El agua en el cauce del río en la ciudad desciende otra vez a cotas alarmantes

Mar, 22/06/2004

La Verdad

Muñoz Grau calcula que los pozos ilegales «nos roban 200 hectómetros cúbicos al año», si bien el caudal ecológico del Segura sólo requiere 126 Los pluviómetros registraron más de 120 litros de lluvia en primavera
PEDRO J. BERNABEU/ORIHUELA
LOS HECHOS
Alarma: ante el descenso del agua en el cauce del río Segura.

Protesta: los vecinos critican el mal olor provocado por la acumulación del lodo sumergido en el fondo.

Peticiones: se ha solicitado el cierre de los pozos reseñados en el informe de la Fiscalía de Medio Ambiente del TSJ de Madrid.

Nada más hay que acercarse a la barandilla del Puente de Poniente en el cauce del río Segura en la ciudad de Orihuela, o peor todavía, aproximarse hasta la pasarela de los azudes de las acequias situadas junto al Puente de Levante, en el centro de la ciudad, para comprobar sin remedio, con indignación e impotencia, que el nivel del agua estancada ha vuelto a descender hasta cotas alarmantes, paulatinamente desde el sábado por la tarde.

Lo peor de todo es que cuando los comerciantes y los vecinos del entorno de los paseos del río estaban ya tranquilos, a raíz de contemplar la crecida del pasado martes, tras quedar días antes el cauce casi seco, ahora se repite el inesperado e injustificado descenso del volumen circulante por el casco urbano.

El hedor recupera protagonismo, más por la noche que a la luz del día, cuando emerge el lodo sumergido en el fondo y deja de correr el tenue hilo de agua y de vida que discurre, por simple fuerza de gravedad, hacia el segundo azud que alimenta la entrada de las acequias de Callosa y de Almoradí, detrás del Casino.

Por la mañana y hasta el anochecer, las emanaciones de la descomposición del agua estancada son contrarrestadas, a duras penas, por el incesante movimiento de las bombas de inyección de oxígeno, colocadas sobre el agua, -una a la altura del bar Manolo y otra debajo de la pasarela del Palacio Episcopal junto al reloj de la plaza de la Centuria Romana-, pero ni así desaparece el pestilente olor que vuela a todas horas desde el cauce invadiendo las viviendas más próximas.

Quejas vecinales

Con toda la razón del mundo, el vecindario reprocha que «hace meses que el agua no olía tan mal», aunque la culpa es del descenso del nivel que propicia la aparición del fango putrefacto.

Como cuando el repentino primer episodio de hace dos semanas, el presidente de la comisión Pro-Río de Orihuela, José Antonio Muñoz Grau, ahora con datos mucho más precisos, manifestaba ayer a este periódico que el caudal sanitario, de 4 metros cúbicos por segundo hasta la desembocadura durante todo el año, tal y como determina el plan director de la cuenca, «está garantizado con la aportación de 126 hectómetros, mientras sólo los pozos ilegales nos roban», aproximadamente, «unos doscientos hectómetros cúbicos cada año».

La plataforma vecinal oriolana defiende, en toda ocasión que tiene como la de ayer, de instar al nuevo presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, el socialista Fuentes Zurita, «a cerrar inmediatamente los pozos reseñados» en el informe de la Fiscalía de Medio Ambiente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

Muñoz Grau recalcaba una vez más que el «preocupante cáncer de la degradación del río Segura», dejando al margen esta vez los vertidos incontrolados, ahora menos persistentes que en épocas anteriores y sólo presentes en episodios esporádicos, «es el agua que se roba en la zona murciana de Calasparra, Mula y El Chopillo», sin obviar «las incesantes extracciones de los motores ilegales en la Vega Media», reitera el portavoz de la plataforma oriolana, que por derecho «corresponden a los agricultores de los regadíos históricos de la huerta de la Vega Baja y, también por ley, a la asignación estipulada para asegurar el caudal ecológico».

Mientras el presidente de la confederación ha prometido públicamente un volumen permanente de agua «para asegurar el riego continuo en las huertas desde el próximo sábado por la noche», los oriolanos siguen preguntándose dónde están los 120 litros por metro cuadrado del agua de la lluvia de abril y mayo