Impacto ambiental de las desaladoras

Jue, 12/08/2004

La Razón

Las desaladoras son necesarias para satisfacer necesidades de abastecimiento humano, turístico e industrial de la costa mediterránea, pero en este momento no pueden resolver en exclusiva el problema de las demandas de la agricultura levantina en general, por su alto coste y por su desconocido impacto ambiental. Es necesario conocer los impactos medioambientales de las desaladoras previstas por el nuevo Plan antes de su puesta en marcha. El Trasvase del Ebro es imprescindible para resolver el déficit hídrico estructural del arco mediterráneo. El principal problema medioambiental de las desaladoras es el vertido de salmuera. Este desecho líquido tiene una salinidad doble de la del agua del mar (las desaladoras de agua de mar tienen un recobro medio del 50%), contiene productos químicos (biocidas, antiincrustantes y antiespumantes) procedentes del pretratamiento que se realiza al agua bruta, y concentrados de sólidos en suspensión y detergentes que resultan de la limpieza de las membranas. Puede tener también importancia el incremento de concentración de nutrientes, nitratos y fosfatos. Esta composición, la más frecuente del vertido, nos alerta sobre la importancia de su impacto ecológico. Para estimar el impacto real que tendría el vertido de una planta desaladora es necesario realizar un riguroso Estudio de Impacto Ambiental (EIA) y, sobre todo, Programas de Seguimiento que permitan conocer los efectos y su evolución sobre el medio marino. Existen a día de hoy pocos Estudios de Impacto Ambiental. Citamos los efectuados en relación con la desaladora de Jávea (Alicante) y la de Maspalomas II (Gran Canaria). Los resultados obtenidos pueden resumirse así: Se ha demostrado claramente la sensibilidad de la posidonia oceánica a los incrementos de salinidad. La posidonia oceánica es una planta que sólo existe en el mar Mediterráneo. Subsiste la duda de lo que puede sucederle a la planta y a su ecosistema en una situación permanente. Las plantas de mayor profundidad son mucho más sensibles que las que viven cerca de la superficie. Tampoco se conoce hasta qué punto los resultados de un vertido concreto son aplicables a otras situaciones operacionales. En la experimentación con animales también ha quedado en evidencia su gran sensibilidad a los aumentos de salinidad, aunque no han podido precisarse los umbrales. Se debería actuar con «precaución ambiental », es decir, dejando ciertos márgenes de seguridad que garanticen realmente la persistencia de las praderas afectadas. En el diseño y ejecución de vertidos hipersalinos se recomienda lo siguiente: Debe determinarse la posible afección de las salmueras a la fauna y flora del medio receptor. Ejecutar programas de vigilancia ambiental. Evitar zonas con ecosistemas relacionados con la Posidonia oceánica. Mantener el principio de precaución ambiental formulado en la Cumbre de Río para cualquier vertido hipersalino. El dispositivo de vertido deberá ser objeto de una investigación específica que tenga en cuenta la topografía del fondo, la zona colonizada por las plantas a proteger, la renovación de aguas, etc. Antes de lanzarse a la construcción de una planta, es evidente que el impacto medioambiental de las desaladoras es poco conocido y la prudencia ambiental aconseja hacer estudios de detalle para cada caso con sus correspondientes programas de seguimiento. Estos estudios, junto con los de alternativas de emplazamiento de la planta y estudios en detalle de la toma del agua, requieren el tiempo suficiente para no improvisar la construcción de una planta desaladora. Creemos sinceramente que se está precipitando una solución que en estos momentos no es válida para sustituir al Trasvase del Ebro. Como hemos venido manteniendo desde hace algún tiempo, las desaladoras pueden ser, en su justa medida, un complemento para el Trasvase, pero no pueden anularlo. Expertos en desalación de todo el mundo están preocupados por los impactos que grandes macrodesaladoras podrían producir en el medio marino. Esta preocupación tiene su origen en los efectos que ha producido el vertido de salmueras de una de las desaladoras más grandes del mundo en el golfo Pérsico, donde desde el aire se observa fácilmente la superficie de la plataforma continental cubierta por una capa salina. Existe otro impacto ambiental indirecto que se produce por el intenso consumo de energía de las plantas desaladoras. Las cifras medias de consumo energético en desaladoras de ósmosis inversa y para agua de mar son de 4 kwh/m3, frente a los 2 kwh/m3 que se estima en los estudios realizados para el Trasvase del Ebro. Bajo la hipótesis de que se pretendiera la producción de 600 hm3/año mediante la desalación de agua de mar por ósmosis inversa, se requeriría un incremento de energía de 2.400 ·106 kwh/año (2.400 gigawatios ·hora), lo que produciría un aumento del CO2 vertido a la atmósfera, y contribuiría a incrementar el efecto invernadero con 2,4 millones de toneladas de CO2, si se utilizasen centrales de carbón, y una tercera parte, si se utilizasen centrales de ciclo combinado. Estos incrementos de energía necesarios para la puesta en marcha de la desalación no pueden, en estos momentos, producirse con energías renovables no contaminantes. La discontinuidad de las fuentes de energías renovables (solar y eólica) no son capaces de atender grandes demandas sin el apoyo de la energía convencional. Los expertos coinciden en que la aplicación que podría tener posibilidades es la pila de hidrógeno, porque permite producir energía en continuo, pero no se espera que esto sea posible antes de 5 o 10 años como mínimo. La precipitada apuesta por las macrodesaladoras podría provocar graves problemas sobre el abastecimiento de energía eléctrica de la costa mediterránea, debido a que nos encontramos en una zona con sobredemandas de energía eléctrica, lo que probablemente causaría frecuentes apagones por insuficiente energía en la zona. Melchor Senent Alonso es profesor titular de Hidrología en la Universidad de Murcia. Artículo extraído de «PAPELES FAES ». Número 3