La nueva gestión del agua en Cáceres

Jue, 29/07/2004

Hoy

Se habla con frecuencia últimamente sobre un nuevo proyecto de abastecimiento a la ciudad de Cáceres mediante el represamiento del río Almonte, uno de los mejor conservados de España, basándose este planteamiento en la simple ecuación: frente a expectativas de aumento de demanda hay que construir otra gran presa.

Esta premisa adolece de graves errores de planteamiento. En primer lugar, se habla de «demanda», cuando en realidad debería hablarse de mero «consumo». La demanda es un término económico, el cual va ligado a un precio que haga coincidir la oferta y la demanda. Como es de sentido común, todo bien cuyo suministro no va ligado a un precio se derrocha, ya que quien lo utiliza no recibe ningún estímulo para su uso mesurado. Esto es precisamente lo que ocurre con el agua, tanto la urbana como la de riego. Tal como se expuso en estas páginas el pasado día 7 de julio («El Almonte: el destino de seguir siendo río») existe una amplísima relación de casos de gestión de la demanda, cuyo éxito ya es una realidad en España, en los que la aplicación del principio de recuperación de costes ha logrado reducir el gasto de agua sin una especial carga para las familias. En todo caso, ha de subrayarse la necesidad de su aplicación a los gastos suntuarios, como los jardines propios de Escocia en un clima mediterráneo y a las industrias que no reutilizan sus aguas, donde a mayor gasto de agua aumenta progresivamente el precio por metro cúbico.

Evolución urbana de Cáceres

En segundo lugar, se dice que para el año 2012, horizonte del Plan Hidrológico de la cuenca del Tajo, el consumo aumentará considerablemente, logrando que el pantano del Guadiloba se quede pequeño para abastecer a Cáceres. Frente a esta idea de que el aumento del consumo de agua aumenta sin parar, tenemos el hecho de que dichas expectativas se sobredimensionan. Es más, el consumo de agua se reduce en realidad desde hace tiempo. Esto es algo que no sólo se ha dado en nuestro país, sino que ha ocurrido en todos los organismos de planificación hidráulica. Lo que se necesita, en cambio, es estudiar y debatir la evolución urbana de Cáceres, ya que ahora se elabora el nuevo PGOU, y analizar críticamente el modelo de ciudad que se persigue y el que puede lograrse haciendo una ciudad sostenible y con una buena calidad de vida.

El agua no es sino una parte de la ordenación territorial y poco importa la fuente de abastecimiento si fomentamos un urbanismo que no tenga en cuenta el territorio donde se actúa y se olvide de la ciudad que una a los ciudadanos y que es característica de nuestra cultura. Además, cuando se redactó el Plan Hidrológico del Tajo no se tuvieron en cuenta conceptos como la gestión de la demanda, la recuperación íntegra de costes, la reutilización de aguas depuradas, separación de aguas pluviales, grises y negras, el buen estado ecológico de las aguas y ríos, las zonas protegidas como los wild and scenic rivers (www.riosconvida.org), la penalización del consumo excesivo, la demolición de presas y otras obras hidráulicas obsoletas, la cogestión de aguas superficiales y subterráneas, el ahorro permanente de agua, la caducidad y revisión de concesiones para riego como la de Valdesalor, la renovación de redes o la participación pública en la gestión de nuestro territorio. Los ejemplos de la Nueva Cultura del Agua (www.unizar.es/fnca) y de la Comisión Mundial de Presas (www.dams.org) se imponen con la fuerza de la lógica y el sentido común en la labor planificadora a la hora de la necesaria reforma de nuestra política de aguas, que aún se basa en un mero catálogo de proyectos como el del Anexo II de la Ley del Plan Hidrológico Nacional de 2001, una verdadera carta a los Reyes Magos de la construcción.

En sólo una década, el planteamiento de más y más obras públicas hidráulicas ha quedado relegado en la moderna gestión del agua a un lugar muy atrasado. Abundando en esta idea, si el Plan de la cuenca del Tajo, cuyos estudios son de principios de los años noventa, recogía postulados de la los años cuarenta y cincuenta (gran obra hidráulica de aguas superficiales totalmente subvencionada promotora del derroche en un marco de autoritarismo hidráulico), no podemos a estas alturas seguir con tales argumentos, máxime cuando es la propia Directiva Marco del Agua de la Unión Europea la que le ha dado carácter oficial a la moderna gestión del agua. Extremadura cuenta con numerosos fracasos de la actuación estructural en esta materia y sufre un gran volumen de pérdidas, no es hora de que repitamos los mismo errores destruyendo un símbolo de nuestra región, el río Almonte, porque los ríos no son meros canales por donde discurre el agua, a pesar de lo que diga desde hace décadas la "formación del espíritu hidráulico nacional".

PEDRO BRUFAO CURIEL Catedrático E.U. Interino. Universidad de Extremadura