Más de tres millones de niños mueren cada año por culpa de la degradación ambiental
Lun, 28/06/2004
MADRID. Los niños de hoy viven en un entorno muy diferente al de hace algunas generaciones. Los cambios globales que se han producido en este tiempo incluyen la industrialización, el rápido crecimiento de la población urbana, el consumo insostenible de recursos naturales, el incremento en la producción y el uso de compuestos químicos, el transporte de residuos peligrosos entre fronteras y ahora también el cambio climático. Todos estos factores exponen a los niños a riesgos que hace unas pocas generaciones ni siquiera se podían imaginar. Sin embargo, las amenazas más mortíferas siguen siendo viejos factores básicos: el agua insalubre, la falta de saneamiento, el paludismo y la contaminación del aire en locales cerrados.
Unas causas que provocan cada año la muerte de más de tres millones de niños menores de cinco años. Esta franja de edad sólo representa el 10 por ciento de la población mundial, pero sufre el 40 por ciento de la carga de enfermedad relacionada con el medio ambiente. Esto se debe a que ingieren más cantidad de sustancias nocivas en proporción a su peso corporal y a que tienen menos fortaleza y menos conocimientos sobre el modo de protegerse. Para ilustrar este impacto del medio ambiente en la salud de los niños, la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar el primer atlas sobre salud infantil y medio ambiente, presentado en la cuarta conferencia ministerial europea sobre este tema celebrada en Budapest.
Aunque el impacto de la pobreza en la salud infantil y en el medio ambiente es un factor en el que se insiste en este estudio, se advierte también de los riesgos emergentes en las sociedades más desarrolladas. Así, mientras la malnutrición impide el crecimiento y desarrollo de los niños en las regiones más pobres del planeta, abriendo las puertas a las mayores amenazas para los niños menores de cinco años -enfermedades perinatales, neumonía, diarrea y malaria-, en las sociedades industrializadas la comida basura y un estilo de vida sedentario ha provocado una epidemia sin precedentes de obesidad en niños, que les conducirán en la vida adulta a la diabetes y enfermedades coronarias.
En cuanto a los factores ambientales, tampoco ninguna región queda a salvo. Cuando los países se van desarrollando, muchos de los riesgos básicos para la salud infantil van desapareciendo gradualmente con inversiones en agua y saneamiento, higiene y combustibles limpios para cocinar. Sin embargo, este declive va acompañado de un aumento en los riesgos modernos. La industrialización trae consigo un aumento del tráfico rodado, polución del aire y el uso de químicos. Y en los países más industrializados el informe advierte de que aún es muy pronto para conocer el impacto concreto que tendrán los riesgos emergentes, como los disruptores endocrinos y el calentamiento global, pero se sospecha que este último favorecerá la extensión de estas enfermedades y las hará aún más severas.
Las causas de muerte infantil que están fuertemente influenciadas por el comportamiento del clima son las enfermedades diarreicas, por las que en 2002 murieron más de 1,5 millones de niños menores de cinco años; la malaria, que causó la muerte a 1,1 millones de niños; las deficiencias nutricionales (incluyendo la malnutrición, deficiencia de yodo y de vitamina A y anemia) que llevaron a la muerte a casi 240.000 pequeños, y las inundaciones, por las que murieron 60.000 niños en 2002. La mayoría de los niños que mueren cada año por enfermedades y condiciones causadas por los riesgos ambientales se sitúan, por ahora, en las zonas más desfavorecidas del planeta.
Exposición a compuestos tóxicos
Y es que en esas regiones, por citar algunos ejemplos, el humo provocado por la quema de combustibles sólidos (madera, estiércol, carbón o restos vegetales) dentro del hogar para cocinar o combatir el frío mata cada año a un millón de niños menores de cinco años, casi la mitad de las muertes anuales por infecciones respiratorias agudas. La imagen de una madre africana cocinando con un niño atado a su espalda es conocida por todos, y es el espejo de esa mayor exposición de los niños a esa combustión tóxica. La concentración de las partículas del humo medida en microgramos por metro cúbico es de 3.000 en una cabaña con un fuego encendido, mientras que en una calle de Bangkok es de 240 y en el centro de Berlín, de 30. El nivel máximo de concentración de estas pequeñas partículas permitido en los países de la Unión Europea es de 50 microgramos por metro cúbico, y no puede excederse más de 35 días al año.
Agua insalubre
Pero sin duda el gran problema al que deberá enfrentarse el planeta en las próximas décadas es la escasez de agua, recurso que define con claridad la necesidad de un desarrollo sostenible. Según Naciones Unidas, aunque no todos los países están igualmente afectados, «el equilibrio entre las demandas de los seres humanos y las cantidades disponibles ya es precario». Mientras en los últimos 70 años la población mundial se ha triplicado, la utilización y consumo de agua se ha multiplicado por seis. Así, en la actualidad, se utiliza el 54 por ciento del agua dulce disponible anualmente, de la que dos tercios se destina a la agricultura. Y las predicciones para el futuro no son nada halagüeñas.
En la actualidad, más de mil millones de personas que viven en áreas rurales o suburbios urbanos dependen para beber de agua sucia procedente de ríos o lagos. El agua sucia provoca diarrea, que mata, según estima la OMS, a 1,8 millones de personas en todo el mundo: de ellos, 1,5 millones son niños menores de cinco años. Y es que el 86 por ciento de las aguas residuales urbanas de Iberoamérica y el Caribe y el 65 por ciento de las de Asia se vierten sin tratar a los ríos, lagos y mares, provocando, además de enfermedades diarreicas, cólera, disentería, fiebre tifoidea, helmintiasis y tracoma. Pero además, cualquier lugar donde haya agua sucia estancada es potencial alimento para los mosquitos, en particular el anopheles que transmite la malaria. Según los datos de la OMS, en el año 2002 y sólo en el continente africano casi 980.000 niños menores de cinco años murieron de esta enfermedad. El dengue, por su parte, mata cada año a 10.000 niños.
Mientras, el clima también puede entrar en acción de una forma menos sutil. Los episodios meteorológicos extremos son cada día más frecuentes. Entre 1992 y 2001, las inundaciones, tanto en zonas costeras como de interior, provocaron la muerte de casi 100.000 personas: 60.000 eran niños.
Unas causas que provocan cada año la muerte de más de tres millones de niños menores de cinco años. Esta franja de edad sólo representa el 10 por ciento de la población mundial, pero sufre el 40 por ciento de la carga de enfermedad relacionada con el medio ambiente. Esto se debe a que ingieren más cantidad de sustancias nocivas en proporción a su peso corporal y a que tienen menos fortaleza y menos conocimientos sobre el modo de protegerse. Para ilustrar este impacto del medio ambiente en la salud de los niños, la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar el primer atlas sobre salud infantil y medio ambiente, presentado en la cuarta conferencia ministerial europea sobre este tema celebrada en Budapest.
Aunque el impacto de la pobreza en la salud infantil y en el medio ambiente es un factor en el que se insiste en este estudio, se advierte también de los riesgos emergentes en las sociedades más desarrolladas. Así, mientras la malnutrición impide el crecimiento y desarrollo de los niños en las regiones más pobres del planeta, abriendo las puertas a las mayores amenazas para los niños menores de cinco años -enfermedades perinatales, neumonía, diarrea y malaria-, en las sociedades industrializadas la comida basura y un estilo de vida sedentario ha provocado una epidemia sin precedentes de obesidad en niños, que les conducirán en la vida adulta a la diabetes y enfermedades coronarias.
En cuanto a los factores ambientales, tampoco ninguna región queda a salvo. Cuando los países se van desarrollando, muchos de los riesgos básicos para la salud infantil van desapareciendo gradualmente con inversiones en agua y saneamiento, higiene y combustibles limpios para cocinar. Sin embargo, este declive va acompañado de un aumento en los riesgos modernos. La industrialización trae consigo un aumento del tráfico rodado, polución del aire y el uso de químicos. Y en los países más industrializados el informe advierte de que aún es muy pronto para conocer el impacto concreto que tendrán los riesgos emergentes, como los disruptores endocrinos y el calentamiento global, pero se sospecha que este último favorecerá la extensión de estas enfermedades y las hará aún más severas.
Las causas de muerte infantil que están fuertemente influenciadas por el comportamiento del clima son las enfermedades diarreicas, por las que en 2002 murieron más de 1,5 millones de niños menores de cinco años; la malaria, que causó la muerte a 1,1 millones de niños; las deficiencias nutricionales (incluyendo la malnutrición, deficiencia de yodo y de vitamina A y anemia) que llevaron a la muerte a casi 240.000 pequeños, y las inundaciones, por las que murieron 60.000 niños en 2002. La mayoría de los niños que mueren cada año por enfermedades y condiciones causadas por los riesgos ambientales se sitúan, por ahora, en las zonas más desfavorecidas del planeta.
Exposición a compuestos tóxicos
Y es que en esas regiones, por citar algunos ejemplos, el humo provocado por la quema de combustibles sólidos (madera, estiércol, carbón o restos vegetales) dentro del hogar para cocinar o combatir el frío mata cada año a un millón de niños menores de cinco años, casi la mitad de las muertes anuales por infecciones respiratorias agudas. La imagen de una madre africana cocinando con un niño atado a su espalda es conocida por todos, y es el espejo de esa mayor exposición de los niños a esa combustión tóxica. La concentración de las partículas del humo medida en microgramos por metro cúbico es de 3.000 en una cabaña con un fuego encendido, mientras que en una calle de Bangkok es de 240 y en el centro de Berlín, de 30. El nivel máximo de concentración de estas pequeñas partículas permitido en los países de la Unión Europea es de 50 microgramos por metro cúbico, y no puede excederse más de 35 días al año.
Agua insalubre
Pero sin duda el gran problema al que deberá enfrentarse el planeta en las próximas décadas es la escasez de agua, recurso que define con claridad la necesidad de un desarrollo sostenible. Según Naciones Unidas, aunque no todos los países están igualmente afectados, «el equilibrio entre las demandas de los seres humanos y las cantidades disponibles ya es precario». Mientras en los últimos 70 años la población mundial se ha triplicado, la utilización y consumo de agua se ha multiplicado por seis. Así, en la actualidad, se utiliza el 54 por ciento del agua dulce disponible anualmente, de la que dos tercios se destina a la agricultura. Y las predicciones para el futuro no son nada halagüeñas.
En la actualidad, más de mil millones de personas que viven en áreas rurales o suburbios urbanos dependen para beber de agua sucia procedente de ríos o lagos. El agua sucia provoca diarrea, que mata, según estima la OMS, a 1,8 millones de personas en todo el mundo: de ellos, 1,5 millones son niños menores de cinco años. Y es que el 86 por ciento de las aguas residuales urbanas de Iberoamérica y el Caribe y el 65 por ciento de las de Asia se vierten sin tratar a los ríos, lagos y mares, provocando, además de enfermedades diarreicas, cólera, disentería, fiebre tifoidea, helmintiasis y tracoma. Pero además, cualquier lugar donde haya agua sucia estancada es potencial alimento para los mosquitos, en particular el anopheles que transmite la malaria. Según los datos de la OMS, en el año 2002 y sólo en el continente africano casi 980.000 niños menores de cinco años murieron de esta enfermedad. El dengue, por su parte, mata cada año a 10.000 niños.
Mientras, el clima también puede entrar en acción de una forma menos sutil. Los episodios meteorológicos extremos son cada día más frecuentes. Entre 1992 y 2001, las inundaciones, tanto en zonas costeras como de interior, provocaron la muerte de casi 100.000 personas: 60.000 eran niños.