El problema de la salinidad del agua utilizada para los cultivos
Mar, 01/06/2004
W. R./LORCA
El 50% de las aguas con que se riegan los campos de la comarca proceden de pozos, lo que está ocasionando una problemática que cada vez se agrava más. «Esas aguas tienen un alto índice de salinidad», afirma el presidente de los regantes, Manuel Soler Miras.
Ello se debe a que la profundidad a que se hacen las prospecciones supera ya los 350 metros de profundidad. «En cada litro de agua se pueden encontrar entre 4 y 9 gramos de sal. Es un auténtico disparate». La salinidad se rebaja hasta entre 1,5 y 2 gramos por litro al mezclar el agua procedente del trasvase y la del pantano. «Pero la calidad sigue sin ser del todo buena, ya que tiene exceso de sal». La situación se complicará conforme pase el tiempo, «ya que la extracciones de agua se harán a mayor profundidad y la salinidad se incrementará aún más», apuntó Soler Miras.
Esta salinidad repercute en los cultivos. Las cosechas de bróculi, alcachofa y lechuga son las más perjudicadas. «Son los cultivos más importantes en el Valle del Guadalentín. La sal que estamos arrojando a nuestros campos no es nada buena, perjudica seriamente a las tierras y también a las cosechas».
Las desaladoras no mejorarían la situación de los campos, todo lo contrario, además de que aportarían al Mar Menor tal cantidad de salmuera que podría dañar seriamente la pradera de posidonia. Otro de los problemas que se plantean son las emisiones que realizarían estas desaladoras a la atmósfera y que podría poner en entredicho el Protocolo de Kioto. Algunos empresarios han mostrado ya su preocupación porque la puesta en funcionamiento de las desaladoras podría llevar a cerrar algunas industrias de la Región.
El presidente de la Comunidad de Regantes puso sobre la mesa las dificultades para hacer llegar el agua de las desaladoras hasta las zonas más altas de Lorca, con lo que ello llevaría consigo en cuanto a gasto de impulsión.
«Le planteé las dificultades a que tendría que enfrentarse nuestro municipio, cuya distancia de la costa es grande y a la altura que habría que hacer esas impulsiones. Eso supondría unos gastos importantes que se verían reflejados en los costes del agua. Nuestras lechugas, alcachofas y bróculi saldría a unos precios poco competitivos», concluyó Soler
El 50% de las aguas con que se riegan los campos de la comarca proceden de pozos, lo que está ocasionando una problemática que cada vez se agrava más. «Esas aguas tienen un alto índice de salinidad», afirma el presidente de los regantes, Manuel Soler Miras.
Ello se debe a que la profundidad a que se hacen las prospecciones supera ya los 350 metros de profundidad. «En cada litro de agua se pueden encontrar entre 4 y 9 gramos de sal. Es un auténtico disparate». La salinidad se rebaja hasta entre 1,5 y 2 gramos por litro al mezclar el agua procedente del trasvase y la del pantano. «Pero la calidad sigue sin ser del todo buena, ya que tiene exceso de sal». La situación se complicará conforme pase el tiempo, «ya que la extracciones de agua se harán a mayor profundidad y la salinidad se incrementará aún más», apuntó Soler Miras.
Esta salinidad repercute en los cultivos. Las cosechas de bróculi, alcachofa y lechuga son las más perjudicadas. «Son los cultivos más importantes en el Valle del Guadalentín. La sal que estamos arrojando a nuestros campos no es nada buena, perjudica seriamente a las tierras y también a las cosechas».
Las desaladoras no mejorarían la situación de los campos, todo lo contrario, además de que aportarían al Mar Menor tal cantidad de salmuera que podría dañar seriamente la pradera de posidonia. Otro de los problemas que se plantean son las emisiones que realizarían estas desaladoras a la atmósfera y que podría poner en entredicho el Protocolo de Kioto. Algunos empresarios han mostrado ya su preocupación porque la puesta en funcionamiento de las desaladoras podría llevar a cerrar algunas industrias de la Región.
El presidente de la Comunidad de Regantes puso sobre la mesa las dificultades para hacer llegar el agua de las desaladoras hasta las zonas más altas de Lorca, con lo que ello llevaría consigo en cuanto a gasto de impulsión.
«Le planteé las dificultades a que tendría que enfrentarse nuestro municipio, cuya distancia de la costa es grande y a la altura que habría que hacer esas impulsiones. Eso supondría unos gastos importantes que se verían reflejados en los costes del agua. Nuestras lechugas, alcachofas y bróculi saldría a unos precios poco competitivos», concluyó Soler