OPINION
MULTIPLE
LA VANGUARDIA Pág. 31  Sabado, 15/03/2003

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DEBATE Vida y muerte por el agua / KOICHIRO MATSUURA
 
 
  El agua ya no mana clara de sus fuentes    
     
 

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El problema del agua ha hecho una destacada aparición en el escenario político internacional. Esto indica que se ha cobrado conciencia de que quizás no sea inagotable el caudal de este don celeste de ciclo aparentemente perpetuo. También señala el fin de un símbolo, porque hoy nos preguntamos si no ha dejado de ser sinónimo de renacimiento y pureza esta fuente de vida esencial en numerosos ritos y prácticas de higiene. Hay que rendirse ante la evidencia: el agua es un recurso cada vez más escaso y su calidad va a tener un coste cada vez mayor. Por lo que respecta a su pureza, cabe decir que son incontables las regiones del mundo donde el agua contaminada trae la muerte en vez de la salud. Al impulsar el Programa Hidrológico Internacional desde los años setenta, la Unesco empezó a ocuparse con gran antelación de este problema, que la reciente cumbre mundial sobre el Desarrollo Sostenible de Johannesburgo ha considerado uno de los más importantes de estos comienzos de siglo.
En efecto, tanto en los países del Norte como en los del Sur, el acceso a un agua potable y sana constituye un elemento esencial de la seguridad humana y del desarrollo sostenible. Pese a que ese acceso se considere cada vez más un derecho, hay 1.200 millones de personas en el mundo que siguen sin acceder al agua potable y 2.400 millones que carecen de servicios de saneamiento. Sin embargo, los actuales recursos de agua dulce del planeta son suficientes para satisfacer en casi todo el mundo las necesidades de agua potable, aunque existen disparidades geográficas y sociales considerables que afectan a su distribución. El problema, por lo tanto, no se plantea esencialmente en términos de cantidad, sino más bien de reparto equitativo. Por otra parte, la cuestión de la calidad del agua va cobrando una importancia mayor, cada vez más, en la problemática actual.
Por alterarse con suma facilidad a causa de las actividades del hombre y por estar sometida a una explotación intensa que supone una movilización ingente de ingeniería técnica, el agua es un recurso cada vez menos 'natural'. En cierto modo, se puede decir que ya no mana innata de las fuentes. Por eso, en este contexto es necesario crear una nueva cultura del agua en la que su aprovechamiento vaya unido a su protección. De hecho, en el siglo XX el consumo de agua aumentó a un ritmo dos veces más rápido que el crecimiento de la población mundial. Si esta aceleración continúa, dentro de veinte años el promedio de agua disponible por persona habrá disminuido en un tercio. Ya va siendo hora de adoptar una actitud más 'sobria'. Al igual que todos los
demás derechos, el derecho al agua impone también obligaciones: los poderes públicos tienen que garantizar el abastecimiento y los usuarios deben reducir los despilfarros.
La agricultura, por ejemplo, consume por sí sola dos tercios del agua extraída de los embalses naturales. Mejorar el rendimiento de los cultivos, instalar sistemas de drenaje y poner coto a un regadío excesivo que causa auténticos desastres ecológicos, estos son los objetivos que debemos fijarnos. Además, cabe señalar que a lo largo del siglo XX las extracciones de agua se multiplicaron por siete y sus usos industriales por treinta en el mundo entero.
En estos ámbitos, y en otros más, las aplicaciones de la investigación científica pueden generar progresos y modificar considerablemente la situación, con tal de que vayan acompañadas de una información a la altura de las circunstancias y de una adaptación de las conductas. La ciencia y la educación son, por consiguiente, elementos imprescindibles de esos progresos, cuya urgencia se hace cada vez más apremiante a medida que las necesidades de las urbes aumentan. Por cierto que las ciudades no son precisamente un modelo de ahorro de agua, ya que se estima que despilfarran nada menos que el 40% de la destinada a su consumo.
En el espacio de un siglo, los vertidos de aguas residuales se han multiplicado por veinte y las contaminaciones dispersas ocasionadas por la agricultura (nitratos, plaguicidas, etcétera), la industria y el desarrollo urbano siguen representando una amenaza para las reservas de agua. La seguridad alimentaria peligra, los ecosistemas se alteran y las enfermedades provocadas por la contaminación del agua afectan seriamente a los países en desarrollo, lo que causa la muerte a más de 3 millones de personas cada año. Esa contaminación se ha convertido ya en un vasto problema de sanidad pública. Si no reaccionamos, comprometeremos el futuro del agua y, por ende, el bienestar y la propia vida de las generaciones venideras.
La disminución de las desigualdades y la protección del agua exigen que en el plano internacional se admita que el preciado líquido es un bien común y un patrimonio. Esta visión, que pone en primer plano el valor ético de la solidaridad, contribuye además a la causa de la paz. En efecto, al ser cada vez más vital, el agua se ha convertido en un elemento estratégico. Ahora bien, en el mundo hay 261 cuencas fluviales compartidas por diversos estados, con lo cual se vislumbra el riesgo de que estallen 'guerras del agua'. La comunidad internacional debe dotarse de instrumentos jurídicos sólidos para evitar que los conflictos prevalezcan sobre el consenso en el reparto de los abastecimientos, especialmente en aquellas regiones donde la escasez de agua va unida a tensiones políticas.
Es evidente que el agua se ha integrado en el circuito económico y que su gratuidad ya no está al orden del día debido a las enormes inversiones que necesita la ordenación hidráulica. Sin embargo, el acceso de todos al agua potable supone que se tengan en cuenta los medios y las necesidades de los usuarios para amoldar las tarifas. La nueva cultura del agua ha de ser también una ética. En el ámbito de la adopción de decisiones, también debería guiarnos un criterio de equidad. En efecto, las obras hidráulicas de gran envergadura, sobre todo los embalses, conllevan a menudo un 'coste' social y humano muy considerable, y no cabe duda de que se evitarían muchos desastres si se propiciara más el consenso. Todo esto exige, una vez más, llevar a cabo una labor de educación, información y formación.
La Unesco ha decidido que el agua será una de sus principales prioridades en los años venideros. La sesión de los Coloquios del Siglo XXI recientemente organizada en la Unesco por Jérôme Bindé, con motivo del año internacional del Agua Dulce y como preludio a la celebración del Tercer Foro Mundial del Agua en Kioto, sobre el tema 'Porvenir del agua', permitió definir
caminos de pensamiento y acción. En este ámbito, las competencias de la Unesco constituyen una ventaja. Además de apoyar una prospectiva mundial del agua, así como la investigación hidrológica y la innovación, nuestra
organización puede coordinar en el plano internacional los esfuerzos en el ámbito de la educación, sin los cuales el proceso del desarrollo sostenible sería una quimera. Si tardamos en crear un auténtico civismo ecológico, que integre una conducta responsable con respecto al agua, la Tierra corre el peligro de no merecer un día el nombre de Planeta Azul que se le ha dado.
© Unesco


EN EL MUNDO HAY 261 cuencas fluviales compartidas por diversos estados, con lo cual se vislumbra el riesgo de que estallen 'guerras del agua'


KOICHIRO MATSUURA, director general
de la Unesco