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EL MUNDO Pág.   Lunes, 01/12/2003

Autor: MIREYA ROURA
 
       
 
URBANISMO / DURAS CRITICAS AL PROYECTO DE REMODELACION QUE FINALIZA EN 2004 El Besòs continúa siendo uno de los ríos más degradados de Europa El río ha pasado de ser una cloaca a cielo abierto a un paisaje artificial que casi no tiene vida  
 
     
  Pie de foto:Desmantelamiento de una torre en el parque fluvial de St. Coloma /SANTI COGOLLUDO   
 

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BARCELONA.- Pujol se va y la promesa que hizo de que «el Besòs volverá a ver los peces» se marcha con él.
Tras nueve años de obras de restauración, el último tramo del río ha dejado de ser una cloaca a cielo abierto para ser un paisaje artificial que consta de un canal por el que todavía discurren aguas de pésima calidad rodeadas por un jardincito cubierto de césped. «El Besòs continúa siendo uno de los ríos más degradados de Europa en el tema de la calidad del agua», describe Narcís Prat, catedrático de Ecología de la Universitat de Barcelona.
Pese al nuevo espacio de ocio, al río todavía le falta lo más importante: los organismos. «Estamos en la misma situación que hace cinco años», explica Prat. Los niveles de amonio, un elemento que cuando se transforma en amoníaco es altamente contaminante, sigue estando entre 8 y 10 miligramos por litro y el Besòs, necesitaría unos niveles de uno o dos miligramos por litro para que hubiera vida.
«Mientras persista este problema, la fauna y la flora del río nunca se podrán recuperar», afirma Prat quien frente a la tímida aparición de animales en el río opina que «los peces podrían morir porque el caudal del río depende meramente de las depuradoras».Si éstas no se mantienen en buenas condiciones, cualquier fallo podría acabar con la fauna del lugar porque de las depuradoras depende que todo el agua baje en condiciones óptimas.
La historia empezó en 1995 cuando los ayuntamientos de Barcelona, Santa Coloma de Gramenet, Montcada i Reixac y Sant Adrià del Besòs decidieron reformar el río con tres objetivos básicos: mejorar la calidad ambiental, aumentar la accesibilidad entre los dos márgenes del río y desmantelar las 54 torres eléctricas de Fecsa-Endesa. El proyecto, que se adjudicó a la empresa Barcelona Regional y que estaba configurado en torno a dos fases de actuación, suponía un coste de 34 millones de euros, sufragados en un 80% con fondos europeos y en un 20% por las alcaldías.
La primera fase de actuación se hizo entre el Puente de Montcada y el Puente del Molinet, en Bon Pastor. Este tramo de seis kilómetros consta de dos ámbitos: prado sembrado y wetland. Este último consiste en una zona con cañizar (la vegetación autóctona del río), que gracias a sus raíces filtra el agua residual y la desnitrifica (con lo que se rebajan los niveles de amonio potencialmente contaminante).Sin embargo, en la segunda fase de actuación, que va desde el Puente del Molinet hasta prácticamente la desembocadura y que se inaugurará en el primer trimestre de enero de 2004, sólo se ha sembrado prado. «Teníamos problemas de capacidad hidráulica.El río no hubiera aceptado más wetlands» afirma Antonio Alarcón, el biólogo de Barcelona Regional que diseñó el proyecto. «Además tenía que proyectar entendiendo la lógica de un entorno urbanizado para que la gente pudiera utilizar la ribera como zona de ocio», dice y reconoce que cuando lleguen las depuradoras de tratamiento terciario el Besòs tendrá más vida.
En contraposición, el equipo de Narcís Prat hizo una propuesta para transformar la parte baja del Besòs en un verdadero río, con sus meandros y con un pequeño bosque de ribera de vegetación propia, para que la gente pudiera pasear. «En vez de esto han puesto un césped totalmente artificial que nunca devolverá la vida al curso fluvial», sentencia Prat, uno de los mayores especialistas en ríos de España. Según este científico, el problema reside en que la restauración del Besòs se ha puesto en manos de arquitectos y urbanistas que no saben que un río es un sistema natural que ha de funcionar.
«Hemos visto que los wetlands van perdiendo la calidad porque es un sistema que necesita un mantenimiento que supone cerca de un millón de euros. Los ayuntamientos no se pueden hacer cargo y la Diputación sólo puede aportar una parte. En este país se destina mucho dinero a las obras, pero se olvidan de su mantenimiento», explica Prat.
Según el ecólogo, sólo un tratamiento terciario como el de los wetlands, que elimine el amonio del agua, podría darle alguna oportunidad al Besòs. «Pero en vez de buscar esta solución, antes se ha optado por el prado y con ello los ayuntamientos han demostrado que querían un jardín para que la gente fuera a pasear, sin que se hayan preocupado por la calidad del agua. Hemos perdido la oportunidad de que el Besòs vuelva a ser un río», finaliza Narcís Prat.
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APOYO El río que dejó de ser río «En los años 40 pescábamos, nos bañábamos y bebíamos agua directamente del río. Luego llegaron las fábricas. El río se llenó de espuma y teníamos que cerrar las ventanas porque la peste impregnaba todo el barrio», dice Angel Pérez, un ex vecino del barrio de Bon Pastor. En esos tiempos, la gente sacaba directamente el agua de los pozos que ellos mismos construían. «Cada año el agua estaba más contaminada y por eso teníamos que hacer pozos cada vez más profundos. Hasta que llegamos a los años 50 y ya no pudimos sacar más», explica Víctor Fernández, un vecino de Sant Adrià del Besòs.
El Besòs se había convertido en una alcantarilla con metales pesados, clorados, disolventes y otros contaminantes. Su fama se coronó con Quimicrom, una empresa que fue denunciada por verter directamente la porquería al río, pero que fue absuelta porque el fiscal consideró que el Besòs era una cloaca y no un río.
El 25 de septiembre de 1962 marcó el drama. El agua arrasó la vida de 815 personas pertenecientes a la cuenca del Besòs, en menos de dos horas. Una pérdida de 2.650 millones de pesetas que ha quedado registrada como una de las mayores catástrofes hidrológicas de España. Entonces se decidió canalizar el último tramo del río. En 1975, la obra fue inaugurada, pero si bien la canalización resolvió el problema de las inundaciones, también significó el fin de las riberas naturales.
«Se vendieron los áridos del río y desaparecieron las barras de grava que en todo río frenan de forma natural la fuerza del agua», explica Daniel Barbé, miembro de la Xarxa Catalana per una Nova Cultura de l'Aigua. Los áridos fueron sustituidos por residuos urbanos e industriales. «Con lo cual todo el río pasó a moverse sobre un depósito de residuos inertes que contribuían a contaminarlo todavía más», dice Barbé.
El Besòs acabó siendo un gran colector al aire libre y una barrera entre los dos núcleos urbanos asentados en los márgenes. Los habitantes de estas zonas perdían una zona natural y pasaban a vivir de espaldas al río lidiando con los malos olores que se propagaban a sus espaldas.