Las salinas, fuente de una sorprendente biodiversidad

Mié, 23/04/2014

Ambientum.com

La sal ha estado siempre vinculada al concepto de asepsia. Se ha usado para desinfectar heridas, para conservar alimentos y para depurar el agua de las piscinas. También, en ritos religiosos, para limpiar de pecado al recién nacido y para esterilizar los campos enemigos. Así, parece complicado que veamos vida más allá de la sal. Sin embargo, las salinas están llenas de ella: sólo hay que saber encontrarla. En las salinas marítimas es fácil; basta con observar las abundantes colonias de aves que en ellas nidifican o campean. Es fácil deducir entonces que allí encuentran alimento –generalmente invertebrados– y refugio –plantas– de calidad. Los invertebrados a su vez encuentran alimento en el fito- y zooplankton que nada en las aguas de la salina, y estos microorganismos se nutren de bacterias halófilas –amantes de la sal–. Todo ello constituye una red trófica que varía sustancialmente en cada una de las balsas de evaporación secuencial de la salmuera que forman una salina. Así, las balsas que reciben el agua de mar tienen una concentración y composición similares a éste, mientras que en los cristalizadores, donde se cosechará la sal, se encuentra casi sólo cloruro sódico, lo que es prácticamente incompatible con la vida. A medida que el agua pasa de una balsa a otra, con concentraciones crecientes de salmuera, se va creando una red trófica única, en la que conviven las especies que son capaces de tolerar la salinidad de esa balsa. En las más diluidas, tendremos desde especies típicamente marítimas a otras halotolerantes, capaces de soportar salinidades algo superiores. A medida que aumenta la concentración, observaremos especies típicamente halófilas, capaces de vivir en altas concentraciones de salinidad.

Mecanismos fisiológicos para sobrevivir a la sal
Los mecanismos de defensa frente a la elevada salinidad se basan en dos grandes estrategias cuyo objetivo es evitar que la sal, en estas cantidades, resulte tóxica para los tejidos vivos. Estas son: confinar la sal en el propio organismo o expulsarla. En el primer caso se realiza mediante un proceso de ósmosis; la salmuera exterior entra en el organismo y se filtra a través de membranas semipermeables que confinan las células. Una vez que entra la salmuera, la célula debe entonces absorber suficiente agua exterior hasta que se iguale la concentración de sal dentro y fuera de la célula, lo que produce una fuerte hinchazón de la misma, pues es necesaria mucha agua para poder diluir la salmuera. Por eso, muchas de las plantas que encontramos cerca de las salinas son suculentas, es decir, sus hojas son muy gruesas. Un mecanismo asociado a éste es el confinamiento de la sal en órganos celulares específicos o el uso de glicerol o sustancias similares para la protección de las células frente al ataque de la sal. Se trata de un proceso similar al más conocido de anticongelante que también tienen estos compuestos. En otros casos las plantas son capaces de separar la sal del agua en la salmuera y exudan el exceso de sal por las hojas, el tallo o las raíces, proceso que tiene lugar por la noche cuando las plantas efectúan la respiración. Por ello se suele recomendar no aparcar los vehículos debajo de los tarayes, árbol típico de zonas hipersalinas, so pena de que se acabe corrompiendo por la sal que exudan éstos. Además de la salinidad, estos organismos deben además enfrentarse a otras duras condiciones ambientales que hay en las salinas, como son la fuerte radiación ultravioleta o la extrema sequedad en verano. En el primer caso, las microalgas que nadan en las balsas son ricas en beta-caroteno, la misma sustancia que produce el color rojizo-anaranjado de algunos alimentos como la zanahoria. Ello les protege frente a la acción mutagénica de los rayos ultravioleta y dan ese color tan característico a las balsas y a los predadores que de ellas se alimentan. Para soportar condiciones tan duras para la vida, organismos como el crustáceo Artemia prefieren encapsularse en forma de quiste. En esta forma pueden aguantar largos períodos de tiempo hasta que se den de nuevo las condiciones ideales para vivir.
Gracias a sofisticados mecanismos fisiológicos, hay especies capaces de sobrevivir en condiciones hostiles de salinidad, convirtiéndose en especies de extraordinario valor intrínseco, científico e incluso tecnológico
Especies de interés para la industria
Todos estos mecanismos fisiológicos tienen un gran interés científico y también técnico. Algunas de estas especies, rarezas biológicas en muchos casos, se perciben como susceptibles de ser clave en nuevos productos en diferentes ámbitos de la industria; desde la energía a la electrónica pasando por la farmacia y la industria alimentaria. Puesto que estos ambientes fueron considerados estériles hasta hace bien poco, hoy es el día en el que aún se descubren especies nuevas de bacterias halófilas en salinas de todo el mundo y el estudio de sus propiedades y aplicaciones es un sector cambiante y dinámico.

Las salinas de interior, ecosistemas aún más desconocidos que las salinas marinas, se pueden considerar un endemismo ibérico a escala europea. Constituyen espacios de especial interés por su mayor rareza y fragilidad. Debido a que las salinas de interior son islas de salinidad rodeadas de un mar de tierra, los organismos halófilos que albergan han estado aislados por mucho tiempo, habiendo seguido procesos evolutivos a veces divergentes, generando taxones específicos y poblaciones genéticamente aisladas. Son por ello especies muy vulnerables a cambios en las condiciones ambientales, que amenazan con desaparecer si las salinas lo hacen.