Lorca: la lucha por el agua (La historia de una necesidad)

Jue, 29/04/2004

La Verdad


Tradicionalmente, la Historia de Lorca, ha sido la Historia de su agua, o mejor dicho, de su falta de agua. El agua, es el elemento fundamental e insustituible de vida, para nuestros campos, para el riego de nuestros cultivos, para nuestro desarrollo, en definitiva, para calmar nuestra sed.

Desde que Lorca es Lorca, viene sintiéndose en esta tierra una necesidad de abastecimiento de agua, necesidad que, en ocasiones, hemos padecido junto con hambruna y penurias. No muy lejos quedan, los cincuenta de la centuria pasada, donde se podía observar, los desolados campos de Lorca, cuarteados por la sequía, inundados de miseria y, aplastados por el caciquismo.

Nos tenemos que remontar a la Edad Media, si queremos narrar el inicio de la andadura de esta tierra, para obtener, ese líquido generador de vida que es el agua. Los lorquinos de ayer y de hoy, e incluso los de antesdeayer, han intentado acometer las obras para la mejora del abastecimiento, a estas tierras, y para el mejor aprovechamiento de la capacidad productiva de los campos; las conocidas ventajas agroclimáticas del Levante español, eran conocidas ya, en la época de la dominación árabe. Desde el siglo XIV, se han sucedido los intentos de llevar a cabo proyectos de trasvase de aguas, sin perjuicio de terceros, hasta el río Guadalentin, para fertilizar amplia y profundamente su vega. Estos intentos, todos fallidos, o paralizados por diversas razones técnicas, políticas o económicas, se realizaron a expensas de los escasos bienes del Concejo o de empresas locales.

En el año 1369 Lorca había realizado -por su cuenta- una serie de obras para traer el agua de las Fuentes de Caravaca, pero, finalizadas las posibilidades económicas del Concejo lorquino, se pidió ayuda al Rey Enrique II, contestando éste afirmativamente el 1 de octubre de ese mismo año. Las continuadas guerras de la época impidieron la prosecución de las obras iniciadas, y la carencia de la ayuda Real prometida.

Durante los reinados de los Reyes Católicos -año 1500- y del Emperador Carlos V -1537- volvió a plantearse la necesidad y conveniencia del trasvase de las aguas de Caravaca, sin resultados efectivos , por la sequía del caudal de los Ojos de Archivel.

Lorca, Murcia y Cartagena solicitan al rey Felipe II en el 1566, el reinicio de las obras, para la traída de aguas de Caravaca, avanzando considerablemente, pero, la oposición de esta villa, y, además, los gastos originados por la Guerra de las Alpujarras, acabaron con la ejecución del proyecto. Posteriormente, en el año 1618, por orden de Felipe III, se realiza un estudio de las obras y de sus costes, que se cifraban en 440.000 reales que permitirían la obtención de veinte hilas, suficientes para el riego de 20.000 fanegas, es decir, 5.588 hectáreas.

Paralelamente a las obras para la traída de agua de Caravaca, también se pidió ayuda al rey Felipe II para realizar un trasvase desde los ríos Castril y Guardal, afluentes del Guadiana Menor, pero, las presiones del Duque de Alba, con intereses económicos en la zona, impiden que el proyecto se ponga en marcha. De nuevo, se retoman las obras en el 1633, trabajando en las mismas más de 500 hombres, pero errores técnicos y la escasez de fondos públicos, hicieron fracasar el intento ya en la Sierra de Almorox. En esos mismos años, se decide la puesta en marcha de las obras para construir un embalse en el Estrecho de Puentes, que en 1648 es destruido por una avenida.

En 1703 no llovió ni una sola vez en la comarca de Lorca, y entre los años de 1723 y 1728, la falta de lluvias impidió que se pudiera sembrar, con la consiguiente llegada de hambruna. Por este motivo, se vuelven a reactivar los proyectos para traer las aguas del los ríos Castril y Guardal, pero, nuevos errores y, los fracasos de la compañía que reinicio su construcción hicieron desvanecerse nuevamente el sueño del agua. En 1926 volverá a hablarse de los trasvases de agua desde estos ríos hasta Lorca, se realizaron diferentes estudios, hasta el año 1961, fecha en que se dictaminó que no era conveniente la realización de tales obras.

Hubo otras obras tendentes a garantizar el agua en esta zona, en concreto, las referentes a los Embalses de Puentes y Valdeinfierno a finales del siglo XVIII, arruinándose el de Puentes, en 1802, tras intensas lluvias. Estas construcciones, y el desastre de Puentes, llevan a establecer discusiones sobre las dificultades de una cuenca como la del Guadalentín, donde las habituales escasas lluvias pueden dejar paso en momentos puntuales, a grandes chubascos de carácter torrencial, con precipitaciones que en pocas horas pueden ser superiores a las totales de otros años, y que han dado lugar a versos como los de Lope de Vega, que dedicados al Guadalentín expresan su irregularidad: «.y del Guadalentín, que despertando del sueño que le lleva en linfa pura, se espanta de mirarse mar de España».

No bastaron las Ordenes Reales, los sacrificios económicos -muchos de ellos de Lorca-, los intentos bienintencionados pero sin solución científica, en definitiva, todos los esfuerzos baldíos, hasta 1933, que se empieza a contemplar el problema del agua desde un punto de vista nacional, no como un hecho aislado en una zona geográfica, sino, dentro de un análisis de todo el desequilibrio hidrológico en España. Este cambio se produce con los estudios e intervenciones del ingeniero Lorenzo Pardo, redactor del Plan de Obras Públicas. Es, a partir de este momento cuando empieza ha hablarse no sólo del Trasvase del Tajo, sino, también el del Ebro, que políticamente es defendido por el Ministro Socialista D. Indalecio Prieto, que en su discurso de presentación del 26 de febrero de 1933 en Alicante, manifiesta que se trata de una empresa de Estado con las siguientes palabras: .«Esta no es obra a realizar en el período brevísimo de días, ni de meses; es obra de años, para lo cual se necesita la asistencia de quienes hoy gobiernan, de quienes estén en la oposición, de quienes sirven al régimen republicano y, oídlo bien, de quienes están en contra de él; porque quienes por patrocinar el régimen republicano una empresa de esta naturaleza le negara su asistencia y su auxilio, serían no enemigos del régimen, sino unos miserables traidores a España». .

En 1937 se elaboraron dos proyectos admirables para la época, el del Ingeniero D. Félix de los Ríos, sobre el Trasvase del Ebro, y el del Ingeniero Sánchez Cuervo, que aunaba los de los ríos Ebro y Tajo. En 1940 el Plan General de Obras Hidráulicas insiste en que la solución para los riegos de Levante, debía de encontrarse en los caudales sobrantes de otras cuencas, y seguía examinando este problema como de eminente carácter nacional.

El Trasvase Tajo-Segura, en la década de los setenta del pasado siglo, es, seguramente, el último capítulo de una panorámica de trabajo y desvelos por el agua en la comarca del Guadalentín, agua que se nos llega, en su última instancia, por un gobierno socialista.

En los últimos años, han sido varios los intentos de confección de planes hidrológicos o la redacción de alternativas, los que, se han propuesto por los distintos Gobiernos, desde el Anteproyecto de Plan Hidrológico Nacional, el Plan Borrell, -rechazado por el Partido Popular en el año 1994- al propuesto unilateralmente por el Gobierno del P.P. y, aprobado en el año 2000, pero todos se han visto quebrados, y atacados en sus cimientos, por diferencias territoriales, económicas e ideológicas.

El déficit hidráulico que soporta la cuenca del Segura, cuya cuantía depende de los supuestos de partida, acerca de los recursos y las demandas, tiene diversos efectos, entre los que podemos mencionar: imposibilidad de mantener unos caudales mínimos medioambientales; necesidad de no aumentar la actual superficie de regadío; infradotación de agua de las superficies de riego actualmente puestas en explotación; utilización de las aguas subterráneas, incurriendo, en la mayoría de los casos, en una fuerte sobreexplotación de los acuíferos, lo que pone en peligro las hectáreas regadas actualmente con esas aguas.

Los ciudadanos de Lorca y de la Región de Murcia, tenemos derecho a seguir viviendo de nuestra agricultura, con la consolidación de los regadíos existentes, y que ahora sobreviven, gracias a pozos de aguas que cada vez poseen una menor calidad. Agricultura que ha propiciado, como consecuencia de su tecnificación y modernización, la inversión de una tendencia secular, de ser un foco emisor de emigración, a ser un importante foco de atracción de inmigrantes que acuden como mano de obra necesaria a nuestros campos. En esta tierra, tenemos derecho, creo, al desarrollo del sector industrial como complemento del agrícola, pero, este crecimiento del sector secundario también se ve frenado si falta el Agua, al igual que ocurre, con el sector servicios, -turismo incluido ¿por qué, no?- ya que el agua es, como decía al principio de estas líneas, un elemento fundamental para la vida, para el desarrollo de la misma, y para la consolidación de una sociedad del bienestar marcada por la existencia de oportunidades para los ciudadanos, que no pueden olvidar su pasado agrícola, pero que quieren seguir mirando al futuro con la esperanza de que sus necesidades para el mantenimiento del desarrollo iniciado se vean satisfechas.

Como se puede comprobar, el problema de este Pueblo, y de esta Región, en la lucha por el agua, no es cosa de años, sino, de varios siglos; no es cosa de una persona, sino de muchas; no es cosa de una Región, ni de un partido político, sino, de todos. El agua es un derecho de todos los ciudadanos, por consiguiente, éste no puede tener fronteras. Confío en que, la llegada del agua a la Región de Murcia, venga de donde venga, y siendo traída por aquellos que tienen esa responsabilidad, se produzca lo más rápido posible. Confío, además, que ésta vendrá hasta nuestra tierra sin tantos subterfugios como los usados hasta hoy

Miguel Navarro Molina es alcalde de Lorca