La recuperación del río Manzanares
Vie, 23/04/2004
El Manzanares nunca será el río central que tienen las grandes ciudades europeas, pero no por ello deja de ser potencialmente un elemento urbano importante cuya recuperación debe ser un objetivo de la ciudad.
Desaparecidas, y ya irrecuperables, las praderas anejas al río y agobiadas sus márgenes por la edificación, el desgraciado trazado de la M-30 ha acabado con el río como tal convirtiéndolo en gran parte de su curso ciudadano en un accidente anexo al auténtico río de tráfico que discurre por sus orillas. Aún en proceso de recuperación, la limpieza del agua, fruto del costoso plan de saneamiento integral de cuando Tierno era Alcalde, el intenso tráfico es desde luego un obstáculo para cualquier intento de recuperar no ya la calidad del agua sino el paisaje y la posibilidad de pasear por los márgenes de nuestro río, pequeño y estancado, pero la única presencia del agua en la ciudad si quitamos los estanques del Retiro y la Casa de Campo.
Continuando la tradición municipal de la obsesión por el tráfico, el alcalde Ruiz-Gallardón ha vuelto a caer en la misma trampa que sus predecesores (excluyendo a Tierno) y ya no se habla de recuperar el río sino de enterrar la M-30 lo que supone, al menos en imagen, una peligrosa continuidad con la política subterránea de Alvarez del Manzano.
Tan claro es que el objetivo de enterrar la M-30 ha pasado por encima de la idea original de recuperar el río, que en agosto fueron adjudicados los proyectos de entierro (me gusta más la palabra que soterramiento) mientras que se nos promete que habrá en un futuro indeterminado un concurso para resolver lo de arriba.
Nos enteramos después de que la operación de enterrar el tráfico tiene un coste teórico (ya veremos el real) desorbitado que excede la capacidad de endeudamiento del Ayuntamiento y que la factura se entierra también a efectos presupuestarios recurriendo a la iniciativa privada que financiará la obra para que lo recupere con creces una vez acabada la actual legislatura y durante los siguientes 30 años, y que entre la factura y los creces cada vecino de Madrid con una familia media tocará a entre uno y dos millones de las antiguas pesetas; y la cuestión es aún más dolorosa si se piensa que la mayoría de los vehículos que circulan por Madrid, y por ende por la M-30, no pertenecen a vecinos de Madrid sino a municipios limítrofes, y no van a pagar un céntimo ni de euro ni siquiera de antigua peseta por la obra. No se acaban aquí los argumentos contra el entierro pero no pretendo amontonarlos porque tampoco estoy seguro de que no sea realmente la única solución posible para recuperar el río, que me parece efectivamente un objetivo prioritario que podría encadenarse con la candidatura olímpica «si no podemos abrir Madrid al mar, recuperaremos el Manzanares» y no sólo en un tramo urbano sino aguas arriba (la antigua playa de Madrid) y aguas abajo.
Retomado el objetivo correcto Recuperar el río, seguro que podrá articularse el consenso ciudadano y tal vez el consenso político, nadie puede oponerse a esa idea.
La estrategia para volver a centrar la discusión podría ser un gran consenso de cómo recuperar el río sin condiciones previas (ni túnel obligado, ni túnel prohibido) en que equipos multidisciplinares compitan por ofrecer la mejor solución posible sin dejar fuera ningún ámbito geográfico (M-40) ni de decisión (peaje para entrar en automóvil en la ciudad).
El precedente del caso Prado-Recoletos con dos concursos, el primero fallido, con túnel obligado y el segundo sin condiciones previas, es un buen ejemplo de que la libertad de propuesta puede allegar ideas útiles para la ciudad.
No creo que sea imposible articular un consenso ciudadano y político para que la solución que resulte ganadora del concurso sea aceptada, incluya o no entierro del tráfico, y parece preferible inaugurar el comienzo de una obra que goce de general consenso de la ciudad que la terminación de un caro objeto de discordia que ni siquiera va a estar acabado dentro de tres años. Eso sin contar con los costes adicionales en dinero y calidad de las obras que tienen una fecha política de inauguración.
Querido alcalde, un poco de sosiego, la ciudad muy probablemente quiere recuperar el río, pero seguro que no tiene tanta prisa y el cómo, el cuánto y las posibles alternativas al cómo y al cuánto le importan, pensemos primero cómo recuperar el río y convirtámoslo en un objetivo ciudadano de todos.
. Ricardo Aroca es decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).
Desaparecidas, y ya irrecuperables, las praderas anejas al río y agobiadas sus márgenes por la edificación, el desgraciado trazado de la M-30 ha acabado con el río como tal convirtiéndolo en gran parte de su curso ciudadano en un accidente anexo al auténtico río de tráfico que discurre por sus orillas. Aún en proceso de recuperación, la limpieza del agua, fruto del costoso plan de saneamiento integral de cuando Tierno era Alcalde, el intenso tráfico es desde luego un obstáculo para cualquier intento de recuperar no ya la calidad del agua sino el paisaje y la posibilidad de pasear por los márgenes de nuestro río, pequeño y estancado, pero la única presencia del agua en la ciudad si quitamos los estanques del Retiro y la Casa de Campo.
Continuando la tradición municipal de la obsesión por el tráfico, el alcalde Ruiz-Gallardón ha vuelto a caer en la misma trampa que sus predecesores (excluyendo a Tierno) y ya no se habla de recuperar el río sino de enterrar la M-30 lo que supone, al menos en imagen, una peligrosa continuidad con la política subterránea de Alvarez del Manzano.
Tan claro es que el objetivo de enterrar la M-30 ha pasado por encima de la idea original de recuperar el río, que en agosto fueron adjudicados los proyectos de entierro (me gusta más la palabra que soterramiento) mientras que se nos promete que habrá en un futuro indeterminado un concurso para resolver lo de arriba.
Nos enteramos después de que la operación de enterrar el tráfico tiene un coste teórico (ya veremos el real) desorbitado que excede la capacidad de endeudamiento del Ayuntamiento y que la factura se entierra también a efectos presupuestarios recurriendo a la iniciativa privada que financiará la obra para que lo recupere con creces una vez acabada la actual legislatura y durante los siguientes 30 años, y que entre la factura y los creces cada vecino de Madrid con una familia media tocará a entre uno y dos millones de las antiguas pesetas; y la cuestión es aún más dolorosa si se piensa que la mayoría de los vehículos que circulan por Madrid, y por ende por la M-30, no pertenecen a vecinos de Madrid sino a municipios limítrofes, y no van a pagar un céntimo ni de euro ni siquiera de antigua peseta por la obra. No se acaban aquí los argumentos contra el entierro pero no pretendo amontonarlos porque tampoco estoy seguro de que no sea realmente la única solución posible para recuperar el río, que me parece efectivamente un objetivo prioritario que podría encadenarse con la candidatura olímpica «si no podemos abrir Madrid al mar, recuperaremos el Manzanares» y no sólo en un tramo urbano sino aguas arriba (la antigua playa de Madrid) y aguas abajo.
Retomado el objetivo correcto Recuperar el río, seguro que podrá articularse el consenso ciudadano y tal vez el consenso político, nadie puede oponerse a esa idea.
La estrategia para volver a centrar la discusión podría ser un gran consenso de cómo recuperar el río sin condiciones previas (ni túnel obligado, ni túnel prohibido) en que equipos multidisciplinares compitan por ofrecer la mejor solución posible sin dejar fuera ningún ámbito geográfico (M-40) ni de decisión (peaje para entrar en automóvil en la ciudad).
El precedente del caso Prado-Recoletos con dos concursos, el primero fallido, con túnel obligado y el segundo sin condiciones previas, es un buen ejemplo de que la libertad de propuesta puede allegar ideas útiles para la ciudad.
No creo que sea imposible articular un consenso ciudadano y político para que la solución que resulte ganadora del concurso sea aceptada, incluya o no entierro del tráfico, y parece preferible inaugurar el comienzo de una obra que goce de general consenso de la ciudad que la terminación de un caro objeto de discordia que ni siquiera va a estar acabado dentro de tres años. Eso sin contar con los costes adicionales en dinero y calidad de las obras que tienen una fecha política de inauguración.
Querido alcalde, un poco de sosiego, la ciudad muy probablemente quiere recuperar el río, pero seguro que no tiene tanta prisa y el cómo, el cuánto y las posibles alternativas al cómo y al cuánto le importan, pensemos primero cómo recuperar el río y convirtámoslo en un objetivo ciudadano de todos.
. Ricardo Aroca es decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).