Las restricciones se extenderán al abastecimiento humano si la ausencia de lluvias persiste en otoño

Jue, 05/05/2005

ABC

ALICANTE. La ausencia de precipitaciones detectada en la Comunidad -un 24% menos de lluvias registradas desde septiembre a abril de lo que se considera habitual - está agravando una situación de sequía que no por venir de lejos deja de ser extremadamente preocupante para la agricultura, especialmente en el sur de la provincia de Alicante (las lluvias en el Vinalopó Medio han descendido en un 36% este año). Las únicas zonas que de momento no muestran señales de escasez hídrica son las comarcas de El Comtat y la Marina Alta, donde, por el contrario, se ha visto aumentado el nivel de precipitaciones en un 47% y un 9%, respectivamente.

Si bien los agricultores son las primeras víctimas en sufrir este déficit de agua, en caso de no llover en los próximos meses, el problema podría hacerse extensivo al abastecimiento humano. Fuentes de la Conselleria de Infraestructuras apuntaron que, pese a la inconveniencia de que hacer cundir la alarma, lo cierto es que si en otoño la situación actual de sequía perdura, podría darse el caso de restricciones en el suministro de agua en los hogares.

Las «garantías» del Plan Agua

En la zona de la cuenca del río Segura, los efectos empiezan ya a ser visibles y si no llegan las preciadas lluvias se prevén desastres en los cítricos (afectados anteriormente por las heladas), patatas, alcachofas, brócolis, escarolas y lechugas, entre otras cosechas. En la actualidad esta zona presenta un déficit de 600 hectómetros cúbicos, ya que sólo disponen 200 de los 800 que se precisan para hacer frente a los riegos de los cultivos, según explica Eladio Aniorte, presidente de Asaja Alicante, quien añade «que la continua falta de agua es la culpable de que un 60% de tierras se haya abandonado en los últimos 3 años». Según Aniorte, el abandono del 40% restante «es cuestión de tiempo si no cambia la situación». Las que peor lo tienen son el 20% de tierras que quedan con sistema de riego tradicional «a manta» y con estructuras de riego más deficitarias, «aunque si no hay agua no hay posibilidad de modernizar el riego», añade Eladio.

El panorama en otra de las zonas más afectadas, la del Vinalopó-Alacantí, no es mejor: sus agricultores tan sólo tienen acceso a 50 hectómetros cúbicos de los 250 necesarios. Para Andrés Martínez, presidente de la Junta Central de Usuarios del Vinalopó, «a corto plazo teníamos previsto 160 hectómetros cúbicos que nos proporcionaría el trasvase, pero ahora sólo podemos cubrir parte del déficit con 8 hectómetros que nos aporta el Plan Agua y otra parte con el trasvase del Júcar-Vinalopó.

Disminución en el caudal del Júcar

Aun así nos faltan más de 100 hectómetros para poder cubrir las necesidades de riego». Además, la ausencia de lluvias también ha provocado que el Júcar haya bajado de caudal.

En el Vinalopó-Alacantí, el problema de la sequía ya se considera crónica. La necesidad de agua ha creado una situación de sobreexplotación de los acuíferos, ya que se está regando a base de reservas, y algunos de ellos como el de la Sierra de Crevillente ya están muertos, explica Martínez, para quien la ausencia de agua, junto al hecho de que cada vez hay que extraerla a más profundidad, lo que encarece los costes de la agricultura, están poniendo en peligro el futuro de la agricultura y agotando el limitado recurso de los acuíferos, sobreexplotados .

Eladio Aniorte cree que la única solución a esta permanente falta de agua es el trasvase y está convencido de que «tarde o temprano se hará o morirá la agricultura. Las desaladoras son caras y no valen para el riego», añade. En este sentido, añade que la concepción de una obra como el trasvase del Ebro, lejos de poder ser tenida como «faraónica», encierra un valor de previsión que permitirían «afrontar con garantías situaciones de emergencia como la que ahora estamos padeciendo».

Para Andrés Martínez si la situación de sequía perdura, «a largo plazo las consecuencias serán en primer lugar la desaparición de la agricultura y después la afectación en el suministro a los núcleos urbanos».