Local Regional local
Galicia
LA VOZ DE GALICIA Pág.   Miercoles, 24/09/2003

Autor: Jesús Manuel García ourense
 
       
 
Oposición vecinal a que el embalse de Xunqueira de Ambía anegue Acea 
 
  Oposición vecinal a que el embalse de Xunqueira de Ambía anegue Acea Los afectados denuncian que las autoridades locales no informaron de las prospecciones de los ingenieros    
     
 

[2982 Caracteres]
Algún técnico llegó a decir que sólo eran trabajos para el tren de alta velocidad Acea es una pequeña aldea de Baños de Molgas donde el Arnoia y el sol parecen besarse y coquetear un sobre un tapiz verde. Este pueblo es noticia porque, de hacerse el embalse de Xunqueira para abastecer a Ourense y alrededores, desaparecería literalmente bajo sus aguas. Los vecinos se oponen a que este plan se haga realidad y ven como una pesadilla el tener que empezar la vida en otro lugar. Que la cosa parece ir en serio lo demuestran no sólo las gestiones burocráticas hechas ya, incluido el estudio para el nuevo trazado de la vía del tren en la zona, como adelantó La Voz el pasado domingo, sino el hecho de que los ingenieros ya han extraído las muestras de roca del suelo que deberá soportar la masa de agua. Son cerca de ochenta cajas azules que custodian cilindros de granito tomados a una profundidad de hasta 49 metros. Allí permanecen, a la espera de su retirada, en el bajo de la casa de Benigno Rodríguez: «Andiveron perforando alí abaixo», dice este vecino quien ha visto movimiento de técnicos en los últimos meses. El Ave Al principio, algunos técnicos decían que iban a ver el terreno para el Ave, luego vino un ingeniero de León para una presunta reforma del castastro, dice Benigno, a quien llamaba la atención tanto trajín de forasteros. Los vecinos desde siempre desconfiaron. Eso sí, todos aseguran que las autoridades municipales jamás les dijeron nada de aquello que veían cada semana en el pueblo. «Aquí viñeron con todo tipo de instrumentos e tomaron fotografías», dice María López, esposa de Benigno. Las cajas de sondeos hace un mes que tendrían que ser retiradas pero a sus responsables no parecen correrles prisa. Se han llevado a analizar varias de esas muestras geológicas. «Traían un martillo e só con pegarlle á pedra sabían se valía ou non», recuerda Benigno. Al llegar a esta aldea en el lecho del, quién sabe, probable pantano, el primer saludo es el de los canes, que causan un alboroto. Sus ladridos se cuelan por un espacio de hórreos de madera que echan un pulso a la fuerza de gravedad, el murmullo del agua del río y el sol esquivando las paredes de piedra de las casas más viejas. El pueblo tiene un bonito merendero y una fuente recién restaurada en la que aún se adivinan las flechas. A media tarde toca su bocina el pescadero y los vecinos salen a comprar sus productos. El sol lo embellece todo. No gusta el embalse. No gusta ser los últimos en disfrutar de aquel paisaje. Un vecino forastero apenas se detiene a conversar y espeta: «Por mí que hagan el embalse mañana». «A min non me importa que fagan o encoro porque esto é moi frío no inverno. Aquí non lle hai quen pare. As xiadas non nos deixan nada de colleitas. Aquí botan catro espigas e as come o xabarín. Eu teño outra casa fóra, gracias a Deus. Cando morramos, para esto non hai quen mire por elo porque os fillos están fóra e polo menos deste xeito aínda nos poden dar catro perras».