REGIONAL aragon
HERALDO DE ARAGÓN Pág.   Martes, 18/11/2003

Autor: JOSÉ JUAN VERÓN. Zaragoza
 
       
 
Algas para controlar la contaminación 
 
  La CHE desarrolla un proyecto pionero en España para mejorar la vigilancia de la calidad biológica del agua.    
     
 

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Unas algas microscópicas, las diatomeas bentónicas, son los nuevos aliados que la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha encontrado para vigilar la calidad del agua de los ríos. El nuevo sistema, que se incorpora a los que ya existían y que se aplica por primera vez en una cuenca española, permite conocer el estado biológico del agua.

Según explica Concha Durán, responsable de Calidad Biológica del área de Calidad de Aguas de la CHE, la ventaja que tiene este nuevo sistema sobre el tradicional de análisis físico-químico es que las algas permanecen en el agua durante tiempo y permiten comprobar la evolución del medio. "Un análisis tradicional simplemente refleja el estado momentáneo de un río", señala. No obstante, advierte que todos los sistemas son complementarios y que de esta forma se obtiene mayor información.

Los resultados obtenidos durante 2002 son muy parecidos a los que han dado los tradicionales sistemas físico-químicos. El 66% de las aguas superficiales de la cuenca del Ebro se encuentra en estado bueno o muy bueno, y sólo el 13% se pueden considerar en mal o muy mal estado. Es decir; es necesario mejorar el estado ecológico del 34% de las aguas para alcanzar los objetivos marcados por la Directiva Europea para 2015.

Durán explica que el proceso comienza con una visita a los puntos de muestreo. Allí se escogen unas piedras del fondo y se raspa el lodo que llevan adherido. Esta técnica permite encontrar contaminantes que de otra forma no sería posible detectar: "Si se recibe un aviso de un vertido, cuando se llega es posible que ya no quede ni rastro en el agua, la química del agua da una información puntual, mientras que los seres vivos integran la información del estado ecológico de una forma mucho más precisa y prolongada, puesto que actuan como biosensores permanentes de la calidad de agua del río".

En el laboratorio se realiza una preparación y se introduce la muestra en un microscopio electrónico (son tan pequeñas que en un microscopio normal sólo se puede comprobar su existencia). Una vez detectadas, se identifica la especie concreta. En la literatura se han descrito 4.000 especies de diatomeas, y en la cuenca el Ebro se han detectado 350 diferentes.

"Lo más difícil es encontrar un índice de referencia que sirva, porque hay varios y hay que ver cuál es el que se adapta mejor al clima y las condiciones de cada zona", explica Durán. Cada tipo de alga tiene una puntuación diferente, en función a si su presencia se asocia a aguas más o menos contaminadas y también al tipo de sustancia que la determina. Según el índice, se van sumando los puntos hasta que se completa el rastreo. Cuanto mayor sea el resultado, mejor es el estado biológico del agua.

Durán asegura que los resultados obtenidos con este sistema corresponden en buena medida con los que se sacan de los análisis fisico-químicos. No obstante, afirma que el nuevo sistema está indicado tanto para el control de contaminación de origen industrial como urbano.

El sistema de control de calidad del agua mediante algas diató.

meas bentónicas data de 1979 y en la actualidad tiene una veintena de variantes. Incluso la Unión Europea recomienda su uso.

Nueva directiva

La Confederación utiliza índices de contaminación biológica desde 1993, aunque sólo son obligatorios a partir de la aprobación de la Directiva Europea del Agua del año 2000. Hasta el momento, la CHE utilizaba el sistema de control tradicional y otro basado en la existencia de macroinvertebrados (insectos y crustáceos); ahora cuenta con este nuevo método, que también quieren poner en marcha en la Confederación Hidrográfica del Norte y en la del Duero.

La puesta en marcha de todo el proyecto, que se espera continuar durante los próximos años, se ha realizado gracias a la colaboración con la Universidad de Barcelona y con el Centro de Investigación Gabriel Lippman de Luxemburgo.