El cambio climático se lleva el Ebro
Lun, 20/02/2012
La Rioja
El caudal del Ebro ha registrado un descenso cercano al 1% anual respecto al caudal medio de sus últimos 60 años, debido a, entre otras causas, al cambio climático. Así lo acredita un estudio elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y publicado en la revista Journal of Hydrology, para el que se han analizado las tendencias en los caudales de 187 cuencas fluviales de la península Ibérica entre 1945 y 2005.
«En todas las estaciones de aforo que hemos analizado en la cuenca del Ebro, se muestra un descenso estadísticamente significativo entre los años 1945 y el 2005; en el caso del Ebro los descensos están por debajo del 1% anual respecto al valor referencia de la media de todo el periodo», explica, en declaraciones a Diario LA RIOJA, Sergio Vicente, investigador del CSIC y del Instituto Pirenaico de Ecología.
«Lo que está sucediendo en la cuenca del Ebro es muy similar a lo que ocurre en las del Tajo y el Duero; los mayores descensos, más del 3% anual, los hemos visto en las cuencas del sur, sobre todo Guadalquivir, Guadiana, Segura y Júcar».
El cambio climático sería una de las causas principales, según el investigador del CSIC, quien asegura que «hemos comprobado que se producen cambios muy notables en los regímenes fluviales, con descensos muy acusados en invierno y primavera, debido principalmente a la disminución de las lluvias en esas estaciones, sobre todo a partir de 1960, y al aumento térmico observados en las últimas décadas».
Es más, una de las conclusiones del informe alerta de que dicho proceso podría acelerarse durante el siglo XXI de acuerdo a las proyecciones climáticas de los actuales modelos de cambio climático para la Península Ibérica. «Sí las proyecciones climáticas auguran para la zona mediterránea descensos de hasta el 15% en las precipitaciones y las temperaturas se van a incrementar en torno a los 3 grados, lo que disminuirá las aportaciones de agua y van a aumentar las tasas de evapotranspiración».
Además del cambio climático, SergioVicente resalta otras causas, como «la enorme regulación que han sufrido los ríos españoles en la segunda mitad del siglo XX debido a la construcción de presas y embalses, que retienen las precipitaciones de invierno y primavera para hacer frente a la demanda de agua en verano, también en el Ebro».
Sergio Vicente Otra de las circunstancias claves está en los cambios en los usos y cubiertas del suelo, con el abandono generalizado de campos de cultivo y de pastos en las zonas de montaña durante la segunda mitad del siglo XX y su colonización por parte de matorrales y bosques. «El caso de La Rioja probablemente sea uno de los más llamativos de España, todo Cameros es paradigmático, por ejemplo», añade Vicente, quien explica que esas circunstancias han «provocado que aumente la infiltración, la intercepción de la lluvia y la evapotranspiración directa por parte de la vegetación, lo que disminuye la generación de escorrentía superficial y las aportaciones a los ríos».
La expansión de las superficies irrigadas, que implican un mayor consumo de agua en zonas donde la evaporación directa y la transpiración de los cultivos son altas, el aumento de la demanda de agua para el abastecimiento de poblaciones, el mayor gasto de agua por habitante y el incremento del consumo hídrico por parte de las actividades industriales y turísticas son otras de las posibles causas a las que apunta el estudio.
«Debemos adaptarnos a los recursos, mejorar el uso del agua y optimizar los regadíos, que suponen el 80% del consumo de agua», advierte el investigador. «¿Que si es un escenario preocupante? Pues sí, sobre todo por las incertidumbres, ya que no sabemos qué va a ocurrir», concluye Vicente.
El estudio, que analizó las tendencias de 187 cuencas fluviales entre 1945 y el 2005, advierte de que el proceso puede acelerarse en este siglo.
«En todas las estaciones de aforo que hemos analizado en la cuenca del Ebro, se muestra un descenso estadísticamente significativo entre los años 1945 y el 2005; en el caso del Ebro los descensos están por debajo del 1% anual respecto al valor referencia de la media de todo el periodo», explica, en declaraciones a Diario LA RIOJA, Sergio Vicente, investigador del CSIC y del Instituto Pirenaico de Ecología.
«Lo que está sucediendo en la cuenca del Ebro es muy similar a lo que ocurre en las del Tajo y el Duero; los mayores descensos, más del 3% anual, los hemos visto en las cuencas del sur, sobre todo Guadalquivir, Guadiana, Segura y Júcar».
El cambio climático sería una de las causas principales, según el investigador del CSIC, quien asegura que «hemos comprobado que se producen cambios muy notables en los regímenes fluviales, con descensos muy acusados en invierno y primavera, debido principalmente a la disminución de las lluvias en esas estaciones, sobre todo a partir de 1960, y al aumento térmico observados en las últimas décadas».
Es más, una de las conclusiones del informe alerta de que dicho proceso podría acelerarse durante el siglo XXI de acuerdo a las proyecciones climáticas de los actuales modelos de cambio climático para la Península Ibérica. «Sí las proyecciones climáticas auguran para la zona mediterránea descensos de hasta el 15% en las precipitaciones y las temperaturas se van a incrementar en torno a los 3 grados, lo que disminuirá las aportaciones de agua y van a aumentar las tasas de evapotranspiración».
Además del cambio climático, SergioVicente resalta otras causas, como «la enorme regulación que han sufrido los ríos españoles en la segunda mitad del siglo XX debido a la construcción de presas y embalses, que retienen las precipitaciones de invierno y primavera para hacer frente a la demanda de agua en verano, también en el Ebro».
Sergio Vicente Otra de las circunstancias claves está en los cambios en los usos y cubiertas del suelo, con el abandono generalizado de campos de cultivo y de pastos en las zonas de montaña durante la segunda mitad del siglo XX y su colonización por parte de matorrales y bosques. «El caso de La Rioja probablemente sea uno de los más llamativos de España, todo Cameros es paradigmático, por ejemplo», añade Vicente, quien explica que esas circunstancias han «provocado que aumente la infiltración, la intercepción de la lluvia y la evapotranspiración directa por parte de la vegetación, lo que disminuye la generación de escorrentía superficial y las aportaciones a los ríos».
La expansión de las superficies irrigadas, que implican un mayor consumo de agua en zonas donde la evaporación directa y la transpiración de los cultivos son altas, el aumento de la demanda de agua para el abastecimiento de poblaciones, el mayor gasto de agua por habitante y el incremento del consumo hídrico por parte de las actividades industriales y turísticas son otras de las posibles causas a las que apunta el estudio.
«Debemos adaptarnos a los recursos, mejorar el uso del agua y optimizar los regadíos, que suponen el 80% del consumo de agua», advierte el investigador. «¿Que si es un escenario preocupante? Pues sí, sobre todo por las incertidumbres, ya que no sabemos qué va a ocurrir», concluye Vicente.
El estudio, que analizó las tendencias de 187 cuencas fluviales entre 1945 y el 2005, advierte de que el proceso puede acelerarse en este siglo.