Murcia, una sola voz en demanda del trasvase

Dom, 27/06/2004

ABC

Dejamos atrás el Levante almeriense y nos adentramos en las tierras de Murcia, feraces y laboriosas. El trasvase Tajo-Segura propició el despegue

Aquí no hay titubeos. Los murcianos enarbolan reivindicaciones vehementes, espoleados por la proliferación de recriminaciones sobre el supuesto derroche y sobreexplotación del agua en sus campos y en su litoral. El agravio colectivo está servido y nadie está dispuesto a callar y otorgar. La Vega de Lorca, los invernaderos de Totana, o una industria alimentaria puntera, bien ilustrada en la margen izquierda de la autopista del Mediterráneo (dirección norte) por la gigantesca nave de El Pozo, uno de los motores del sur de la región, pespuntean la ruta y acuñan en la retina del viajero una pintura impresionista de trabajada prosperidad, a pesar de que la realidad climática, con sus pros y sus contras, es la que es: sobra el sol y falta el agua.

Debido al hasta ahora razonable engarce entre la sociedad civil y las instituciones, a la entrada de la ciudad de Murcia nos saluda un gigantesco «affiche» blanco con una ya célebre leyenda en azul: «Agua para todos». Será el primero de una serie interminable de lo que se ha convertido en el «leit motiv» urbano. La izquierda, como es obvio, se ha desmarcado, pero el estado de opinión a favor del trasvase es ampliamente mayoritario.

odos los autobuses municipales cargan con la reivindicación en sus espaldas de acero y muchos de los viandantes no dudan de que se sumarán, si tienen ocasión, a cuantas movilizaciones se convoquen. Por ejemplo, Mari Carmen González, quien aún recuerda la visita de los Reyes al pueblo de su madre, Mula, hace ya muchos años, y cómo poco después «la BBC hizo un reportaje en el que se nos retrataba como garrulos entre nubes de moscas. Me gustaría que vieran ahora el sistema de gestión de regadíos que tenemos, absolutamente innovador. Cómo hemos cambiado y cuánto debemos al trasvase Tajo-Segura...». Tanto que nos desplazamos al Campo de Cartagena, una de las comarcas más beneficiadas por aquella bendita conexión entre cuencas hidrográficas que acaba de cumplir veinticinco años. Cinco lustros esenciales para el despegue.

Del éxodo a la inmigración

Estamos citados en un bar de Gimenado con Antonio Pagán, el presidente de la Asociación de Molinos de Viento de Torre Pacheco y fuerza viva de una zona en la que, antes de jubilarse, bregó durante décadas, de puerta en puerta, como representante de piensos compuestos. Con perspectiva sobrada, Antonio sentencia que el «agua es la vida, y lo prueba el hecho de que antes del trasvase el éxodo era permanente. Todo el mundo se marchaba a Elche, a Barcelona... Ahora ocurre lo contrario, que los hijos de los agricultores se quedan y, además, son ingenieros. Es difícil encontrar un campo más avanzado que el nuestro».

Al pie del Cabezo Gordo

Antonio quiere que recorramos los regadíos de la vasta planicie sólo truncada por el Cabezo Gordo, un monte pelado y rojizo, socavado por una cantera. Relata que «lo del reparto del agua controlado por ordenador lo tuvimos aquí antes que en Mula» y que quien mejor puede explicarnos cómo se gestiona el oro líquido es Manuel Martínez Roca

(más conocido por aquellos lares como «Manolo el del Pino»), presidente del Sindicato de Regantes del Campo de Cartagena. Llega Manolo al volante de su todoterreno dispuesto a conseguir que disipemos cualquier duda sobre «si el agua se tira, se desperdicia o se malgasta». La primera parada es la Estación de Control Central, desde la que se gestionan el volumen global de agua del que disponen los agricultores para una gigantesca extensión de más de 40.000 hectáreas. Todo está informatizado y las cifras son más que significativas: de un total de 126 hectómetros cúbicos anuales, 122 proceden del trasvase del Tajo y sólo 4 de la depauperada cuenca del Segura.

El pasado era otra cosa: «¿Que cómo se regaba antes? Pues a base de norias que llevaban el agua a las acequias. Se trabajaba en precario, con un abastecimiento salobre, de una calidad ínfima». «El del Pino» explica que «aquí, la tierra está unida de forma indisoluble al agua, y el agua es para la tierra y no para los propietarios. Si yo vendo una finca, la vendo con sus derechos de abastecimiento incorporados». A razón, detalla, de 4.300 metros cúbicos de agua por hectárea y año. Actualmente, con el sistema de contadores magnéticos y electroválvulas se consigue que el agricultor pueda solicitar el agua que necesita a través de su tarjeta personal por Internet, sin necesidad de desplazarse. El pago se hace por anticipado, «de modo que si no hay dinero, no hay agua. No fiamos a nadie».

Cosechas sucesivas

Antiguamente, los regantes tenían vigilantes repartidos por la zona (Fuente Álamo, Torre Pacheco, San Javier, Pilar de la Horadada) a quienes se solicitaba el suministro. Comenta Manolo que el regadío se ha hecho eficiente también «por no coincidir en el período de comercialización de los productos con el almeriense. Nosotros recogemos la cosecha después que ellos y antes que los manchegos». Pimientos, pepinos, calabacines, melones, alcachofas, brócoli... El 90 por ciento se exporta al norte de Europa.

Los regantes aspiraban, con el trasvase del Ebro, a lograr una disponibilidad de 5.300 metros cúbicos al año, por cada hectárea, en vez de los 4.300 actuales, para poner a producir las hectáreas de secano. Esperanza cercenada por la ministra Narbona, o, al menos, confusa en sus plazos y condiciones. Una pena, dice Manolo, en zona de cultivo tan eficiente que cada metro cuadrado de terreno produce «12 ó 13 kilos de pimientos, por ejemplo».

Manolo ha viajado mucho d(«pagado de mi bolsillo» por el afán de conocer diferentes métodos de gestión del regadío. Se pregunta «por qué en Israel, donde son los máximos especialistas en el aprovechamiento del agua, apenas se recurre a la desalación». Comenta que «es más difícil de lo que se piensa captar el agua del mar, porque no la puedes coger de cualquier sitio, sino de uno donde esté remansada y no haya mucho oleaje. Además, lo que nadie dice es que el boro del agua marina no lo quitan las membranas. Sin contar con el enorme consumo energético de 4 o 5 kilowatios por cada metro cúbico tratado. Las desaladoras pueden considerarse un seguro, jamás una solución, por aquello de que el agua más cara es la que no se tiene».

El riego milimétrico

Tras una rápida y pedagógica visita al melonar (regado por goteros y protegido a ras de suelo por plásticos, para evitar la evaporación), la producción de pimientos en modernísimos invernaderos de última generación impresiona por el aspecto lozano y homogéneo de las altísimas matas. Un sofisticado sistema informático detecta cuándo falta humedad y dónde, con lo que se activa el riego en el punto indicado. Del mismo modo, los nutrientes se suministran automáticamente en el momento en que la planta lo necesita. Ciencia avanzada al servicio de unos cultivos intensivos en los que no es que no se derroche agua; es que no cabe, hoy por hoy, mejor aprovechamiento. Cuenta Manolo que España es puntera en cultivos, pero no en producción de semillas, que han de ser compradas a Holanda o a los Estados Unidos. Cada saquito de un kilo puede costar más de un millón de pesetas.

A María Dolores Sánchez le toca hoy tutelar la marcha de su cosecha. Pide a su empleado marroquí Said que nos acerque unos pimientos de distintas clases: rojos, verdes y unos oscuros, robustos y achaparrados a los que llaman californianos, mientras comenta que en estas tierras «se daría un buen destino al agua que sobra en el Ebro».

Un nuevo paisaje humano

Atisbamos después, de paso, el sorprendente paisaje humano de una barriada de Torre Pacheco. Ni un rostro con rasgos europeos y sí multitud de magrebíes y ecuatorianos en un marco adaptado a sus inquilinos temporeros, con locutorios públicos y bares de impronta exótica convertidos en centros de reunión. Manolo admite que «los de aquí ya no doblan el espinazo en la recogida de la cosecha», tal y como comprobamos cuando, en el camino, nos encontramos con los chavales Saturnino y José Meroño, de quienes su padre, también agricultor, comenta que prefieren el campo para juegos o visitas esporádicas. El nivel de vida de la comarca ha despegado «gracias a la bendición de la conjunción del sol y del agua». Hasta cuándo, si no hay trasvase, es la gran incógnita.

Molinos, devoción y turismo

De regreso con Antonio Pagán, paramos junto a dos de los catorce hermosos molinos cuya restauración ha promovido a lo largo de los últimos años. Ahora, varios de ellos han vuelto a funcionar, pero su molienda es casi simbólica, destinada sólo a ser repartida en los festejos y romerías. Al tiempo, cobra auge en las devociones populares la modesta ermita de la Virgen del Pasico, donde se bendicen claveles frescos. El amplio eco de estos empeños aferrados a las tradiciones locales se alimenta de otra semilla que crece: la del turismo. «El del pino» nos ha dicho que cinco mil hectáreas de campo van a ser recalificadas, y aboga por un desarrollo de calidad. O sea, el de los campos de golf, «no sé por qué tan demonizados». Habrá que intentar un «approach» a alguno de ellos en la próxima y última etapa de nuestro viaje