Rio+20 y el desafio de las falsas contradicciones
Mar, 29/05/2012
El próximo mes de junio, Brasil será anfitrión del mayor evento internacional sobre desarrollo sostenible desde la primera cumbre de Río de Janeiro en 1992. Este evento le brinda la oportunidad al mundo y a nuestro país de observar los caminos que hemos tenido que recorrer para construir un modelo de desarrollo que se destaca en el actual escenario de crisis mundial.
Delegados de casi todos los países del mundo asistirán a la conferencia. Algunos de ellos vendrán a Brasil con la expectativa de llevarse con ellos otras vivencias: quieren ver de cerca nuestras experiencias exitosas en desarrollo sostenible. El mundo observa con mucha atención lo que sucede en Brasil, un país que tiene la audacia de llevar adelante el debate de sostenibilidad y exponerlo al mundo, a pesar de que todavía le falta mucho por hacer, pero lo hace motivado por el deseo de continuar avanzando en este tema.
¿Qué tenemos de nuevo 20 años después de Río 1992? La confirmación de que ya deberían estar agotados los intentos de aislar o contraponer el debate ambiental al social. Este es un dilema falso y obsoleto, así como también el de la política económica, social y ambientalmente insostenible. No conseguiremos erradicar la pobreza si nuestro crecimiento inclusivo se da en detrimento de la creación de un pasivo ambiental irrecuperable. El planeta, con sus límites finitos, nos muestra que la cuenta no se saldaría de la manera correcta a futuro. Por otro lado, no podemos tratar al tema medioambiental como un tema único en la agenda, a expensas de perpetuar las inaceptables desigualdades sociales. Hoy, la degradación y la exclusión se refuerzan mutuamente. Separar sus soluciones no será sostenible en el tiempo.
¿Cómo incluir a millones de personas de forma sostenible? ¿Alguien piensa que es sostenible mantener a 16 millones de brasileños que viven con una renta menor a 2 reales al día y sin acceso a productos de consumo, porque no debemos ejercer presión sobre los recursos naturales? ¿Alguien cree que no es viable discutir el acceso sostenible al agua, la energía y la alimentación saludable para los 190 millones de brasileños y los 7.000 millones de seres en el mundo? Si no encontramos un modelo en donde la inclusión sea parte de las preocupaciones, los eventos para discutir la agenda ambiental "pura" continuarán formando parte solo de tesis académicas y manifiestos.
Son muchas las experiencias en Brasil que apuntan a ese camino sin dicotomías. Está claro que sí podemos crecer, incluir y proteger. Tenemos muchos ejemplos para mostrar la cantidad de iniciativas gubernamentales y de la sociedad que se basan en ese nuevo modelo. Algunas de ellas están más consolidadas, otras todavía están en periodo de prueba.
Por ejemplo, Luz para Todos democratizó el acceso a energía eléctrica, llevando a millones de hogares energía renovable. El Programa Convivir busca enfrentar el fenómeno recurrente de la sequía proponiendo, más que acciones de emergencia, iniciativas que presenten la mejor adaptación posible a la región noreste semiárida de Brasil. La inclusión de poblaciones locales fue parte de una iniciativa para reducir las tasas de deforestación. Además, diversos actores se han movilizado para la zonificación de los cultivos a fin de utilizar la biomasa para producir energía, como el caso del aceite de palma.
Cabe destacar que Brasil fue considerado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente como líder mundial en la creación de áreas protegidas y reservas extractivas, modelos genuinamente brasileños de inclusión social y protección del medio ambiente. Finalmente, el Programa Nacional de Fortalecimiento de Agricultura Familiar financia a los agricultores para observar la propiedad rural de una manera integrada, focalizándose, más que en el producto, en la sostenibilidad del establecimiento familiar como un todo.
En la actualidad, en Brasil somos exportadores de tecnologías sociales y medioambientales. Muchos vienen a conocer nuestros programas, como Bolsa Familia, programas de compras públicas de alimentos de agricultura familiar y nuestras tecnologías de monitoreo y reducción de la deforestación. Igualmente, sabemos que en otras partes del mundo hay ejemplos bellísimos que consiguen conectar las agendas sociales y ambientales. Pero, ¿hasta cuándo estas iniciativas seguirán estando fragmentadas? ¿Cómo podemos hacer de este conjunto de experiencias una política coherente y consistente que permita avanzar un modelo justo y sostenible para todos? Río+20 es el espacio adecuado para profundizar el debate sobre estas iniciativas, así como sus condiciones de ser replicables y adaptables. Uno de los retos de la conferencia es construir esa agenda.
Brasil puede y desea contribuir al debate. Una de nuestras propuestas es el Piso de Protección Socio-ambiental, que consiste en el apoyo de Gobiernos a iniciativas que combinen la superación de la pobreza extrema y la conservación del medio ambiente. Algunos de nuestros ejemplos en Brasil son los programas Sin Miseria y la Bolsa Verde, que remuneran a más de 16.000 brasileños pobres que mantienen los bosques en pie. Hay un gran margen para avanzar en la generación de empleos verdes y en la remuneración de servicios ambientales en beneficio, especialmente, de las poblaciones pobres.
Con esto y el apoyo de ejemplos internacionales, queremos promover el tema en el mundo. Ese es el único desarrollo sostenible: el que sea capaz de crecer, incluir y proteger. Y en eso tenemos mucho para avanzar, a partir de las experiencias exitosas de las que podemos estar orgullosos.
Tereza Campello es ministra de Desarrollo Social y Combate al Hambre de Brasil.
Delegados de casi todos los países del mundo asistirán a la conferencia. Algunos de ellos vendrán a Brasil con la expectativa de llevarse con ellos otras vivencias: quieren ver de cerca nuestras experiencias exitosas en desarrollo sostenible. El mundo observa con mucha atención lo que sucede en Brasil, un país que tiene la audacia de llevar adelante el debate de sostenibilidad y exponerlo al mundo, a pesar de que todavía le falta mucho por hacer, pero lo hace motivado por el deseo de continuar avanzando en este tema.
¿Qué tenemos de nuevo 20 años después de Río 1992? La confirmación de que ya deberían estar agotados los intentos de aislar o contraponer el debate ambiental al social. Este es un dilema falso y obsoleto, así como también el de la política económica, social y ambientalmente insostenible. No conseguiremos erradicar la pobreza si nuestro crecimiento inclusivo se da en detrimento de la creación de un pasivo ambiental irrecuperable. El planeta, con sus límites finitos, nos muestra que la cuenta no se saldaría de la manera correcta a futuro. Por otro lado, no podemos tratar al tema medioambiental como un tema único en la agenda, a expensas de perpetuar las inaceptables desigualdades sociales. Hoy, la degradación y la exclusión se refuerzan mutuamente. Separar sus soluciones no será sostenible en el tiempo.
¿Cómo incluir a millones de personas de forma sostenible? ¿Alguien piensa que es sostenible mantener a 16 millones de brasileños que viven con una renta menor a 2 reales al día y sin acceso a productos de consumo, porque no debemos ejercer presión sobre los recursos naturales? ¿Alguien cree que no es viable discutir el acceso sostenible al agua, la energía y la alimentación saludable para los 190 millones de brasileños y los 7.000 millones de seres en el mundo? Si no encontramos un modelo en donde la inclusión sea parte de las preocupaciones, los eventos para discutir la agenda ambiental "pura" continuarán formando parte solo de tesis académicas y manifiestos.
Son muchas las experiencias en Brasil que apuntan a ese camino sin dicotomías. Está claro que sí podemos crecer, incluir y proteger. Tenemos muchos ejemplos para mostrar la cantidad de iniciativas gubernamentales y de la sociedad que se basan en ese nuevo modelo. Algunas de ellas están más consolidadas, otras todavía están en periodo de prueba.
Por ejemplo, Luz para Todos democratizó el acceso a energía eléctrica, llevando a millones de hogares energía renovable. El Programa Convivir busca enfrentar el fenómeno recurrente de la sequía proponiendo, más que acciones de emergencia, iniciativas que presenten la mejor adaptación posible a la región noreste semiárida de Brasil. La inclusión de poblaciones locales fue parte de una iniciativa para reducir las tasas de deforestación. Además, diversos actores se han movilizado para la zonificación de los cultivos a fin de utilizar la biomasa para producir energía, como el caso del aceite de palma.
Cabe destacar que Brasil fue considerado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente como líder mundial en la creación de áreas protegidas y reservas extractivas, modelos genuinamente brasileños de inclusión social y protección del medio ambiente. Finalmente, el Programa Nacional de Fortalecimiento de Agricultura Familiar financia a los agricultores para observar la propiedad rural de una manera integrada, focalizándose, más que en el producto, en la sostenibilidad del establecimiento familiar como un todo.
En la actualidad, en Brasil somos exportadores de tecnologías sociales y medioambientales. Muchos vienen a conocer nuestros programas, como Bolsa Familia, programas de compras públicas de alimentos de agricultura familiar y nuestras tecnologías de monitoreo y reducción de la deforestación. Igualmente, sabemos que en otras partes del mundo hay ejemplos bellísimos que consiguen conectar las agendas sociales y ambientales. Pero, ¿hasta cuándo estas iniciativas seguirán estando fragmentadas? ¿Cómo podemos hacer de este conjunto de experiencias una política coherente y consistente que permita avanzar un modelo justo y sostenible para todos? Río+20 es el espacio adecuado para profundizar el debate sobre estas iniciativas, así como sus condiciones de ser replicables y adaptables. Uno de los retos de la conferencia es construir esa agenda.
Brasil puede y desea contribuir al debate. Una de nuestras propuestas es el Piso de Protección Socio-ambiental, que consiste en el apoyo de Gobiernos a iniciativas que combinen la superación de la pobreza extrema y la conservación del medio ambiente. Algunos de nuestros ejemplos en Brasil son los programas Sin Miseria y la Bolsa Verde, que remuneran a más de 16.000 brasileños pobres que mantienen los bosques en pie. Hay un gran margen para avanzar en la generación de empleos verdes y en la remuneración de servicios ambientales en beneficio, especialmente, de las poblaciones pobres.
Con esto y el apoyo de ejemplos internacionales, queremos promover el tema en el mundo. Ese es el único desarrollo sostenible: el que sea capaz de crecer, incluir y proteger. Y en eso tenemos mucho para avanzar, a partir de las experiencias exitosas de las que podemos estar orgullosos.
Tereza Campello es ministra de Desarrollo Social y Combate al Hambre de Brasil.