EL ORO AZUL: EL ACCESO AL AGUA ES DERECHO DE TODOS

Lun, 26/07/2004

ABC

La «crisis del agua» está documentada estadísticamente: 1.500 millones de personas sin acceso al agua potable; 2.400 millones viven sin servicios sanitarios apropiados; 3.000 millones no tienen instalaciones para el tratamiento de agua. Como resultado, cada día mueren 30.000 personas por la ausencia de agua limpia, y 18 millones de niñas menores de 14 años no tienen idea de lo que es ir a la escuela porque se ven forzadas a pasar el día acarreando agua, con frecuencia en distancias superiores a cinco kilómetros. El agua es una de las fuentes de vida más vitales, y asegurar su disponibilidad universal se ha convertido en una importante batalla política para el siglo veintiuno. Las crecientes carencias aumentan su precio, y ya es comúnmente conocida como el «oro azul».

El 80 por ciento de los ríos de Francia están contaminados debido al excesivo uso del agua. Muchos ríos ya no llevan sus aguas hasta el mar (el Colorado es un ejemplo típico). Las aguas del subsuelo se están acabando y contaminando, la calidad del agua se deteriora, y ahora debe extraerse en lugares más profundos y más remotos, lo cual invariablemente aumenta los costes. En los países de África, Asia, América Central y Sudamérica, y en algunos estados de lo que fuera la Unión Soviética, los gobiernos carecen de los recursos financieros necesarios para hacer las inversiones esenciales en la perforación de pozos, el mantenimiento de las instalaciones públicas de agua, la puesta al día de los acueductos y la provisión de servicios sanitarios en las áreas densamente pobladas o rurales más remotas.

Así, muchos países han decidido «vender» parcialmente sus servicios de abastecimiento de agua a grandes empresas multinacionales.

La transferencia del control de los recursos acuíferos del mundo a estos «reyes del agua» como Suez, Thames Water, RWE, Vivendi y Bechtel a través de la privatización del servicio y a Nestlé, Coca-Cola y Danone a través de la comercialización se está volviendo la orden del día.

Cara y escasa, el agua se ha convertido en una atractiva mercancía, instrumental para la seguridad económica y alimentaria de cualquier Estado. Por ello, hoy es el origen de serios conflictos de intereses entre grupos sociales y unidades territoriales dentro de países que compiten por usos alternativos y a veces mutuamente excluyentes (como la irrigación a costa de las necesidades de agua para los hogares, las industrias o la producción de energía).

Si no se hace nada en un nivel estructural básico, para el año 2020-25 la «crisis del agua» se habrá convertido en una «bomba del agua»: el 60 por ciento de la población mundial (4.800 millones de personas) vivirán en áreas con carencias graves de agua potable. Y esto sin tener en cuenta las consecuencias negativas del cambio climático.

Pero el problema puede resolverse, y las soluciones son bien conocidas. El principal obstáculo es la ausencia de voluntad política para tomar las decisiones necesarias: reconocer el acceso al agua potable como un derecho inalienable y universal; reconocer que el agua es propiedad común de todos los seres vivos sobre la tierra, no una mercancía que puede venderse y privatizarse; promover la agricultura alternativa (diseñada para acomodar las necesidades locales a través de tecnologías menos destructivas para el suelo y con un uso más eficiente del agua); reorientar las tecnologías para el abastecimiento de agua para acomodar las necesidades de los más pobres (a través de la reintroducción del uso del agua de lluvia); involucrar a los ciudadanos en institutos democráticos para el estudio del agua; dirigir el acceso público a la toma de decisiones democráticas.

La oligarquía de los financieros, tecnócratas y magnates nunca debe poder decidir el destino de la vida, pues eso es exactamente lo que es el agua.

En 1998, por iniciativa del Grupo de Lisboa, ciudadanos preocupados y miembros del Parlamento se reunieron para firmar el Manifiesto del Agua, proponiendo que se tomen medidas para enfrentar la crisis mundial del agua en un Contrato Ciudadano Global del Agua que constaría de tres ejes principales: la creación de una red de parlamentarios para el cuidado del agua; la promoción de una campaña informativa que eleve la conciencia y movilice bajo el lema de Agua para Todos; y, el establecimiento de un Observatorio Mundial de los Derechos del Agua.

El Contrato Global del Agua ha logrado desde entonces buenos avances, y sus redes pueden encontrarse ahora en todos los continentes. En Roma, el año pasado, miembros de los parlamentos tanto europeo como nacionales adoptaron formalmente el Manifiesto del Agua. El manifiesto proclama que el agua es un derecho humano inalienable.

Espero que los hombres y mujeres de buena conciencia comprendan la necesidad de luchar por hacer que el agua sea un derecho humano universalmente reconocido. La humanidad no puede sobrevivir sin acceso libre al agua.

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