LOCAL ALGECIRAS
Europa Sur
Europa Sur Pág. E019  Domingo, 07/09/2003

Autor:
 
       
 
La autodepuración no basta en los ríos contaminados  
 
     
  Pie de foto:Río de la Miel. Es uno de los pocos ríos de la comarca todavía no contaminados en el curso medio y alto.    
 

[4579 Caracteres]
La Naturaleza dotó a las corrientes de agua de medios para la depuración y reciclaje de las partículas orgánicas en suspensión. La amplia y nutrida gama de bichitos encargados de su limpieza ya son insuficientes; las complejas y cuantiosas contaminaciones modernas no pueden ser digeridas y los valiosos auxiliares naturales han tenido que ser sustituidos por depuradoras.
Hasta el siglo XIX la Humanidad vertía a los ríos residuos orgánicos reciclables y en pequeñas cantidades, y la acción autodepuradora era suficiente incluso con las poluciones de partículas de tierra y vegetales en las crecidas de los ríos.
En éstos, los residuos sólidos inorgánicos que no son arrastrados hasta el mar por la corriente pasan a depositarse en el fondo. Otros residuos, debido a su escasa densidad, permanecen en suspensión en el agua durante un periodo más o menos largo, acabando por sedimentarse también. Y algunos se mantienen durante algún tiempo en la superficie, tales como grasas, detergentes...etc.
Diversas especies de microorganismos ocupan el caudal de los ríos y devoran y reciclan los residuos orgánicos (antaño habían muchos más que hoy día, la contaminación química los mata).
Unos necesitan aire para vivir, del que toman el vital oxígeno, son los llamados aerobios. Otros no lo necesitan y se conocen como anaerobios. Además, están los llamados facultativos , que según fluctúe la presencia del oxígeno en el medio, lo toman o prescinden de él.
Todos estos benéficos y providenciales bichitos se alimentan de materia orgánica y la descomponen, depurando eficientemente las aguas estancadas o corrientes, contribuyendo a potabilizarlas.
Antaño, cuando las contaminaciones eran escasas y simples, sin letales ingredientes químicos, a unas decenas de kilómetros río abajo de los puntos de emisión de las aguas residuales era posible beber del río porque las aguas ya eran potables.
El movimiento dinámico de la corriente contribuye a la mezcla y oxigenación de las aguas, favoreciendo la presencia de organismos depuradores aerobios mientras que los anaerobios laboran en el fondo arenoso o cenagoso. Las burbujas de gas que suben a la superficie están compuestas en gran parte por metano, subproducto de la intensa labor digestiva–depuradora de los providenciales bichitos benefactores aunque, vistos al microscopio puedan resultarnos horribles.
Los procesos descritos han inspirado el funcionamiento de las depuradoras de aguas residuales de nuestras ciudades, que operan de forma intensiva y controlada, ayudándose con el aporte de productos químicos inorgánicos, inexistente en los ríos.
Una vez más, el prodigioso poder creativo del hombre moderno, abrumado por las consecuencias de sus atentados al medio ambiente que le sustenta, temiendo además por su propia supervivencia, ha tenido que imitar a la sabia Naturaleza. No hay nada nuevo bajo el sol.
Estamos vertiendo a los ríos y, en definitiva, a los mares, cuya capacidad de asimilación es limitada, colosales contaminaciones de todo tipo –la del chapapote, muy noticiable, es una más– que están convirtiéndolos en cloacas.
Además de que las aguas se envenenan y empobrecen, reduciéndose las existencias de las potables (que son sólo un 4 por ciento de las aguas del Planeta), las sequías –que se ha pronosticado que serán más frecuentes en el futuro–, las retenciones de los embalses hasta la desaparición del caudal en muchos ríos, y las extracciones de acuíferos subterráneos han agravado hasta límites alarmantes la cuestión hidrológica en nuestro planeta. Los efectos de este atropello a la Naturaleza, agravados y sin paliativos día a día, sin duda, llegarán a ser fatales. No podríamos pagar la factura.
Salvo ocasionales periodos de lluvias copiosas, que hacen que rebosen los embalses y corran los ríos, disolviendo y transportando al mar las aguas putrefactas que producimos, trasladando la problemática a otro medio. Sobre todo en la época estival, los ríos ofrecen un aspecto catastrófico y deprimente, con hilillos de aguas oscuras y malolientes por ausencia de las ya imprescindibles depuradoras.
Actualmente, en nuestro país, el porcentaje de aguas residuales tratadas en depuradoras no llega ni al 50 por ciento, referido a vertidos urbanos, que si se les agregan las industriales – no obstante que haya empresas ejemplares, que depuran sus aguas residuales conforme a lo legislado– el porcentaje sería aún más reducido. Sin embargo, todavía no es tarde para encontrar el freno y los remedios para evitar el desastre, pero, ¡son tan tímidos los pasos que se están dando...!