CRONICA HISTORICA Un largo milenio de sed en Barcelona
Dom, 27/03/2005
«Nunca llueve, pero hay goteras», dice uno de los enunciados de las leyes de Murphy perfectamente aplicable a Barcelona, una ciudad bañada por el mar y aquejada de polidipsia milenaria. En los rincones de la memoria histórica apenas queda rastro de los versos del poeta romano que hablan de ricos campos regados por aguas dulces en unos tiempos en que la ciudad vieja disponía de una red muy completa de desagües y alcantarillado. Termas, pozos, minas, arenales, baños públicos y fuentes cubrían las necesidades líquidas, mediante acueductos y canales, de la ciudad fundada por Augusto.
Las sucesivas invasiones -con la destrucción de aquellas obras públicas- y el rápido crecimiento de la población han convertido el problema del agua en una obsesión para los barceloneses hasta el momento presente, en que las autoridades hidráulicas anuncian tiempos de sequía extrema y las Naciones Unidas alertan sobre un futuro sin agua. El resultado es la mercantilización de este producto de primera necesidad.
En ocasiones, la lucha por el agua se resolvía excavando para llegar hasta los pozos, y en momentos de crisis urbana decrecían las aguas sucias y el peligro de infecciones. En cualquier caso, había que hacer frente a las impurezas en minas como la de Montcada, en ríos como el Besòs y el Llobregat, y las traídas de agua desde Montjuïc y Collserola. Pero Barcelona crecía en gran proporción y obligaba a aguzar toda posibilidad de apagar la sed. Ya a finales del siglo XVI, uno de los grandes proyectos era el trasvase de aguas del río Ter al Congost y el Besós, según documenta Federico Udina en su libro L'aigua a Barcelona, pero la idea tuvo que abandonarse. Una parte de la historiografía medieval se ocupa del drama de la escasez con la atención que dedica a las constantes plegarias, procesiones y rogativas invocando la lluvia.
Con la industrialización de Barcelona en el siglo XIX con La España Industrial, Sert Hermanos, las sociedades Batlló y Valls, La Maquinista Terrestre y Marítima... el problema del agua adquirió nuevas y apremiantes dimensiones. Una memoria de la Sociedad General de Aguas de Barcelona, fundada en 1925 y convertida después en la actual Aigües de Barcelona, habla de la intervención privada.En 1878, el catalán Jaume Roger se asoció con los franceses Mouren para la explotación de pozos, a las que siguieron otras iniciativas hasta la llegada de la Societé Générale des Eaux de Barcelona y el posterior rescate del servicio por Aguas de Barcelona.
Empresa diversificada
Hoy, Agbar, presidida por Ricard Fornesa, que lo es también de La Caixa, es una empresa cuyo principal accionista es un holding formado por una compañía francesa. Aparte del negocio del agua, Agbar ha diversificado las actividades. Controla la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) y ha comprado parte de una compañía danesa dedicada a la misma actividad. También tiene una mutua sanitaria, Adesla, y participa en una empresa de instalaciones eléctricas. En 2003 proporcionó la general sorpresa con la venta de la empresa de saneamiento y eliminación de residuos Cespa, por 188 millones de euros. El caso es que el agua sólo representa el 38% de los ingresos de Agbar.
Los gobiernos, en este caso el de la Generalitat, regulan las empresas de servicios públicos de primera necesidad a través de las tarifas. La realidad es que la factura de Agbar para una familia promedio barcelonesa duplica en importe a la equivalente en Madrid. Dos tercios del ciclo facturado por tramos de consumo se reparten entre el canon y el alcantarillado. Hoy, el agua más depurada procede del Ter. El resto es de escasa calidad, y de ahí el gran consumo de garrafas de agua.
El agua es un elemento tres veces más abundante que la tierra sólida. Es, además, un líquido incoloro, azul cuando se presenta en cantidades masivas, inodoro e insípido. Durante mucho tiempo se creyó que era afín al aire. Según los griegos, el mundo y la vida surgieron del agua. Esta era un dios: Océano. Más tarde se inventaron las ninfas, las ondinas, las sílfides, las rusalcas y las sirenas. Se levantaron templos y se construyeron oráculos a la orilla del mar. También se edificaron catedrales sobre fuentes y manantiales. Se bautiza con agua y hay apóstoles de la hidroterapia, aunque contiene también bacterias, sustancias vegetales, aire, hierro, sulfato y bicarbonato. En muchos sitios, con suerte, sabe a charca de ranas, y hay que beber marcas carbónicas embotelladas como autodefensa y en beneficio de la salud pública. Ya se sabe, venimos del agua y volvemos al barro
Las sucesivas invasiones -con la destrucción de aquellas obras públicas- y el rápido crecimiento de la población han convertido el problema del agua en una obsesión para los barceloneses hasta el momento presente, en que las autoridades hidráulicas anuncian tiempos de sequía extrema y las Naciones Unidas alertan sobre un futuro sin agua. El resultado es la mercantilización de este producto de primera necesidad.
En ocasiones, la lucha por el agua se resolvía excavando para llegar hasta los pozos, y en momentos de crisis urbana decrecían las aguas sucias y el peligro de infecciones. En cualquier caso, había que hacer frente a las impurezas en minas como la de Montcada, en ríos como el Besòs y el Llobregat, y las traídas de agua desde Montjuïc y Collserola. Pero Barcelona crecía en gran proporción y obligaba a aguzar toda posibilidad de apagar la sed. Ya a finales del siglo XVI, uno de los grandes proyectos era el trasvase de aguas del río Ter al Congost y el Besós, según documenta Federico Udina en su libro L'aigua a Barcelona, pero la idea tuvo que abandonarse. Una parte de la historiografía medieval se ocupa del drama de la escasez con la atención que dedica a las constantes plegarias, procesiones y rogativas invocando la lluvia.
Con la industrialización de Barcelona en el siglo XIX con La España Industrial, Sert Hermanos, las sociedades Batlló y Valls, La Maquinista Terrestre y Marítima... el problema del agua adquirió nuevas y apremiantes dimensiones. Una memoria de la Sociedad General de Aguas de Barcelona, fundada en 1925 y convertida después en la actual Aigües de Barcelona, habla de la intervención privada.En 1878, el catalán Jaume Roger se asoció con los franceses Mouren para la explotación de pozos, a las que siguieron otras iniciativas hasta la llegada de la Societé Générale des Eaux de Barcelona y el posterior rescate del servicio por Aguas de Barcelona.
Empresa diversificada
Hoy, Agbar, presidida por Ricard Fornesa, que lo es también de La Caixa, es una empresa cuyo principal accionista es un holding formado por una compañía francesa. Aparte del negocio del agua, Agbar ha diversificado las actividades. Controla la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) y ha comprado parte de una compañía danesa dedicada a la misma actividad. También tiene una mutua sanitaria, Adesla, y participa en una empresa de instalaciones eléctricas. En 2003 proporcionó la general sorpresa con la venta de la empresa de saneamiento y eliminación de residuos Cespa, por 188 millones de euros. El caso es que el agua sólo representa el 38% de los ingresos de Agbar.
Los gobiernos, en este caso el de la Generalitat, regulan las empresas de servicios públicos de primera necesidad a través de las tarifas. La realidad es que la factura de Agbar para una familia promedio barcelonesa duplica en importe a la equivalente en Madrid. Dos tercios del ciclo facturado por tramos de consumo se reparten entre el canon y el alcantarillado. Hoy, el agua más depurada procede del Ter. El resto es de escasa calidad, y de ahí el gran consumo de garrafas de agua.
El agua es un elemento tres veces más abundante que la tierra sólida. Es, además, un líquido incoloro, azul cuando se presenta en cantidades masivas, inodoro e insípido. Durante mucho tiempo se creyó que era afín al aire. Según los griegos, el mundo y la vida surgieron del agua. Esta era un dios: Océano. Más tarde se inventaron las ninfas, las ondinas, las sílfides, las rusalcas y las sirenas. Se levantaron templos y se construyeron oráculos a la orilla del mar. También se edificaron catedrales sobre fuentes y manantiales. Se bautiza con agua y hay apóstoles de la hidroterapia, aunque contiene también bacterias, sustancias vegetales, aire, hierro, sulfato y bicarbonato. En muchos sitios, con suerte, sabe a charca de ranas, y hay que beber marcas carbónicas embotelladas como autodefensa y en beneficio de la salud pública. Ya se sabe, venimos del agua y volvemos al barro