Detectores de agua subterránea

Mié, 11/04/2012

Hoy

En estas épocas de tan pronunciadas seguías, en las que los cielos se niegan a regar nuestros campos y ciudades, el hombre se las ha ingeniado desde siempre para arrancarle de las entrañas el agua que tan celosamente guarda la tierra. El zahorí, según la definición más recurrente, llamado a veces más técnicamente como radiestesista o rabdomante, es aquella persona que puede detectar con medios rudimentarios como pueden ser unas varillas metálicas o un péndulo ciertos magnetismos(en nuestro caso corrientes de agua) que discurren a cierta profundidad bajo nuestros pies.

Mientras que algunos lo excusan en una habilidad fácilmente explicable por la ciencia, otros lo tratan de poderes. Sea por lo que sea, lo cierto es que José Casares Granado, 81 años, y su hijo Benito Casares Lancho, de 51, llevan entre los dos más de cien pozos de agua detectados con unas varillas de alambre acerada en forma de V, en Malpartida de Cáceres y localidades de alrededores, para satisfacción de los propietarios de fincas que requieren sus servicios.

José Casares comenzó tarde con esta experiencia. Agricultor, administrador, guarda de una finca, marcó su primer pozo cuando tenía 60 años. «Mi hijo Benito se me presentó un día en la finca, y me contó que un señor de Calamonte le había enseñado cómo buscar el agua con unas alambres. Yo probé en aquella finca y el resultado fue encontrar una magnífica corriente de agua, para felicidad de los dueños».

La situación es algo parecida a lo que hemos visto en el cine con la perforación de pozos de petróleo. Cuando se pincha en la veta de agua, se dispara hacia arriba un caudal que en principio impresiona.

José no había conocido nunca este 'aparato', hasta que se lo enseñó su hijo, viajante de profesión en aquellos tiempos, y desde los 60 ha estado utilizando las varillas hasta estos días, en los que debido a sus 81 años «me fallan ya un poco las piernas y la vista. Hasta ahora no me ha fallado ninguno, y el día que falle, me retiro».

Hay que decir que tanto José como su hijo Benito no cobran un solo euro por este trabajo, lo hacen por puro hobby. «La gente te suele agradecer con productos de la tierra este trabajo. Un día se presentó un paisano en mi casa y me llevó tomates, lechugas y patatas. A aquel hombre se le iluminaba la mirada cuando me contaba que todo era de su huerto regado con el agua del pozo que le detectamos», comenta Benito.

Explica que hay que procurar encontrar tres o cuatro venas de agua, y que en el punto en el que confluyen es donde hay que pinchar para que el agua brote. «Si haces una sola búsqueda, te puedes encontrar con que pinchas en una bolsa de agua, y cuando se agote esa bolsa, se acabó el agua, y trabajo y dinero en balde. Lo único que no se puede precisar es la profundidad a la que se encuentra el agua. Se puede detectar si hay más caudal o menos».

Relata José que el subsuelo de Malpartida es rico en agua «aunque en unos sitios más y en otros menos. Por ejemplo, en el Prado hay mucha agua, suele estar muchas veces a unos siete metros, y en la zona de Borriquillo. En cambio en la zona de granito, por regla general, no hay mucha agua, por la zona de La Zafrilla».

Lo normal, según ambos, es encontrar agua entre 40 a 80 metros. Comenta su hijo Benito que «toda la gente no sirve igual para esta actividad. Incluso hay gente que no se cree la labor del zahorí. Por eso yo en ocasiones les presto las varillas para que puedan apreciar cómo se mueven buscando la dirección de la corriente de agua».

Durante la conversación, en el zaguán de su casa, hacen pruebas con las varillas, que buscan la corriente de las tuberías del agua corriente. Puede parecer un juego, pero a la vista de los hallazgos conseguidos, los resultados no dejan lugar a dudas. Y es que, para que tengamos agua en esta región, además de sacar los santos a la calle, habrá que llamar a los amigos zahoríes de Malpartida si se quiere solucionar el problema de la sequía.

Autor: Alfonso Barriga