestión del regadío tenderán a reducirse progresivamente».
La mejor gestión del agua, apuntan Soria y Vicente «debe encaminarse a mantener los aportes hídricos al lago y al parque natural, especialmente en los periodos de necesidad, de modo que se saque el mejor partido de los recurso disponibles».
El Gobierno, sin embargo, tiene otro destino para los caudales sobrantes del riego que representan, según el estudio, un 43% de los aportes a la Albufera: el trasvase Júcar-Vinalopó.Y de momento tampoco ha aclarado cuáles podrían ser las alternativas a esta merma de caudales.
El ecosistema de la Albufera es el gran perdedor de la planificación hidráulica que se plasmó en el Plan Hidrológico del Júcar. El documento, hasta hace muy poco referente incuestionable para todos los usuarios de la cuenca del Júcar, establece una reserva de 100 hectómetros cúbicos para el lago. Sin embargo, se trata de caudales que no están garantizados ni tienen un origen definido. Por si fuera poco, los aportes al lago han ido disminuyendo espectacularmente en los últimos años.
J. Sierra, Valencia
En 1988, un equipo del departamento de Microbiología y Ecología de la Universitat de Valencia del que formaban parte profesor Eduardo Vicente y José Manuel Soria, quiso conocer al detalle la cuantía, origen y variaciones en los aportes de agua dulce al lago de la Albufera como un instrumento imprescindible para conocer mejor el ecosistema y buscar soluciones a su degradación.
El trabajo realizado entonces permitió evaluar una a una las entradas de agua al lago con mediciones a pie de campo y arrojó una cifra global de 280 hectómetros cúbicos anuales en años considerados «normales» bajo parámetros climatológicos. Diecisiete años después, y en un año normal como el de 2004, previo a la sequía actual, los investigadores repitieron el proceso, volvieron sobre sus pasos en 1988 y descubrieron que las entradas al lago de aguas superficiales procedentes en su mayoría de las acequias de riego que aportan las aguas del Júcar y el Turia se habían reducido a 170 hectómetros cúbicos, casi un 40% menos.
Eduardo Vicente asegura que esta disminución de caudales, aún aceptando que parte de ellos eran aguas residuales sin depurar, tiene una incidencia directa «y muy negativa sobre el ecosistema» ya que, entre otros efectos, impide la renovación de las aguas y mantiene prácticamente sin variaciones los niveles de oxígeno manteniendo la elevada eutrofización del lago.Las cifras aportadas en este trabajo son herederas de toda la bibliografía anterior, pero también y sobre todo se validaron y perfeccionaron por medio de aforos directos en acequias y también en los ullales o manantiales, lo que confiere a este trabajo un valor especial.
Los caudales de las principales acequias fueros medidos en diversas ocasiones durante los primeros siete meses de 1988, tanto en periodos de lluvia como en ausencia de ella y extrapolados de forma acorde con la climatología al resto del periodo anual.En el años 1995, en condiciones de extrema sequía muy similares a las actuales, se realizaron nuevas mediciones que arrojaron una cifra de 42 hm3, muy alejadas de los 280 hm3 de media y «próxima», según los especialistas, a la que podría registrarse este año si las cosas no cambian.
Este año, y tal como viene ocurriendo en la última década, la inundación invernal, del arrozal una práctica tradicional vinculada también al combate contra el cucat, ha sido prácticamente inexistente o en su defecto ha afectado de forma muy desigual al conjunto de los arrozales.
Además, el llenado del arrozal en las últimas semanas ha sido «lento y muy irregular», admiten fuentes de los arroceros, aunque añaden que suele ocurrir así cuando no llueve y se recurre íntegramente a los caudales de las acequias.
Las consecuencias empiezan a ser visibles en el lago, con un aumento de la eutrofización que podría agudizarse conforme avanza el verano y aumentan las temperaturas.
Sin embargo, por encima de situaciones excepcionales, a los expertos les preocupa más el descenso global experimentado en el conjunto de los últimos años por lo que tiene de estructural y la amenaza que representa para el futuro.
Eduardo Vicente sostiene que además de perfeccionar y completar los sistemas de depuración en el entorno del lago, se deben asegurar los 100 hectómetros cúbicos que consigna el Plan Hidrológico de la Cuenca del Júcar «independiente de la cuantía de los sobrantes de riego que, a consecuencia de una mejor gestión del regadío tenderán a reducirse progresivamente».
La mejor gestión del agua, apuntan Soria y Vicente «debe encaminarse a mantener los aportes hídricos al lago y al parque natural, especialmente en los periodos de necesidad, de modo que se saque el mejor partido de los recurso disponibles».
El Gobierno, sin embargo, tiene otro destino para los caudales sobrantes del riego que representan, según el estudio, un 43% de los aportes a la Albufera: el trasvase Júcar-Vinalopó.Y de momento tampoco ha aclarado cuáles podrían ser las alternativas a esta merma de caudales.